Los personajes de INUYASHA no me pertenecen sino a RUMIKO TAKAHASHI
Esta obra pertenece a ROGERS ROSEMARY, ha sido adaptada y modificada por mí
______________________________________(LOS PERSONAJES DE MIROKU, KOGA Y AYAME PUEDEN TENER OoC)
______________________________________CAPÍTULO 13
Sesshomaru POV
Mientras Kagome se lavaba y se ponía el vestido limpio, Sesshomaru salió a inspeccionar el terreno y no volvió hasta que consiguió robar un caballo que encontró en un pueblo cercano.
Aquel viejo animal de granja no podía ofrecerle la velocidad que él habría deseado, pero sí fue lo bastante fuerte para llevarlos a ambos y llegar a la costa al sur de Calais poco antes del atardecer.
Una vez allí, Sesshomaru se bajó del caballo y caminó a su lado por un estrecho camino que conducía al agua.
—¿Estás seguro de que tu barco estará esperando? —le preguntó Kagome.
El cansancio la había dejado pálida, pero mantenía la espalda recta y firme, con una determinación que hizo sonreír a Sesshomaru.
Su bella y valiente gitana.
Pero no todo eran ventajas en aquel nuevo carácter lleno de fuerza de su esposa.
Cualquiera habría pensado que, después del apasionado encuentro, Kagome se mostraría más complaciente con él. Al menos eso era a lo que le habían acostumbrado sus amantes.
Sin embargo ella había pasado la primera parte del viaje censurándolo por haberle robado el caballo a alguna familia pobre y la segunda, sumida en sus pensamientos, con una actitud tan distante que Sesshomaru estuvo tentado de bajarla del caballo y estrecharla en sus brazos hasta hacerla gemir y pedirle a gritos que la hiciera suya una vez más.
No habría sabido explicar por qué, pero le molestaba que fuese capaz de distanciarse de ese modo. Era su esposa. Debería entregarse a él en cuerpo y alma.
Molesto también consigo mismo, Sesshomaru trató de concentrarse en asuntos más importantes.
—Estoy completamente seguro —dijo—. A pesar de que di orden de que volvieran a Inglaterra si me apresaban, no tengo duda de que no se habrán marchado sin mí.
—Debes de sentirte orgulloso de contar con semejante lealtad —murmuró ella.
—Lo estoy, sí —respondió sin demasiada convicción, pues le preocupaba cómo iba a reaccionar Miroku al verlo aparecer con ella—. Sin embargo creo que debo advertirte de que hay alguien que quizá no se muestre demasiado cordial.
—¿Quién?
—Miroku, lord Houshi.
—¿Es parte de tu tripulación? —el cansancio apenas le permitía hablar.
—Somos amigos desde el colegio —Sesshomaru clavó la mirada en la densa arboleda que flanqueaba el camino e hizo que el caballo aminorara el paso. Estaban muy cerca de poder huir para caer en una trampa—. Lo cierto es que Miroku es para mí un hermano, más que Inuyasha.
—Sin duda tenéis más en común.
—Desde luego —asintió, sorprendido de que comprendiera tan fácilmente la estrecha relación que lo unía a Miroku, pues mucha gente no entendía que estuviesen tan unidos. Gente como su madre, que siempre se quejaba de que le dedicara tanto tiempo y tan poco a su hermano—. Los dos éramos herederos de las propiedades de nuestros respectivos padres y siempre supimos que tendríamos que hacer frente a muchas responsabilidades. No siempre fue fácil para dos jóvenes ansiosos por vivir las mismas aventuras que los demás.
—Claro —murmuró ella con cierta amargura—. A menudo los padres esperan demasiado de sus hijos.
Sesshomaru le puso la mano en la pierna y le hizo una promesa con la mirada.
—Mitzuo Higurashi no volverá a intimidarte nunca más —juró, pues ya había decidido que hablaría con Higurashi Wells en cuanto regresara a Inglaterra. Tenía que hacerle entender que no podría acercarse a Kagome nunca más a menos que él estuviese presente—. Te lo aseguro.
Le sorprendió verla sonrojarse y bajar la mirada tímidamente.
—¿Por qué crees que lord Houshi no va a mostrarse cordial? —le preguntó entonces—. ¿Es que le parece mal que no pertenezca a la nobleza?
Sesshomaru lamentó tener que hablar de algo tan incómodo, pero lo cierto era que no podía confiar en que su amigo fuera a comportarse. Por desgracia aquello no haría sino recordar a Kagome los prejuicios que él mismo había tenido hacia ella.
—No le gustó que nos casáramos con tanta premura —admitió a regañadientes.
—¿Ni que mi padre te obligara a aceptarme por esposa mediante el chantaje? —quiso saber, a pesar de la evidente tensión que le estaba provocando la conversación.
—Digamos que no hizo que mejorara su opinión al respecto.
Hubo un momento de silencio antes de que Kagome respirara hondo y volviera a hablar.
—No lo culpo por ello. Es lo mismo que piensa toda la alta sociedad londinense, no tengo ninguna duda.
—No temas —le dijo en tono tranquilizador y desenfadado—. En cuanto te conozca, Miroku llegará a la conclusión de que eres demasiado buena para mí.
Kagome meneó la cabeza al oír aquellas palabras.
—No lo creo.
—Confía en mí.
—¿Y el resto de la gente?
—Lo que menos les preocupará sobre mi familia es con quién estoy casado —le recordó con pesar.
Detuvo el caballo un momento para volver a examinar el terreno. El sol se acercaba ya al horizonte, tiñendo el cielo de tonos rojizos que se adivinaban entre la incipiente niebla. A lo lejos, se oían ruidos de animales pequeños entre la vegetación, pero cerca de ellos, no había más que silencio.
Lo que quería decir que había alguien por allí.
—No te muevas, Kagome —le ordenó en voz baja mientras se lamentaba de no haber encontrado un momento para hacerse con un arma que supliera a las que le había quitado Koga Wolf.
—¿Qué ocurre?
Sesshomaru se colocó deliberadamente delante del caballo, preparado para hacer que se desbocara si era necesario.
—Salga de ahí —gritó.
Se oyó movimiento detrás de un árbol y enseguida apareció delante de ellos un hombre delgado con una sonrisa burlona en los labios.
—Los años te están volviendo más lento, Inugami —Miroku se guardó la pistola bajo la capa—. Podría haberte utilizado para practicar mi puntería.
Sesshomaru sintió un profundo alivio al ver a su amigo, sin embargo lo primero que hizo fue dedicarle una mirada de reprobación.
—Y tú has perdido oído con la edad —replicó—. Te ordené que volvieras a Inglaterra.
Miroku se encogió de hombros.
—Sabía que podrías con esos estúpidos franceses.
—En realidad escapamos gracias a Kagome —aclaró volviéndose hacia su acompañante para ayudarla a desmontar. Apenas se había bajado, la apretó contra sí—. Ha sido muy hábil.
Miroku observó atentamente el protector gesto de su amigo.
—Me lo imagino.
Sesshomaru le lanzó una mirada de advertencia.
—Miroku…
Kagome carraspeó mientras ellos dos se miraban duramente.
—¿Está cerca el barco?
—Al otro lado de esos árboles —le respondió Miroku sin apartar los ojos de Sesshomaru.
—Gracias a Dios —murmuró—. ¿Qué vamos a hacer con el caballo? No podemos dejarlo abandonado.
—Sabrá volver solo a su casa —aseguró Sesshomaru.
Con un par de palmadas en el lomo, el animal se dio media vuelta y echó a trotar en dirección contraria.
—¿Estás seguro?
—¿Quién iba a querer un caballo tan lento?
Kagome sonrió, consciente de que a Sesshomaru le hacía gracia que se preocupara tanto.
—Me da lástima pensar que va a estar deambulando por ahí él solo.
Miroku resopló. Sesshomaru lo miró de reojo.
—Miroku, vuelve al barco y encárgate de que le preparen un baño caliente a mi mujer.
—Como quieras —dijo, apretando los puños, pero sin querer provocar una pelea estando en territorio enemigo.
Sesshomaru esperó a que su amigo se hubiera alejado para agarrar a Kagome del brazo y echar a andar tras él.
—No te preocupes por él.
Kagome sonrió sin ganas.
—Para ti es fácil decirlo. La verdad es que es tiene una mirada muy... intimidante.
No era así como lo habría descrito Sesshomaru en esos momentos.
Más bien habría dicho que era un estúpido odioso.
—Hablaré con él.
—No —se apresuró a decirle ella—. Prefiero que no lo hagas.
—¿Por qué?
—Es tu amigo y se preocupa por ti —le explicó con un gesto indescifrable—. No puedo culparlo por ello.
—No voy a permitir que...
Kagome le puso un dedo sobre los labios.
—Ahora prefiero pensar en el baño caliente que me espera que en la opinión que tiene de mí lord Houshi. Eso lo dejo para otro día.
Sesshomaru guardó silencio porque no quería disgustarla, pero decidió que hablaría con su amigo en cuanto tuviese oportunidad.
Siguieron caminando en silencio y, cuando por fin salieron del bosque, apareció ante ellos la escarpada costa.
Kagome apretó los labios al ver el acantilado, pero siguiendo su costumbre de afrontar las dificultades sin protestar, se agarró con fuerza al brazo de Sesshomaru y dejó que la guiara por el angosto sendero.
Además de la pendiente, el suelo estaba lleno de pequeños guijarros que se movían cada vez que ponían un pie, haciendo que resultara muy fácil resbalar y perder el equilibrio. No obstante, poco a poco consiguieron ir descendiendo y llegar por fin a la base del acantilado.
Sesshomaru le concedió unos segundos para recuperar el aliento antes de echar a andar hacia una roca detrás de la cual los esperaba un barco de remos con un corpulento marinero que ayudó a Kagome a subir a bordo y después los llevó hasta el barco remando a toda velocidad.
Ante la atenta mirada de Sesshomaru, Kagome miró boquiabierta aquella impresionante embarcación construida por los mejores artesanos de Inglaterra y con la que podrían capear cualquier temporal. No era un barco grande, pero estaba diseñado para navegar con comodidad y rapidez, no para impresionar a nadie.
Sesshomaru frunció el ceño al darse cuenta de que la tripulación estaba preparándose para zarpar y llevarlos de vuelta a Inglaterra de inmediato. Apretó los dientes mientras ponderaba sus planes, con mucho cuidado de que Kagome no adivinase nada en su gesto.
Acudieron a recibirlos al menos una docena de marineros, todos ellos sonriendo, orgullosos de que su patrón hubiese conseguido colarse en territorio enemigo, salvar a su esposa y regresar sano y salvo.
Pero, claro, no lo sabían todo, pensó Sesshomaru mientras llevaba a Kagome a los camarotes.
Pasaron por el salón antes de llegar a su camarote.
—Madre mía —exclamó Kagome al entrar.
Disfrutó de ver el modo en que miraba los muebles de madera maciza, solo la manta verde de la cama y los accesorios de latón ponían una nota de color a una estancia dominada por el elegante tono marrón de la madera de nogal.
—¿Te gusta?
Ella se acercó y pasó la mano por el escritorio decorado con taracea de madera de teca.
—Mucho.
—Lo diseñé yo.
Kagome lo miró, sorprendida.
—¿Tú?
Sesshomaru meneó la cabeza, pero no porque a ella le sorprendiera que lo hubiera hecho él, sino por su absurda necesidad de presumir.
—¿Por qué te sorprende?
—No sé, es tan...
—¿Qué?
—Acogedor.
Sintió un escalofrío al ver el modo en que paseaba los dedos por la madera, los mismos dedos que lo habían acariciado apasionadamente hacía solo unas horas.
Probablemente era indecente desear con tal ferocidad a su propia esposa, pero lo cierto era que solo de recordarla sentada encima de él, con el rostro sonrojado por la excitación, experimentó una erección tan intensa como dolorosa que le obligó a cambiar de postura y a maldecir entre dientes. Lo único que le frenó para no tumbarla sobre la cama en ese mismo momento fue el saber que los criados le estaban preparando el baño.
Así pues, lo que hizo fue llevarla hasta la habitación contigua, de diseño parecido a aquella.
—A veces resulta pesado ser lord y esta es una de las cosas que me ayudan a escapar.
Kagome arqueó las cejas, aparentemente sorprendida por sus palabras.
—No se me había ocurrido pensar que pudiera resultarte pesado.
¿De verdad creía que le gustaba estar rodeado de frío mármol y de aduladores? ¿Que realmente deseaba tener un ejército de criados que se ofendían profundamente si intentaba distender el ambiente y reducir el grado de formalidad?
—Este título conlleva muchos privilegios, pero también numerosas obligaciones —trató de explicarle.
Kagome se volvió hacia él y le acarició la mandíbula en un gesto de comprensión, lo que le provocó una peligrosa emoción que lo llevó a poner la mano sobre la de ella y apretársela contra la cara.
No habría sabido decir cuánto tiempo estuvieron así, en silencio, perdidos el uno en la mirada del otro, pero el momento llegó a su fin con la llegada de dos marineros que colocaron la bañera de cobre en el centro del camarote, además de dos cubos con más agua caliente.
Las curiosas miradas de sus hombres hicieron que Sesshomaru se apartara de ella y le señalara el arcón que había al fondo del camarote.
—Ahí encontrarás todas tus cosas —junto a la ventana había una cuerda—. Si necesitas algo, solo tienes que tirar de aquí y enseguida vendrá alguien.
Kagome frunció el ceño.
—¿Tú adónde vas?
—Tengo que hablar con el capitán.
—¿Zarparemos pronto?
—Sí.
—Gracias a Dios.
Estaba perdiendo un tiempo precioso, pero no pudo contenerse, así que se acercó a ella, la agarró de la cintura y la besó en la boca.
—Disfruta del baño y luego descansa un poco —le ordenó, ya desde la puerta—. Haré que te traigan algo de comer en cuanto nos pongamos en movimiento.
Kagome POV
Después del baño, Kagome se puso un vestido de muselina color marfil, adornado con lazos verdes y mangas de farol. La tensión que sentía en la boca del estómago era ya casi insoportable.
Se recogió el pelo en una trenza rápida, se puso unas botas de piel y salió en busca de su marido.
Seguramente estaba exagerando.
No había nada extraño en que Sesshomaru siguiera hablando con el capitán o quizá examinando a la tripulación que oía moverse de un lado a otro de la cubierta. O quizá lo había entretenido lord Houshi, que sin duda trataría de hacerle ver los numerosos motivos por los que debía abandonar a la actual lady de Inugami.
Pero no podía quitarse de la cabeza la agitación que había visto en su mirada incluso estando ya sanos y salvos en el barco o ese beso tan intenso que le había sabido a... despedida.
Le había ocultado algo y tenía la terrible sospecha de que sabía de qué se trataba.
No encontró nadie en el camarote de al lado, así que pasó por el salón y fue directamente a cubierta. No le sorprendió ver el cielo casi oscuro, pero se le encogió el corazón al sentir el movimiento.
Dios, no. Estaban alejándose de la costa.
Se quedó paralizada durante unos segundos, buscando frenéticamente con la mirada a Sesshomaru entre los marineros y, cuando por fin tuvo que aceptar que no estaba, se le heló la sangre en las venas.
—Debería estar bajo cubierta, milady —le dijo la voz fría de lord Houshi—. Nos disponemos a soltar amarras.
Kagome lo miró con impaciencia, sin importarle lo que él pudiese pensar.
—¿Dónde está Sesshomaru?
El alto caballero se encogió de hombros.
—En su camarote. Me dijo que necesitaba darse un baño y le di la razón.
Se llevó una mano al estómago. Dios, ya era demasiado tarde.
—Tiene que detener el barco.
Como era de esperar, lord Houshi la miró como si hubiese perdido el juicio.
—Los barcos no se detienen así como así.
Hacía unas semanas, el evidente desprecio que mostraba hacia ella aquel hombre la habría hecho acobardarse y habría hecho todo lo posible para evitar cualquier confrontación.
Sin embargo ahora se cuadró de hombros y apuntó al temible lord Houshi con el dedo. Sesshomaru la necesitaba y estaba dispuesta a enfrentarse al mismísimo demonio si hacía falta.
—No me importa lo que tenga que hacer para detenerlo, hágalo —espetó—. Tengo que volver a tierra.
—¿Por qué? —preguntó, visiblemente sorprendido.
—Porque Sesshomaru no está en su camarote.
—Entonces estará con el capitán.
Kagome apretó los puños y miró hacia aquellos acantilados que, en la creciente oscuridad, parecían aún más imponentes.
¿Se atrevería a hacerlo?
Sesshomaru había confiado en ella al contarle la traición que había cometido Inuyasha, un precioso regalo viniendo de un hombre que no acostumbraba a sincerarse con nadie, y sabía que si ahora ella traicionaba esa confianza, su relación no tendría arreglo.
Pero, ¿debía dejar que la llevasen a Inglaterra mientras él se enfrentaba solo a su hermano? O, lo que sería peor, ¿caía en una trampa ideada por Koga?
La idea la hizo estremecer de pavor.
No. Fuera como fuera, no podía abandonar a Sesshomaru. Ya se enfrentaría a las consecuencias cuando volviera a estar a su lado en el barco.
Miró a lord Houshi a los ojos.
—No, Sesshomaru no está con el capitán —hizo una pausa para reunir el valor necesario y poder continuar—. Ahora mismo va camino de Calais.
Sus palabras fueron recibidas con un silencio ensordecedor tras el cual lord Houshi la agarró del brazo y la llevó a donde nadie pudiera oírlos.
—¿Por qué demonios iba a ir a Calais?
—Porque su hermano está allí escondido.
—¿Inuyasha? —meneó la cabeza—. ¿Qué hace Inuyasha en Calais?
Kagome miró hacia la costa con impaciencia y desesperación.
—Se lo explicaré más tarde —le dijo con una mirada de súplica—. Ahora debe dar orden de que detengan el barco.
Lo vio ponerse en tensión, preparándose para la batalla. Igual que habría hecho Sesshomaru, reconoció Kagome. Era evidente que aquellos dos hombres tenían en común algo más que el título. Lord Houshi tenía casi la misma mirada implacable que Sesshomaru cuando se ponía serio, por no hablar de ese aire de autoridad que desprendían con la misma naturalidad con la que respiraban aun cuando trataba de ocultarlo en su hablar despreocupado.
Sin embargo no dio orden alguna a los marineros, ni le pidió al capitán que echara el ancla. Simplemente se quedó mirándola.
—No —dijo por fin.
—¿No? —¿qué demonios le ocurría?—. ¿Es que no me ha oído? Sesshomaru no está a bordo.
—Pero fue él el que dio la orden de soltar amarras, lo que quiere decir que sabría que el barco partiría sin él.
—¿Y eso qué importa?
—Que quiere ponerla a salvo.
Kagome no prestó atención al tono de voz de Miroku, que hacía pensar que él personalmente habría preferido lanzarla por la borda e ir tras su amigo. ¿Qué más le daba lo que pensara de ella siempre y cuando la ayudara a encontrar a Sesshomaru?
—Él ahora mismo no piensa con claridad.
—En eso le doy la razón, pero yo no puedo ir en contra de sus deseos.
—No sería la primera vez —tuvo el atrevimiento de recordarle—. Según me dijo, le ordenó que volvieran a Inglaterra y usted no lo hizo.
Miroku la miró con obstinación.
—Soy libre de poner en peligro mi propia vida si así lo deseo, pero creo que Sesshomaru no me perdonaría que pusiera en peligro la de su mujer.
Kagome levantó las manos con frustración y desesperación.
—Esto es ridículo.
Apenas había dado un paso cuando lord Houshi la agarró del hombro y le dio media vuelta.
—¿Adónde va?
—Si usted no da la orden al capitán, tendré que hacerlo yo.
—No la obedecerá.
Ella irguió la espalda y levantó la cabeza.
—Soy la lady de Inugami, haré que me obedezca.
Lord Houshi arrugó el entrecejo mientras la miraba fijamente como si fuera la primera vez que la veía.
—Por mucho que sea usted la lady, estos hombres no desobedecerán a Sesshomaru.
No había duda de que decía la verdad.
—Lo sabía —protestó—. Sabía que este título sería tan inútil como pretencioso.
—Si eso fuera cierto, no habría podido atrapar a mi amigo y obligarlo a casarse.
—Yo no tuve nada que ver con... —se mordió el labio, dejando la frase a medias. Le apartó la mano para poder agacharse a desabrocharse las botas—. Piense lo que quiera. No tenemos tiempo.
Lo oyó maldecir entre dientes mientras la veía descalzarse y quitarse las medias. Su padre la había obligado a aprender a nadar siendo muy niña y estaba segura de no haberlo olvidado.
No sabía qué haría cuando llegase a tierra sin zapatos y sin medias, pero ya lo pensaría cuando estuviera allí.
—Espere —rugió lord Houshi—. ¿Es que se ha vuelto loca?
Lo miró un instante sin decir nada, para que pudiera ver la determinación reflejada en su rostro.
—No voy a permitir que Sesshomaru vaya solo a Calais —respondió.
Miroku volvió a maldecir mientras miraba a la costa, que se alejaba más y más.
—¿Está en peligro?
—Puede que no en peligro físico —admitió—, pero sé que me va a necesitar.
Él volvió a mirarla.
—¿Piensa nadar hasta la costa?
—Si es necesario.
Lord Houshi se quedó inmóvil, debatiéndose entre obedecer a Sesshomaru u obedecer a sus instintos e ir tras él.
Por fin meneó la cabeza y echó a andar con paso firme.
—Capitán...______________________________________
P.D: Agradecería su apoyo y si no fuera molestia algunos review. Gracias de antemano por darse un tiempo en leer esta historia.
______________________________________¿Díganme si no se comporta como todo un patán Miroku?
¿A quién más le da ganas de ahorcar a lord Houshi?
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Tiempo de Traiciones
RomanceDespués de que la abandonaran en el altar, Kagome Higurashi Sellers sufrió una nueva humillación: ¡tener que casarse con un sustituto! El hermano mayor de su prometido huido había decidido afrontar las consecuencias de la irresponsabilidad de su her...