CAPÍTULO 19

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Los personajes de INUYASHA no me pertenecen sino a RUMIKO TAKAHASHI
Esta obra pertenece a ROGERS ROSEMARY, ha sido adaptada y modificada por mí
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(LOS PERSONAJES DE SESSHOMARU, MIROKU, KOGA Y AYAME PUEDEN TENER OoC)
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CAPÍTULO 19

Kagome POV
Kagome dejó que Sesshomaru agarrara la pistola después de haberse guardado la daga de Koga. Solo quería escapar de allí y volver al barco, pero tenía la sensación de que no iba a ser tan sencillo.
—¿Sesshomaru? —murmuró, segura de que él ya tenía un plan.
Como era de esperar, su marido le dedico una sonrisa de confianza.
—Vamos a necesitar una vela, querida.
—Muy bien.
Agarró una de las que iluminaban la habitación y pudo comprobar con alivio que sus temblores habían disminuido y sentía las rodillas más firmes.
—Ahora necesito que lleves a Ayame al pasadizo, Koga y yo os seguiremos.
La aludida fue directamente a la entrada del pasadizo sin hacerse esperar y Kagome se apresuró a acompañarla. No estaba de humor para perseguirla si decidía salir corriendo.
Oyó a su espalda los pasos de los dos hombres. La luz de la vela iluminaba débilmente los muros de piedra cubiertos de polvo y el bajísimo techo de madera.
—¿Por dónde? —preguntó.
—A la derecha —respondió Sesshomaru—. Vas a ver unas escaleras que conducen a las bodegas.
Kagome siguió caminando al lado de Ayame, haciendo como si no oyera los correteos de los ratones porque los roedores eran el menor de sus problemas.
—Lo siento, pero no podía permitirle que matara a Sesshomaru —le dijo a Ayame al llegar a las escaleras, para distraerse y no pensar en lo nerviosa que estaba.
La otra mujer se levantó las faldas y comenzó a bajar con cuidado.
—¿Habrías apretado el gatillo?
Kagome apretó los labios. No lamentaba haber hecho lo único que estaba en su mano para salvar a Sesshomaru, pero prefería no pensar demasiado en ello porque hacía que se plantease si había heredado la naturaleza despiadada de su padre.
—Sinceramente, no lo sé —respondió.
Hubo una breve pausa.
—Supongo que debo darte las gracias.
—¿Por qué?
La francesa esbozó una sonrisa.
—Nunca me habría atrevido a pensar que Koga fuera a escogerme a mí por encima de su lealtad hacia Francia —la miró de reojo antes de añadir—. Y del deseo que siente por ti.
A Kagome le costaba creer que una mujer de la experiencia de Ayame no se hubiese dado cuenta de lo que Koga sentía por ella. Era la clase de mujer a la que debían de haber adorado decenas de hombres. Pero quizá hasta las mujeres hermosas se sintieran inseguras cuando su corazón estaba en juego, pensó con cierto asombro.
Era extraño después de haber dado por hecho durante años que todas aquellas bellas debutantes no se veían acosadas por las dudas.
—Koga te ama, pero es demasiado terco como para reconocerlo —le aseguró.
—No digas eso, s’il vous plait.
A Kagome le sorprendió la respuesta de la otra mujer, que además parecía compungida.
—¿Por qué? Tú misma acabas de decir que ha demostrado que le importas.
—Admito que pueda tenerme cariño —susurró para que los hombres no pudieran oírla—. Y es lógico que se sintiese obligado a protegerme al verme en peligro, pero no soy tan tonta de creer que podría ofrecerme algo más.
Kagome le apretó el brazo a Ayame, pues recordaba la profunda tristeza que había sentido ella cuando Sesshomaru la había enviado a Carrick Park. En ese momento se había convencido de que pasaría el resto de su vida sola y sin amor.
Sin embargo ahora...
Bueno, ya no estaba tan segura sobre su futuro.
—Tener esperanza no es de ser tonta.
—Casi me convences —dijo Ayame con un suspiro y luego la miró—. Kagome.
—¿Sí?
—No dudes que, de haber estado en la situación opuesta, yo habría apretado el gatillo.
Aquella confesión estuvo a punto de hacer tropezar a Kagome con el último peldaño.
—Lo tendré en cuenta.
 
Sesshomaru POV
Sin apartar la pistola del costado del hombre que caminaba junto a él, Sesshomaru vigilaba atentamente a las damas que iban delante. Iban susurrando como si fueran viejas amigas, pero él no era tan confiado como Kagome. Ayame no era la típica doncella de la alta sociedad que se conformaba con depender de la protección de un caballero. No dudaba de que, bajo aquella belleza exótica, había una mujer peligrosa como un asesino.
Por suerte no hizo el menor intento de atacar a Kagome y, al llegar al final del pasadizo, la preocupación de Sesshomaru se centró en la puerta cerrada que encontraron en su camino. No iba a pasar a las bodegas sin estar seguro de que no les esperaba ninguna sorpresa desagradable al otro lado de la puerta.
Con la suerte que tenía últimamente, no le extrañaría descubrir al mismísimo emperador y a todo el ejército francés.
—Espera, Kagome —le ordenó yendo tras ellas y arrastrando consigo a Koga.
Apagó la vela que llevaba su mujer y la echó a un lado antes de abrir la puerta lentamente, apuntando a la oscuridad.
—¿Miroku? —llamó en voz baja.
Se oyó un movimiento y luego se hizo la luz y apareció Miroku con una vela en la mano.
—No me dijiste que pensaras traer invitados —dijo su amigo al ver a Koga y a Ayame.
Inuyasha dio un paso adelante, mirando con mala cara al que hasta hacía nada había sido su socio.
—¿Qué demonios haces con ese hijo de perra? Tenemos que salir de aquí cuanto antes.
Koga se echó a reír al ver la tensión de Inuyasha.
—Otra vez convertido en traidor, ¿verdad, Inuyasha?
—Solo intento subsanar mis errores —matizó él—. O al menos uno de ellos, porque nunca podré reparar todo el daño que he hecho.
—Si no supiera que eres un gusano egoísta capaz de vender su alma al mejor postor, estaría impresionado —replicó el francés.
Inuyasha siguió mirándolo, con los ojos oscurecidos por la culpa.
—Fue culpa tuya que me involucrara en un asunto tan desagradable —lo acusó—. Si no te hubieras ofrecido a pagar mis deudas, jamás me habría visto tentado.
—Das lástima.
Miroku apartó a Inuyasha y miró a Sesshomaru con impaciencia.
—¿Y bien?
—Ya no es necesario que salgamos a escondidas, podemos volver al barco en el cómodo carruaje de monsieur Wolf.
—¿Y los soldados? Tienen la casa rodeada.
—La presencia de Wolf nos protegerá.
—¿Estás seguro de que es buena idea? —siguió preguntando su amigo—. No tenemos ninguna garantía de que algún soldado ambicioso esté dispuesto a sacrificar a su jefe con tal de impedir que escapemos y ganarse un ascenso, recuerda que ante todo tiene sangre inglesa.
Era una preocupación lógica. Incluso aunque los soldados fueran leales a Wolf, cabía la posibilidad de que a alguno se le escapara un tiro al ver que secuestraban a su líder. Y una vez que hubiera un primer disparo, no habría manera de detener el ataque.
—Deberías hacer caso a tu amigo, Inugami —intervino Koga, interrumpiendo el debate interno de Sesshomaru—. Mis hombres no dejarán que escapéis.
No había ninguna alternativa segura, pero si había algo que tenía claro era que no podrían esconderse en la casa mucho más tiempo. Y cuanto más esperaran, más probable sería que los guardias buscaran el apoyo de los soldados apostados al otro lado de las murallas de la ciudad.
—Es un riesgo, pero en el carruaje estaremos más protegidos que si tratamos de huir a pie y además llegaremos más rápido —concluyó.
Kagome se colocó a su lado, pálida pero decidida. Su pequeña guerrera.
—Cuando nosotros llegamos, había un carruaje en la puerta de la casa —le informó.
Sesshomaru dedujo que debía de ser el mismo que había utilizado Koga para llevarlos a Inuyasha y a él hasta allí.
—Tú primero, Inuyasha.
—Pero... —su hermano lo miró y meneó la cabeza con resignación—. Supongo que piensas que merezco que me maten como a un perro callejero.
—Lo que pienso es que conoces el camino para salir de aquí —aclaró Sesshomaru con exasperación.
—Ah —Inuyasha se encogió de hombros y dio media vuelta—. Por aquí.
Sesshomaru volvió a apuntar a Koga con la pistola y lo obligó a echar a andar.
—Miroku, ¿podrías escoltar tú a mademoiselle Linghinton?
Miroku asintió y agarró a Ayame del brazo.
—No —protestó Koga—. Ella se queda aquí.
Pero Sesshomaru no estaba de acuerdo.
—La soltaré en cuanto lleguemos al barco. Hasta entonces pienso tenerla muy a mano.
—Ni rastro de la supuesta caballerosidad de los nobles ingleses.
—Puede que mostrara más caballerosidad si no hubieses secuestrado a mi mujer.
Le lanzó una mirada a Kagome y fueron poniéndose en marcha uno a uno hacia el pasadizo lateral. Una vez en la puerta, Sesshomaru abrió muy despacio e hizo salir a Koga al estrecho porche. No tardaron en aparecer varios guardias uniformados, alumbrados por la luz de las antorchas y con una expresión de curiosidad que se transformó en furia en cuanto vieron que Sesshomaru le ponía la pistola en la sien a Koga.
—Diles que dejen las armas en el suelo y que se aparten del carruaje —le ordenó al “francés” en un tono de voz que daba a entender que apretaría el gatillo al menor descuido.
Koga se tensó como si se le estuviera pasando por la cabeza llevar a cabo un ridículo acto de heroísmo, pero después recuperó la cordura y dio las órdenes esperadas a sus hombres.
Los guardias obedecieron a regañadientes, aunque Sesshomaru no era tan tonto de pensar que no tenían más armas escondidas bajo los uniformes.
—Inuyasha, si fueras tan amable de agarrar todas las armas —le pidió a su hermano mientras bajaban los escalones del porche.
Inuyasha se quedó con un arma, le dio otra a Miroku y tiró todas las demás a un tonel lleno de agua que había cerca.
Miroku se acercó a Sesshomaru sin soltar a Ayame.
—¿Quieres que la meta en el carruaje?
—Sí, necesito que Inuyasha y tú os subáis también para que no haya ninguna sorpresa desagradable.
Una vez que las dos mujeres estuvieron sentadas en el coche, subió también Koga, que iba farfullando su deseo de ver caer a todo el imperio enemigo.
Sesshomaru se dispuso a unirse a los demás mientras que Inuyasha se dirigía a la parte superior del carruaje para llevar las riendas.
—No —protestó Miroku, echándolo a un lado—. Te vi conducir un día por St. James Street y heriste por lo menos a una docena de peatones antes de volcar y destrozar el carruaje.
—Estaba borracho —se excusó Inuyasha.
—No lo dudo, pero de todos modos eres un torpe que supone un peligro para todo aquel que esté cerca de tu coche —respondió Miroku secamente.
—Debería haber dejado que os matarais el uno al otro en la biblioteca —murmuró Sesshomaru—. Vámonos de aquí, Miroku.
—Sí, señor —respondió su amigo, que cerró la puerta en cuanto Sesshomaru se hubo subido y luego se puso a las riendas.
En cuanto estuvieron en la calle principal, puso rumbo al sur a tal velocidad que el carruaje se movía sin parar y los cascos de los caballos retumbaban en toda la calle.
Dentro del carruaje los pasajeros guardaron silencio. Las dos mujeres mantenían la espalda muy recta, sin duda incómodas por la amenaza de violencia que se respiraba en el ambiente. Frente a ellas, Sesshomaru seguía apuntando al “francés”, aunque también iba pendiente de la calle. Era difícil atacar a un coche en movimiento, pero no imposible, así que no pensaba bajar la guardia en ningún momento.
Pasaron como una exhalación por las puertas de la ciudad. Ya estaban en el campo, pero Sesshomaru seguía alerta pues había visto jinetes a lo lejos. El amanecer estaba ya tan cerca que quizá se tratara de comerciantes que se dirigían al trabajo, o quizá nobles borrachos que intentaban llegar a casa después de pasar la noche jugando y divirtiéndose.
Claro que él habría apostado hasta su última libra a que eran los guardias de Koga que los perseguían.
Habían recorrido ya varios kilómetros cuando Miroku se vio obligado a aminorar el paso porque debían tomar el estrecho camino que conducía a la costa. Los movimientos del carro se convirtieron en un traqueteo que los hacía levantarse del asiento cada vez que pasaban por encima de una piedra o de algún tronco caído que a veces parecía que fueran a impedirles continuar. Sesshomaru apretó la mandíbula mientras miraba a Kagome, que iba agarrada a un asidero de cuero. Era tan menuda que no dejaba de pegar botes como si fuera una muñeca de trapo.
Cuando por fin se detuvieron, Sesshomaru se inclinó a abrir la puerta.
—Koga, te agradecería que salieras el primero —dijo—. No quiero que los guardias que hayan podido seguirnos se pongan nerviosos.
—Cobarde —murmuró el francés.
—Precavido —corrigió Sesshomaru y miró a las dos mujeres—. Y no olvides que tu vida no es la única que corre peligro.
—Vuelve a amenazar a Ayame y te...
—¿Sí?
El “francés” lo miró con el más absoluto odio.
—No me tientes.
—Se hace tarde y tengo ganas de darme un buen baño caliente antes de meterme en la cama —le apretó la sien con la pistola—. Ahora muévete o acabaré llegando a la conclusión de que no merece la pena dejarte con vida.
—Alimaña.
Sesshomaru esperó a que hubiese salido Koga para hacerlo él también y se echó un lado para vigilar el terreno. Cerca de la explanada donde se encontraban solo se podía ver una hilera de árboles a un lado y, en el otro, el mar.
Tras comprobar que no se oían disparos, Sesshomaru se dirigió a Ayame.
—Mademoiselle Linghinton —le hizo un gesto para que supiera que debía salir.
Pero al ver que Kagome se disponía a ir tras ella, levantó la mano para impedírselo.
—Un momento, querida.
Ella arrugó la nariz y lo miró a los ojos.
—Sí, ya lo sé, Sesshomaru. No voy a hacer ninguna tontería.
Se le encogió el corazón con una emoción que no conocía mientras admiraba la belleza de su rostro. ¿Cuándo había aprendido de memoria todos y cada uno de sus rasgos? ¿Habría sido ya en la ceremonia o quizá incluso antes de verse obligado a pasar por el altar?
—Supongo que no me harías dicha promesa —quiso saber él.
Sus magníficos ojos color zafiro se oscurecieron, llenos de valentía.
—No puedo.
—Sabes que si te ocurriera algo...
Kagome le puso la mano sobre la boca para acallar sus preocupaciones.
—No va a pasar nada. Ya tenemos el barco a la vista.
Le agarró la mano y, antes de retirársela, le dio un beso en la muñeca, donde podía sentirle el pulso.
—Pero aún no estamos a bordo. Hasta que lo estemos, no pienso perderte de vista.
Vio cómo se le ruborizaron las mejillas.
—¿Y cuando estemos?
El calor estalló entre ambos cuando Sesshomaru se acercó y la besó apasionadamente.
—Pienso pasar el viaje entero disfrutando de ti.
Durante un momento de locura, Sesshomaru no fue consciente nada más que de la suavidad de su boca y del escalofrío de excitación que le recorrió el cuerpo. Hasta que oyó unos pasos que se acercaban y lo devolvieron a la realidad.
—Sesshomaru, ¿piensas pasar aquí mucho más tiempo? —quiso saber su hermano, con evidente impaciencia.
No le quedó más remedio que soltar a Kagome y dejar que se bajara del carruaje.
—Miroku, vigila a los prisioneros mientras yo le hago una señal al capitán —le pidió a su amigo.
Se acercó al borde del acantilado y, desde allí, movió varias veces el farol del carruaje para hacerle saber al capitán del barco que debía enviar un bote a la costa.
—Quizá no haga falta esperar —comentó Miroku cuando volvió junto a ellos—. Yo dejé un bote escondido entre las rocas, puedo ir a ver si sigue allí.
Sesshomaru consideró la idea un momento antes de asentir sin demasiada convicción porque no quería que Miroku se quedara solo, pero lo cierto era que cuanto antes pudieran bajar del acantilado mejor. Era como estar en una trampa.
—Ten cuidado —le ordenó—. Estoy seguro de que nos han seguido.
—Lo tendré —Miroku lanzó una mirada de soslayo a Inuyasha—. Pero me preocupas más tú. No olvides que tienes más de un enemigo al que vigilar.
Inuyasha dio un paso hacia ellos, ofendido.
—Vete ya a ver si está el maldito bote, Houshi.
Miroku se dio media vuelta y comenzó a descender por el traicionero sendero, pero no sin antes lanzarle una última mirada de desprecio a Inuyasha.
Mientras rezaba para que no le pasara nada a su amigo, Sesshomaru miró a los demás. Koga y Ayame se encontraban en el centro de la pequeña explanada, pero Kagome se había apartado de ellos para situarse junto al carruaje, donde sería my difícil que la alcanzara algún posible disparo. Sesshomaru no pudo evitar sonreír de orgullo.
¿Cómo había podido pensar alguna vez que podría ser feliz con una señorita de la alta sociedad que se habría pasado los últimos días gritando de histeria.
Con un último vistazo a la mujer que se había convertido en parte esencial de su vida, Sesshomaru se volvió y vio el gesto de frustración de Koga.
—Prometiste que soltarías a Ayame —le recordó.
—Podrá volver a Calais en cuanto estemos lejos de la costa.
Pero Koga no se quedó contento.
—¿Vas a dejar a una mujer sola en medio de la nada? —al decir eso miró a Kagome, recordándole a Sesshomaru su decisión de enviar a Carrick Park a la mujer con la que se había casado solo unas horas antes—. Claro que vas a hacerlo. Parece que lo tienes por costumbre.
El muy imbécil.
Sesshomaru pasó por alto la provocación con cierto esfuerzo.
—Seguro que tus soldados están encantados de protegerla.
—Si tan seguro estás de que están cerca, ¿por qué no dejas ya que Ayame vaya con ellos?
—Porque no quiero alentarte a hacer alguna estupidez —respondió Sesshomaru—. Su presencia hará que te comportes hasta que lleguemos al barco.
—¿Entonces vas a llevarme a Inglaterra?
—Antes no te importó ir de visita —le recordó en tono de burla.
—Deduzco entonces que vas a delatarme como espía.
—Eso es algo que tendrá que decidir una autoridad más importante que yo.
—¿Y tu hermano?
Sesshomaru se tensó, pero no quería pensar en las difíciles decisiones que le esperaban al llegar.
—Inuyasha ya no es asunto tuyo —se limitó a decirle.
—¿Estás seguro? Yo diría que su futuro está enteramente en mis manos.
Había una clara amenaza en sus palabras, lo que llevó a Sesshomaru a agarrar del brazo al “francés” y llevárselo al otro lado del carruaje, donde nadie pudiera oírlos.
—¿Qué quieres decir?
Koga se zafó de su mano y se sacudió la manga de la chaqueta como si se la hubiese manchado con solo tocarlo.
—Una vez que me entregues a las autoridades me someterán a todo tipo de interrogatorios y no podré ocultar el valioso servicio que me ha prestado tu hermano robando información del Ministerio de Interior. Eso lo arruinará para siempre, incluso puede que lo condenen a muerte.
Dios, no podía pensar en todo lo que se avecinaba.
—Inuyasha eligió su destino cuando decidió aceptar el trato que le proponías —se obligó a decir.
—Pero el destino se puede cambiar —Koga miró al perfil del barco, que había empezado a adivinarse con la primera luz del día—. Volved a Inglaterra sin mí y nadie sabrá nunca que Inuyasha es un traidor.
—Lo sabría yo.
Koga se echó a reír.
—Soy consciente de que eres un mojigato orgulloso que siempre se ha creído superior al resto de los mortales, pero pensé que habías aprendido algo de tu esposa.
Aquellas palabras lo hicieron estremecer. ¿Por qué? No era la primera vez que le llamaban mojigato orgulloso porque prefería mantener su dignidad en lugar de ir por ahí pavoneándose, y eso no le había granjeado muchas amistades.
Pero, tal y como había apuntado tan hábilmente el “francés”, con Kagome había cometido un error que lamentaría toda su vida al dejar que el orgullo lo impulsara a tomar una decisión injusta.
—¿Qué tiene que ver mi matrimonio con Inuyasha?
—Estuviste a punto de destruir a una mujer extraordinaria por tu empeño por castigarla.
—Yo nunca quise castigar a Kagome —se defendió.
—Non? —le preguntó Koga, mirándolo fijamente—. La creías culpable de haber llevado la vergüenza a la familia Inugami, ¿no es cierto? Y estabas impaciente por demostrarle a Mitzuo Higurashi y a toda la sociedad que no ibas a permitir que te avergonzaran —el francés meneó la cabeza con desprecio—. Si no llega a ser por su increíble valentía, Kagome habría acabado destrozada por culpa de tu sed de venganza.
Sesshomaru gruñó en silencio, tratando de luchar una vez más contra la imperiosa necesidad de darle un puñetazo a aquel cretino.
—No sabes absolutamente nada.
—Sé que estás amenazando con lanzar a tu hermano a los lobos solo para satisfacer tu orgullo, igual que hiciste con Kagome.
Sabía que Koga intentaba manipularlo, pero aquella acusación le llegó al alma.
—Kagome era inocente —le recordó, a él y a sí mismo—. Pero Inuyasha traicionó a su país a cambio de dinero. Si de verdad quisiera protegerme a mí mismo, ocultaría sus pecados en lugar de hacerlos públicos.
—¿Y tu orgullo? Sin eso, el lord de Inugami no es nada —siguió provocándolo—. Muchos fingirán estar horrorizados por los crímenes de Inuyasha, pero después se darán cuenta de que ya habían anunciado que tu hermano acabaría mal y, como es lógico, se compadecerán del pobre lord que se vio obligado a soportar el comportamiento de su hermano menor durante antes años y ha sido tan valiente de denunciarlo —hizo una pausa para mirar a Sesshomaru como un animal que miraba a su presa—. Serás todo un héroe nacional.
Sesshomaru apretó la pistola con fuerza, lamentándose de haber tenido que conocer a Koga Wolf.
—Dirías cualquier cosa con tal de evitar la horca.
Koga se encogió de hombros.
—Desde luego, pero eso no hace que mis palabras sean menos ciertas.

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P.D: Agradecería su apoyo y si no fuera molesta algunos review.
Gracias de antemano por darse un tiempo en leer esta historia.
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Traducción del idioma Francés

s’il vous plait – Por favor

Tiempo de TraicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora