Podría describirlo como un sueño, uno muy hermoso y tan efímero que no vi cómo se me resbalaba de la punta de los dedos.
Había llegado a un punto en mi vida en el que nada me importaba, me había visto envuelta en una profunda depresión. Me sentía exterior a las cosas que sucedían en mi vida, no me hallaba en ningún lugar, ni en el grupo más ruidoso de personas, ni con la música más alta. Simplemente, me sentía vacía. No es el sentimiento más grandioso del mundo y no me siento orgullosa tampoco de ese tiempo, pero tampoco puedo decir cómo y cuándo empecé a sentirme de esta manera. Supongo que nadie está consciente cuándo empieza a suceder. Me había sumergido en ese agujero negro dentro de mi mente y ya no veía una salida... Hasta que lo conocí.
No entendía cómo este pequeño hallazgo me había hecho recobrar mis pensamientos, me hizo volver a tener control de mi propio cuerpo. La inquietud que me provocaba al verlo, la curiosidad que sentía por descubrir quién era, por saber la verdad, me ayudó a seguir adelante con mi vida; se podría decir que iluminó una pequeña llama de esperanza dentro de mí al sentir el deber de ayudarlo y, a la vez, ayudarme.
Pasaba las noches sin dormir, desde que empecé a tener depresión todo en mí había caído: mi apetito, sufría de insomnio, hablaba menos. Habían noches en las que sólo me sentaba en mi cama y me quedaba viendo por la ventana. La luna y las estrellas eran lo único que me hacían sentir un poco mejor; en mis peores episodios de pánico, solía escabullirme de casa y me iba a caminar, el frío de la noche era lo único que me calmaba.
Tenía un gato, pero él llegó sólo (al igual que todo en mi vida). Un día caminaba de regreso del colegio y noté que me estaba siguiendo, quise evitarlo, pero se escabulló adentro, no pude negarle la entrada, ya caminaba de forma arrogante como si la casa fuese suya. Desde ese día lo llamé Mr. Darcy. A los dos nos gusta nuestro espacio, así que no podría decir que me hace compañía - Creo que me desvié un poco de la historia, pero consideraba fundamental de que supieran un poco más de mí -
Mi nombre es Abigail y tengo diecisiete años. Esta es la cantidad de información que puedo decir de mí sin mentirles, del resto no estoy segura. Vivo con mis tíos, pero no soy muy cercana a ellos, aunque me siento muy agradecida con ellos por haberme cuidado tanto tiempo. En el colegio tampoco destaco mucho, me dijeron que siempre estuve en mi mundo, pero que siempre había sido una niña alegre. Me estoy preparando para asistir a la universidad, tengo buenas notas a pesar de que todavía no me decida por una carrera; todos en clase se la pasan hablando de eso y a veces mi cabeza quiere estallar por sus voces. Amigos no tengo. Mr. Darcy es lo más cercano que tengo a un amigo, a pesar de que me ignore la mayoría del tiempo. Siempre fui dibujante, no diestras, pero me defendía; desde pequeña tenía sueños vívidos y apenas despertaba empezaba a dibujarlos, así fue cómo me enteré de que mis padres habían fallecido. Soñé una noche con un accidente y cuándo le mostré el dibujo a mi tía empezó a llorar descontroladamente, desde ese momento nos distanciamos.
Supongo que ya es hora de contar el tema principal de esta historia y todo empieza en la noche más fría de mi vida.
Una noche, como cualquier otra, yacía en mi cama. Otra vez no podía dormir. Rodé entre mis sábanas varias veces, hasta que un frío empezó a gobernar en mi recámara, lo único que hacia falta era la nieve (en mi país nunca nevaba, pero sí había invierno). Me puse de pie para buscar un abrigo y fue en ese momento cuándo lo vi por primera vez, estaba viéndome en una ésquina de la habitación, no podía verlo bien por lo oscuro que estaba, pero era evidente que se trataba de una figura masculina. Dejé mi abrigo caer y lo vi fijamente, en un pestañeo se esfumó. Regresé a mi cama y fingí estar dormida porque en el fondo me sentía un poco asustada, la noche se hacía cada vez más fría y con el tiempo quedé dormida.
Volví a despertar y desde mi cama lo vi otra vez de pie en la ésquina. Me senté y el resplandor de la luna me permitió ver un retazo de su rostro, parecía perdido.
- ¿Quién eres? - pregunté en medio de susurros.
Su expresión cambió, se notaba sorprendido de que pudiera hablarle. Desde que vi esa expresión dejé de tener miedo, me puse de pie y di pequeños pasos hacia dónde él estaba; ya estaba a menos de un metro de distancia y pude observarlo completo. Era alto y apuesto, sus ojos eran muy brillantes, pero su cabello era parecido al mío, castaño; llevaba puesto una camisa blanca y un jeans sencillo, no tenía zapatos puestos, estaba descalzo.
Se inclinó hacia atrás y dio la vuelta para irse, en un impulso contenido de extrema curiosidad, sujeté su mano para evitar que se alejara, pero eso sólo hizo que desapareciera junto a él.
Jamás creí que algo así fuera posible, nunca fui creyente de cosas paranormales y mucho menos de universos paralelos, pero allí me encontraba, siendo trasladada a un lugar del que nunca antes había visitado. Sentí que, por un momento, me desprendía de mi cuerpo; me sentía tan liviana como una pluma y no podía ver nada.
Abrí mis ojos y me encontré en un hermoso bosque, olía tan fresco, la brisa corría sin dirección alguna, todo era verde y lleno de vida, como si nunca hubiera sido visto por un ser humano, el cielo estaba despejado, pero la copa de los árboles tapaban el sol; sólo se veían los rayos en medio de las ramas. Era una vista verdaderamente hermosa.
El chico había desaparecido de mi vista, pero no me importó porque estaba cegada por esa vista. No se escuchaba nada más que el sonido de las aves. Empecé a caminar por el bosque y recostado de un árbol lo encontré, estaba mirando al vacío, se parecía a mí; enseguida notó mi presencia y se asustó.
-¿Cómo llegaste aquí? - Preguntó mientras se ponía de pie, estábamos a cierta distancia así que tuvo que alzar la voz.
-Creo que tú me trajiste. - Me fui acercando hasta llegar al frente suyo.
-Eso es imposible, ningún ser humano puede estar aquí.
-¿Qué eres entonces?
Los dos nos miramos, cerré los ojos por un momento y cuándo los abrí ya estaba de vuelta a mi habitación, estaba a punto de amanecer y no había rastro de ese chico, no tenía pruebas. Lo único que estaba era mi abrigo tirado en el piso frente a la ésquina dónde él estaba. No sé quién o qué era, pero me dio un buen tema de qué pensar durante todo el día.
Seguí con mi día de costumbre, sin poder sacarme esa escena de mi cabeza, ¿habrá sido real o fue un todo un sueño?
Los días pasaron, hice varios intentos de recrear esa noche para ver si lograba hacerlo regresar. Nada parecía funcionar y ya me estaba dando por vencida hasta que apareció en el momento menos esperado.
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DEAD IN LOVE
Teen FictionNo poder distinguir entre lo real y la fantasía, no saber si tu único amigo en verdad existe. Los sueños se apoderan de esta historia llena de esperanza y amor.