Obsesiones

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Pasó el día sin dar pre aviso y la ciudad hacía su propio ruido como de costumbre, pero se sentía el silencio dentro de ellas en ese apartamento. Abigail se mantuvo encerrada en la habitación viendo el resto de los vídeos, pudo ver con sus propios ojos como se lanzaba por las escaleras decidida a irse de este mundo. La vergüenza la abrumaba: "¿Cómo debieron sentirse sus tíos  cuando vieron esos vídeos por primera vez?"

Se veía claramente cómo pasó hambre, cómo caminaba durante la noche para evitar dormir, hasta las conversaciones que tenía consigo misma; fueron días oscuros que parecieron eternos para ella hasta el momento en el que se arrojó por las escaleras. La culpa por su forma descontrolada de actuar y todo lo que hizo sin pensar en el dolor que le provocaba a sus tíos la hicieron soltar un mar de lágrimas, tanto que parecía ahogarse en medio de ellas.

Adela la escuchaba lloriquear desde la sala y se asomó para asegurarse de que estuviese bien, la puerta estaba con llave, pero la abrió brevemente con una llave maestra; observó cómo parecía lamentarse con su computadora a un lado, se acercó un poco manteniendo la distancia y le preguntó. No obtuvo respuesta, pero al ver de cerca la pantalla asumió que su dolor provenía de los vídeos que le habían mandado en la mañana. Se sentó junto a ella y le pidió su confianza para contarle todo lo que la estaba perturbando. No eran cosas fáciles de decir y mucho menos de procesar para la otra persona, habían partes de la historia de ellos que ella no había querido contarle a la abuela de él, como el hecho de que ella había sido capaz de encontrarse con él en esa especie de limbo cuando tenía un accidente o estaba al borde de la muerte, pero todas sus muros los dejó a un lado y decidió contarle, después de todo, ella era el único familiar que Víctor tenía cerca y que la estaba ayudando a estar más cerca de él.

― Pero...¿cómo pudiste jugar de esa manera con tu vida sin siquiera estar segura?

Le respondió que nunca iba a estar segura sobre si esa era la manera en la que ella podía llegar a verlo, pero la desesperación del momento y las pruebas anteriores la convencieron de que valió la pena intentarlo; especialmente después de esa noche cuando pudo verlo en ese sueño y gracias a ese sueño pudo saber su nombre, todo sobre su accidente e inclusive, fue en ese sueño cuando habló con él por última vez.

Se quedó perpleja la señora Adela al escuchar su respuesta tan conmovedora: Ella casi pierde la vida y lo hizo para ver a su nieto una última vez.

Después de ese largo desahogo, ambas decidieron que lo mejor  sería descansar y mañana irían a verlo. El resto de esa noche se quedó pensando sobre todo lo que le había dicho esa joven, no era fácil de creer, pero sabía que decía la verdad y sólo la dejaba aún con más interrogantes. Sentía un poco de celos porque una chica que no tenía nada que ver con su familia fue la última en ver y hablar con su querido Víctor.

Al día siguiente, se dirigieron al hospital y se acomodaron en el cuarto de Víctor. A Abigail le gustaba sentarse a su lado y mirar de cerca sus rasgos, se preguntaba cómo se vería con lentes, pero era Adela quien se encontraba desconcertada y sumida en sus pensamientos cuando lo volvió a ver atado a una máquina sintió que debía hacer algo con sus propias manos. Si era verdad todo lo que le habían confesado la noche anterior entonces, valdría la pena intentarlo una vez más ahora que ella se encuentra a unos metros de distancia de él y tenía la idea de que esa forma podría lograr traerlo de vuelta.

El tiempo avanzó y almorzaron en un restaurante cerca del hospital, Abigail le comentaba alegremente lo afortunada de estar probando comida tan deliciosa que no había tenido la oportunidad de probar antes.

― Mira...― Ella se le quedó viendo a Adela y dejó de comer para prestar atención a las palabras que parecía tener atoradas.― Sobre lo que me dijiste anoche, hay algo que todavía no tengo claro.

― Puedes preguntarme lo que sea.

― ¿Cuándo lo veías en ese lugar era porque intentabas hacerte daño?

― No siempre, una vez me caí por una colina y quedé inconsciente, cuando desperté me encontraba allí.

― ¿Crees que si lo intentaras otra vez serías capaz de verlo?

― No estoy segura, pero no quisiera saberlo. Después de tanto tiempo, es ahora que intento querer un poco mi cuerpo.

La señora Adela fue clara con ella y le planteó lo que estaba pensando, a lo cual Abigail se puso de pie muy ofendida. No le alzó la voz, pero le pidió que no le pidiese algo así nunca más.

Prefiero irse primero y tomar una caminata para refrescar sus pensamientos, se sintió enojada por esa propuesta, pero no podía molestarse con ella porque cualquier otra persona le habría dicho lo mismo.

Pocos fueron los días que transcurrieron después de eso, ninguna había vuelto a tocar el tema y trataban de verse lo menos posible en el apartamento, inclusive, hacían lo posible para evitar ir a las misma horas a visitar a Víctor. Era algo incómodo de hablar, pero Abigail ya no estaba enojada, él era la única persona que le quedaba y era lógico que intentaría cualquier cosa para recuperarlo. Pero Adela no había desechado la idea por completo.

Sabía que era una chica dulce que no le había hecho nada, no quería causarle daño a una persona que le había traído esperanza a la historia de su nieto, pero por ese motivo no podía rendirse todavía sin antes comprobar que lo que esa muchacha había experimentado era cierto.

Reunió información por medio de viejos amigos para conocer sobre plantas o sustancias que permitiesen envenenarla, pero que no tuviese un efecto letal o algo que pudiese controlarse para poder llevarla al hospital antes de que ocurra una tragedia.

Decidió actuar una tarde en que la brisa corría más que  de costumbre, el ruido de la ciudad no se sentía tan molesto como otros días, podía ignorarse fácilmente.

Abigail leía un libro en el balcón cuando decidió cambiarse para salir a caminar, Adela preparó dos tazas de té, una que contenía el veneno y se la llevó antes de que abandonase el balcón.

― Muchas gracias, pero estaba a punto de irme.

― Tómalo antes de que te vayas, te sentirás mejor mientras caminas.

Ambas tomaron el té en silencio sin mirarse las caras, los pájaros volaban y mandaban sus saludos por encima del resto de los edificios.

― Pasaré un momento a verlo.

―¿No es muy tarde? ¿Por qué no vas mañana?

― No sé porqué pero, tengo ganas de hablar con un amigo.

Terminó su té rápidamente y fue a cambiarse de vestimenta, la señora Adela esperaba nerviosamente fuera de su habitación por si escuchaba algo fuera de lo normal. Sabía que el té haría su efecto en poco tiempo y no quería que cayera en medio de la calle porque otros podrían saberlo, pero tenía tanto remordimiento que no podía decirle más nada.

Abigail llegó al hospital y se sentó en una esquina de la cama, se inclinó hacia él y lo miró por varios segundos. Recordó los momentos que tuvieron juntos y la cantidad de cosas que quería decirle.

― Recuerda que me debes un beso.

Le susurró al oído, mientras mantenía una mano en su pecho.

Un dolor de cabeza comenzó a invadirla, no sabía qué sucedía, pero todo se veía borroso. Intentó pedir ayuda, pero su lengua la sentía trabada y las palabras no podían salir. Lo miró otra vez creyendo que él podría sentir su dolor, cómo si él fuese el único testigo de lo que estaba sucediendo.

Trató apoyarse de él para ponerse de pie, pero el esfuerzo la hizo caer encima cuyo quedando inconsciente. De lejos, estaba la señora Adela viendo la escena desde la puerta sin que nadie notase su presencia, sintió pena al verlos juntos de una forma trágica, se repetía en sus adentros que todo valdría la pena después porque era un mal necesario para todos. 

Le recordaba a aquella escena de una novela clásica donde ambos amantes morían al final y la chica terminaba posada encima del chico como si fuese su última muestra de amor. Entró a la habitación y la dejó cerrada con llave para evitar que alguna enfermera viese lo que acababa de pasar, ella podría terminar en prisión si algo malo le pasaba a Abigail, pero estaba cansada de esperar. Cansada de ver como su nieto se acercaba a la muerte al mismo paso que ella.


DEAD IN LOVEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora