:: Capítulo Ocho ::

432 43 3
                                    


Hola querida gente del mio cuore!

Volví prontito volví! Y hoy comparto con uds un nuevo cap para continuar avanzando en el desarrollo de esta amada locura mía.

Así que lxs invito a leer el OCHO en paz y les pido que por favor me cuenten qué les pareció!

Todos los personajes pertenecen a su autora Naoko Takeuchi, yo sólo los tomé prestados.

Abajito me despido,

Bell.-

.

.

.

:: Capítulo Ocho ::

Algunos días después...

Una tarde, luego de salir del trabajo, regresando de la tienda cerca de mi casa, estaba en la entrada de mi edificio tratando de buscar las llaves en mi bolso. Pero se me hacía tremendamente difícil encontrarlas porque llevaba un montón de bolsas y paquetes a cuestas y mis manos estaban ocupadas.

Mientras protestaba entre dientes y hacía 'malabares' con mis cosas para evitar arrojar todo al suelo, apareció Darien, que también acababa de llegar. —Hola, vecina, ¿necesitas ayuda?

—Hola, vecino —lo saludé al verlo. Él enseguida tomó mis bolsas para ayudarme—. Te lo agradezco, estaba empezando a ponerme histérica —abrí la puerta y pasamos los dos.

—¿Has estado de compras? —me preguntó mientras subíamos las escaleras y observaba la cantidad de cosas que había en las bolsas que cargaba.

—Sí, tenía que abastecerme con urgencia, me había quedado sin un pedazo de pan en casa y no quise volver a recurrir al vicio del delivery. Ahora que Lita me está enseñando a cocinar, tengo que practicar para no olvidarme de todo.

Cuando atravesamos el pasillo y llegamos a mi departamento, ambos entramos.

Darien me siguió hasta la cocina y dejó las bolsas sobre la mesa. —Cierto que estabas tomando lecciones con ella. ¿Cómo va eso?

—Bastante bien por ser yo tan inútil —respondí y comencé a sacar las cosas de las bolsas para ordenar un poco—. Pero todavía no he probado cocinar sola, sin tenerla a ella a mi lado dándome indicaciones —comenté riendo.

Recién entonces me percaté de que estábamos los dos juntos en la cocina de mi departamento conversando de lo más relajados, como buenos amigos, con total naturalidad y soltura. Y me di cuenta de que me sentía muy cómoda así, tanto que estaba sorprendida de mí misma. Quizás, después de todo no era tan mala idea relacionarnos de esta forma, como amigos, como vecinos, como lo que realmente éramos.

Así que no lo pensé demasiado y le dije lo que se me acababa de ocurrir. —Justamente hoy había decidido intentar cocinar algo sola, por eso compré todas estas cosas. ¿Qué te parece si me acompañas y pruebas lo que prepare?

—¿Ahora?

—Sí, quédate a cenar conmigo y de paso me ayudas un poco, o me asistes en caso de que incendie algo —los dos reímos—. ¿Qué dices? ¿Te animas a degustar uno de mis deliciosos manjares?

—De acuerdo, suena divertido —aceptó entusiasmado. Dejó su maletín y su saco en una banqueta, se arremangó la camisa hasta los codos y regresó a mi lado—. Bien, dime, ¿qué quieres que haga?

—Bueno... —pensé por unos instantes qué podía pedirle que hiciera, cuando en realidad ni yo misma sabía por dónde empezar—. Primero lavemos las verduras.

Luna ExtrañaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora