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Uno de mis más grandes sueños desde que era pequeño era, algún día, poder poseer una máquina del tiempo. De pequeño debo admitir que me interesaba más el futuro que el pasado. Lo que quería era tener el poder de acelerar mi proceso de crecimiento para poder experimentar la adrenalínica sensación de ser mayor.

Sin embargo, en ese preciso momento sabía muy bien que, si una máquina del tiempo cayera en mis manos, lo único que haría sería retroceder el tiempo a la noche anterior para besar de nuevo a Will Robinson. No importaba lo bizarro, lo extraño, casi retorcido que hubiera sido ese beso con sabor a alcohol, ebriedad y confusión.

Ese maldito beso había sido lo mejor que me había podido pasar en la vida.

El piso estaba frío. Podía compararlo con la temperatura de mi piel, pero apostaba a que no tendría sentido, porque de seguro mi piel estaba más fría luego de haber pasado la noche en el suelo, sudando, con la espalda apoyada en la pared y junto a la cama de Will. Casi veinte minutos luego de que Anderson hubiese abandonado nuestra habitación Will había girado ridículamente dos veces hacia la derecha y había caído de la cama, lanzando al aire tan grotesco y tremendo alarido de ebrio en la madrugada que yo había tenido que lanzarme sobre él para cerrarle la boca.

Me sentía sudoroso en ese momento. Sudoroso, pegajoso, sucio, lleno de gérmenes y restos de alcohol que no eran míos y que no había hecho ningún esfuerzo para merecer. Sin embargo, aún relamía mis labios. Los lamía y relamía, estaba seguro de que en cualquier momento empezaría a arrancar trozos de piel despedazada y muerta de mis labios desgastados por mi propia manía. Por un instante misericordiosamente breve mi corazón se paralizó al sentir el respingo que produjo una respiración inusual de Will.

Pensé que ya se levantaba, pero no, lo único que hizo fue dar la vuelta y continuar descansando apoyado sobre el lado izquierdo en vez del derecho.

Eché un vistazo al reloj del velador. Cinco en punto de la mañana. Sabía que mi alarma no tardaría en sonar, así que sin necesidad de levantarme la desactivé silenciosamente con mi mano.

Quería que Will despertara en la misma proporción de lo que quería que Will no despertara. Necesitaba saber si recordaba lo de la noche anterior... pero al mismo tiempo no quería saberlo.

No quería hablar de ello con él. Después de todo, cabía la gran posibilidad de que si lo recordaba volviera a odiarme como ya lo había hecho un par de veces. No quería eso de nuevo.

—¿Ethan? —un gruñido.

Mi corazón fue atacado por una fuerte descarga eléctrica.

—Will —dije rápidamente, más pareció una centella salida de mi boca que una palabra.

—¿Qué hora es? —preguntó arrastrando dolorosamente las palabras.

—Las... las cinco —respondí.

—Mmm... —se quejó.

Ya me imaginaba yo lo que debía estar ocurriendo en su cabeza.

Lentamente, casi en contra de mi voluntad, me levanté del suelo apoyándome de mi propia cama. Desde arriba todo se veía diferente. Haber pasado la noche en el suelo me había dado otra perspectiva de la habitación.

—¿Estás... bien? —tartamudeé sorbiendo la nariz.

Sentía la nariz algo congestionada. Esperaba seriamente que mi brillante idea del suelo no me hubiera hecho pescar un resfriado.

—Me duele... la cabeza —dijo él, como si cada palabra le doliese.

—¿Quieres ibuprofeno?

All I need is you © [AINIY #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora