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Desperté con el pie izquierdo una mañana de esas. Me levanté tarde, tarde como casi nunca, lo cual era inexplicable, porque a la noche anterior había dormido como un bebé... que yo recordara.

Me di una ducha de dos minutos, desperté a Will y ambos llegamos corriendo al comedor tan solo para oír cómo el timbre sonaba para indicar el fin del desayuno. Con los estómagos vacíos ambos fuimos a nuestra primera clase del día.

Me moría de maldito sueño. Me sentía como un zombie flotante, como si no hubiera dormido en toda la noche. Era extraño, si incluso había dormido más de lo que debería. Quizás era por el hecho de no haber desayunado. Me faltaban nutrientes y energía. Apenas fui consciente de cómo transcurrió el día, de las clases, los recesos, las tareas, y los trabajos.

Por primera vez en muchísimo tiempo no tuve la oportunidad de abrir mi libro y leer.

Solo me sentí un poco más vital cuando llegó el almuerzo. Lastimosamente parecía que a la vida por ese día se le había antojado divertirse un poco conmigo, así que, llegando al comedor, tropecé de la manera más torpe y enredosa posible en pleno pasillo, arrancándole una carcajada a todos los que se les ocurría merodear por ahí. Traté de imaginar que por lo menos podía haberle arrancado una sonrisa a alguna persona que no tuviera un buen día con mi pequeña desgracia, pero aun así esto no consiguió mejorar mi humor.

Para colmo de males, al llegar a mi preciosa mesa salvadora, encontré un espectáculo tan pintoresco que no hizo más que hervirme la sangre. Johanna sentada en un extremo de la mesa, con el rostro colorado, inclinado sobre el plato de pálidos fideos que involuntariamente estaba azotando con el tenedor. Casi podía oír las infinitas maldiciones que estaba perjurando entre dientes.

Frente a ella una como siempre dulce y cuidadosa Marie tomando con delicadeza una botella de yogurt de fresa. Junto a ella, Will, y en las piernas de este, Valerie, riendo tontamente a una broma del rubio que tal vez yo no había alcanzado a escuchar.

—Oh, ¡hola, Ashburn! —dijo, en cuanto me vio, batiendo hacia mí sus frondosas pestañas negras.

—¿Ho... la? —apenas alcancé a mascullar.

—Espero que no te importe, quise estar con Willy por hoy —me dijo con voz melodiosa.

—N... no, no hay... problema... —balbuceé como tarado, echándole un vistazo al semblante de mi amiga.

—Eres un encanto —dijo, acompañando su frase con un leve guiño.

En lo que me sentaba junto a Johanna con la escasa comida que había elegido, empecé a pensar en qué tan malo hubiera sido moralmente que yo en ese momento me levantara, saltara sobre Valerie y la estrangulara.

El tema era extremadamente complicado para mí.

A mí no me gustaba odiar a la gente, ni siquiera era fanático de llevarme mal con ella, pero Valerie rompía todos los esquemas de mi bien organizada y escasa vida social. Ella no era mala, como yo trataba de recalcármelo todo el tiempo a mí mismo, pero, sencillamente, aunque trataba de hacer mis mejores esfuerzos e intentaba con todas mis fuerzas de que me cayera bien, ella no ayudaba demasiado con su actitud altanera, hueca y frívola.

Repito una vez más, ella no era una mala persona... pero no me agradaba, eso es todo.

Johanna y yo tuvimos que soportar durante todo el almuerzo el patrón que se repitió una y otra vez durante cuarenta y cinco tortuosos minutos.

Beso corto, sonrisa, pausa.

Susurro, risilla tonta, caricia empalagosa.

Y luego otra vez beso corto, y sonrisa de complicidad y todo se volvió en muy poco tiempo un maldito círculo vicioso con el que prefería rociarme ácido en los ojos a seguir mirando.

All I need is you © [AINIY #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora