Johanna se quedó conmigo hasta que llegó la hora de su próxima clase. Luego se fue.
Desde ese momento, ese preciso momento en el que mi mejor amiga atravesó la puerta para no llegar tarde, empezó un período de mi vida, un lapso de tiempo que yo llamaría no mucho después "la purga". Sí, era eso exactamente lo que era. Era mi propio proceso de desintoxicación. Sacar de mi vida y de mi corazón cualquier rastro de Will Robinson que pudiera haber quedado accidentalmente esparcido por ahí, olvidar de una vez por todas no solo a él, sino todo lo que me pudiera evocar su recuerdo.
Pasaron algo de tres semanas. Para mí parecían años. No sabía si era por mi lastimada noción del tiempo o por mi purga, pero así era. Esas tres semanas parecieron transcurrir en milenios, y los segundos, los minutos, las horas, se deslizaban tortuosamente sobre mí y a mi alrededor recordándome que no iban a pasar tan rápido como yo quería.
Algo había pasado... algo que no mejoraba mi situación. Todo el internado, por algún motivo que yo desconocía, pero que estaba seguro de ver detrás de los ojos de Valerie Mitchell, se había enterado de que me gustaban los hombres. Pasaron de ignorarme con todas sus letras a prestarme toda la atención del mundo cada vez que yo tenía el infortunio de pasar por algún pasillo.
Ashburn el marica. Ya ni recordaba cuánto había pasado desde la última vez que mis compañeros me habían considerado de esa manera. Todo definitivamente se había ido a pique. Todos murmuraban a mis espaldas... y también en frente de mí, en realidad no tenían ningún problema en expresar abiertamente su opinión sobre mí. Incluso se habían dado a la tarea de hacer alegres y satíricas bromas acerca de mi orientación, y no me sorprendió que a todos les hicieran gracia menos a mí.
Por esas semanas... la escuela se volvió insoportable. Mi desempeño empezó a bajar.
Yo me había considerado un muy buen estudiante en años anteriores. De hecho, modestia aparte, me había encargado de mantener un promedio excelente. A pesar de que había cursos que no me gustaban, siempre lograba sacarlos adelante de alguna forma... pero ese no fue el caso durante esos días.
Tres maestros me llamaron aparte al final de la clase para hablarme de eso. Palmer, Grey y Gibson.
Palmer, maternal aunque seriamente, me preguntó qué era lo que estaba pasando conmigo. Debía tener el aspecto de alguien que se ha pasado toda la noche fumando de la buena, porque incluso me preguntó si estaba durmiendo bien. No lo hacía, pero aun así asentí, asegurándole de que solo se trataba de un poco de estrés, y que no tardaría mucho en recuperarme, lo cual también era una mentira. La verdad era que estaba seguro de que ese era solo el comienzo de mi declive académico.
La maestra Grey era mi amiga. Incluso me compró un jugo de fresa y me preguntó no si me pasaba algo (quizás eso ya lo daba por sentado), sino si había tenido algo que ver con Will Robinson.
Bien... yo no tenía idea de qué tan intuitiva y observadora pudiera ser Ana Grey, pero en realidad había acertado como yo estaba seguro de que nadie en la historia iba a poder hacerlo. Le pregunté por qué pensaba eso, sin embargo. Me contestó dulcemente que había notado mi cambio de comportamiento durante todo el año.
—Te he observado —explicó, mientras bebía un poco del jugo de naranja que había pedido para ella misma—. No creas que soy de esas maestras que se limitan a decir cosas que se han aprendido de memoria, de las que nunca recuerdan los nombres de sus alumnos y las que una vez que salen del aula solo echan a la suerte el haber esparcido o no conocimientos en los estudiantes. No sé qué pensaras de mí... pero yo no soy así. Ustedes me importan... particularmente tú.
—¿Yo? —pregunté quedamente. Usualmente era incómodo hablar a solas con un maestro, pero no con Grey.
—Tú, Ethan. Desde que leí tu composición y empecé a conocerte un poco más me di cuenta de que eres una persona muy especial, y de verdad te considero mi amigo, no es solo para ganarme tu confianza. En mi clase tienes talento, eres inteligente, aunque guardas todo lo que tienes para ti mismo.
Retorcí mis dedos, antes de darle un sorbo a mi jugo.
—Como te dije... te observo —continuó—. No pienses que te acoso o algo por el estilo, pero he podido observarte y estoy casi segura de que... tú y Robinson... tienen algo, ¿verdad?
Agaché la cabeza ligeramente. Me frustraba tener que hablar de Will. Para ese punto no solo me dolía, también me daba rabia.
Asentí, sin embargo.
—O más bien tenían —tanteó.
Volví a asentir.
—Estaba casi segura de que ese era el motivo de tu cambio. Ahora lo sé. No es necesario que te lo diga porque lo sabes muy bien, pero de todas maneras haré (aunque no me agrade demasiado) lo que una maestra normal haría. Has bajado mucho tus calificaciones en las últimas semanas, y sé que eres inteligente y te has dado cuenta. Bien... no te voy a exigir que mejores. Lo haría porque sé que puedes y tienes el talento para ello, pero no voy a exigírtelo... por lo menos en este momento. Estás pasando por un momento un poco complicado. Sin embargo, puedo decirte una cosa y espero que la tomes en cuenta... no le des importancia a alguien que no te la dio a ti.
Levanté la mirada, desconcertado.
—Tampoco voy a preguntar la razón por la que ustedes terminaron a menos que tú en algún mejor momento quieras contarme acerca de ellas. No tenemos que hablar de esto tampoco si tú no quieres, pero... solo es eso. No permitas que influya en ti de esta manera. Está atacándote, y lo hace sin que ninguno de los dos lo noten. Defiéndete, Ethan. No lo dejes lastimarte. Hazle saber lo que puedes hacer.
Una débil, esperanzada y lenta sonrisa de chico enfermo se deslizó con sinceridad por mi rostro. Sentí que era la mejor maestra que yo tendría jamás.
—Lo haré —dije.
Y eso lo decía en serio.
Sin embargo, mi encuentro con el entrenador Gibson no fue tan agradable como lo había sido el femenino diálogo de las dos maestras anteriores. El entrenador sencillamente me llamó a un lado, y gritó a todo pulmón que estaba a punto de desaprobar el primer bimestre del curso.
No entendí sinceramente para qué me había llamado a un lado apartado si de todos modos pretendía que el resto del mundo se enterara de lo que estaba a punto de decirme. Sin embargo, ante su anuncio me quedé helado y me invadió el pánico. Desaprobar un curso, por más innecesario que me pareciera, era una idea que yo no concebía, que nunca se me había pasado por la cabeza. No podía hacerlo, no podía manchar de ese modo mi brillante antiguo historial de buenas calificaciones.
Supliqué al entrenador que me dejara algún trabajo, que me dejara salvar el curso y lo conseguí. Una monografía decentemente extensa acerca de la historia del béisbol fue el precio de mi salvación.
A eso me dediqué los últimos días de mi purga, lo cual dio resultado, ya que al tener ocupada mi mente en todo lo que tenía que ver con el deporte americano, lo único que hice fue darle un descanso a mi fatigada mente llena todavía de Will.
Terminé el trabajo la noche antes del plazo. Debía entregarlo a la mañana siguiente, el domingo muy temprano en la mañana cuando no había clases. Seis treinta de la mañana. De sobra podía lograrlo.
Me acosté temprano, pero concilié el sueño muy tarde. No sé a qué hora exactamente, porque no me animé a mirar la hora. Lo único que sé es que, cuando ya comenzaba a deslizarme suavemente hacia el mundo de los sueños, la luna se colaba por mi ventana, clara, brillante y hermosa.
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All I need is you © [AINIY #1]
RomanceEthan es normal. Ethan tiene a Johanna, su mejor amiga. Ethan es gay. Sus padres no lo saben. Y la reaparición de un amigo de la infancia hará tambalearse todo el equilibrio de su vida... *** La llegada al internado Henderson Green de Will Robin...