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Cuando Will volvió a la habitación casi cuatro horas más tarde yo seguía despierto, pero fingía dormir. Estaba cubierto hasta el cuello con las sábanas, de cara a la pared y sin poder pegar un ojo cuando oí la puerta abriéndose, y lentos pasos discretos tratando de pasar desapercibidos.

Bien, se preocupaba por no despertarme. Esa era una buena señal... ¿no?

Oí el crujido de su cama, el desorden en sus sábanas, y finalmente su profunda respiración. Pero la suya no era fingida como la mía... supongo.

¿Hasta cuándo iba a estar enojado conmigo? Por mi parte yo había pasado por una fase de personalidad múltiple desde el momento en el que él había salido de la habitación. Había pasado de la furia histérica al llanto desconsolado, de ahí a la reflexión jadeante, y luego a la silenciosa paz. Ese era mi círculo vicioso cada vez que algo malo me pasaba.

Yo no podía guardarle rencor a nadie, mucho menos a Will. Aunque quisiera, era incapaz. No podía culparlo por sentirse... digamos que incómodo al sospechar que yo sentía algo por él. De hecho, no esperaba otra cosa. Además... tenía razón al decir que podía cuidarse solo. Sí, podía, y yo no tenía derecho a meterme en su vida ni aunque fuera para salvarlo. Quizás debía dejar que cometiera sus propios errores y que luego, solo ahí, me diera la razón.

Will no era un niño. No era el pequeño amigo al que yo idolatraba, ya casi era todo un hombre. No necesitaba que yo lo cuidara.

Oh, Will... ¿por qué no me perdonas? No fue mi intención meterme con tu novia, ni siquiera fue mi maldita intención que empezaras a gustarme. No espero que me quieras como yo te quiero a ti... pero no quiero perderte. No quiero que mi homosexualidad te asuste. Aunque esté enamorado de ti... yo no quiero que estés a mi lado si es por obligación.

Una gota cayó pesadamente sobre mi sábana. El rastro de esa única lágrima derramada permaneció en mi rostro, helado e hiriente.

Pero solo esa lágrima derramé. No iba a permitirme ni otra más.

***

Era de noche y me lavaba las manos luego de haber cenado. Will y yo jugueteábamos con las gotitas de agua que sobraban en nuestras manos luego del lavado. Jugábamos hasta tarde durante toda esa semana, incluso después de la cena, cuando normalmente debíamos acostarnos.

Pero eran vacaciones.

Esa noche, sin embargo, a Will el sueño lo venció bastante antes de lo usual.

Cuando su madre se lo llevó a la cama yo me quedé solo en la amplia sala de la cabaña en donde las dos familias se hospedaban.

Me dirigí al sofá, en donde mi padre estaba sentado leyendo un libro.

Hola, pá le dije.

Aún me quedaba mucha energía. La taza de chocolate azucarado de la cena me había recargado mucho las baterías.

Mi padre de inmediato apartó la vista del libro y me otorgó una franca sonrisa.

Hola, campeón me dijo.

¿Qué estás haciendo?

Leo un libro.

¿Qué libro?

Se llama "La Divina Comedia".

Ah...

Por lo pequeño que era, mis pies no llegaban al suelo, por eso podía hacerlos balancearse desde el sofá en el que me había sentado.

All I need is you © [AINIY #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora