Capitulo 9 Parte 2:
Pasó un mes más y el amor de Lou crecía como fuente a presión. Marco se encariñaba de apoco de la madre se su futura hija, aunque su naturaleza violenta le hacía perder los estribos de vez en cuando. Y claro, era Lou la que pagaba los platos rotos que ella no había quebrado, pero felizmente lo hacía.
Styles decidió que ya era tiempo de que Lou y Marco vivieran aparte ellos solos, el día del parto se aproximaba cada vez más, y no iban a estar viviendo los cinco en la misma casa. Marco ya tenía nuevas responsabilidades y debía entenderse de ellas a toda costa.
La construcción de una casa comenzó a correr en el lado oeste de los prados, al lado de la de Edward y Danielle. Mientras, Styles decidió de ambos podían vivir en el apartamento de él.
Lou y Marco se instalaron en el nuevo apartamento. Ambos estaban de maravilla. Se sentaron en el sofá frente a la televisión para ver un programa clásico. Lou se recostaba en el pecho de Marco mientras este acariciaba su cabello. De repente, Marco haló una mechón de su cabello.
Lou alzó la mirada hacia el rostro sonriente de Marco.
—¿Tienes algo de qué quejarte? —le preguntó Marco.
—Nada —negó con la cabeza.
—Recuéstate —se apartó—, quiero hablar con mi hija.
Lou se recostó en el sofá y Marco se arrodillo frente a ella en el suelo. Levantó el vestido floreado de Lou y comenzó a acariciar su vientre abultado. Tenía una barriga realmente grande para una bebé de seis meses.
Marco plantó su oído en barriga y cerró sus ojos. Lou comenzó a acaricias el cabello negro ahora largo de Marco.
—Hola, preciosa, adivina quién es —susurró—. ¿Está dormida? —le preguntó a Lou—, es que no me contesta.
Lou se encogió de hombros con una sonrisa.
—O es que le gusta demasiado tu voz que quiere que sigas hablando —comentó.
Marco parpadeó un par de veces y regreso sus labios a la piel de Lou, comenzó a plantarle besos suaves. Se estiró hacia los labios de Lou y besó sus labios con suavidad. Ella sentía como la bebé comenzaba a moverse.
—La bebé se despertó, le gusta cuando me besas —susurró Lou contra sus labios.
—A mí también me gusta cuando te beso —contestó Marco.
—Y a mí me gusta que me beses.
—En ese caso, todos salimos ganando —ambos sonrieron—. Si eso le gusta, creo saber qué cosa le encantará aún más —se puso a horcadas sobre ella sin poner ni un solo gramo de su cuerpo en peso.
Se besaban intensamente mientras Marco se deshacía por completo del vestido de Lou.
Ambos se encontraban en la cama amándose y deseándose entre sí. No había momento más feliz en la vida de Lou que ese. Se sentía en su propio paraíso, Marco era lo mejor que le había pasado, según ella. Cada día que pasaba lo amaba más.
Marco sentía la necesidad de Lou, ella ya se había convertido parte de él, como una parte de su vida y de su alma.
Así fue como fueron pasando los meses, de poco en poco, entre cariños, peleas, gritos, amores, sensibilidades, confesiones, confianza. Hasta que Lou tenía treinta y ocho semanas de gestación. Ya era hora de que Marco y Lou se mudaran a su nueva casa. A su bienvenida acudió toda la familia, excepto Jared, quien no estaba nada feliz con el asentamiento de ellos.
Jared no había visto a Lou en todos esos meses, pero la extrañaba y la amaba cada día más. Ya no era el mismo desde que ella había desaparecido de su vista. Sus calificaciones iban en picada, ya no salía ni comía, tampoco deseaba estar con nadie, se había convertido en un aguafiestas de profesión.