Capítulo 1: Parte 3:
No le costó encontrar un autobús que la llevara al centro de Londres, estaba segura que cuando llegara, lo primero que buscaría es una tienda de segunda mano y conseguirse algo de calzado.
Encontró un pequeño mercadillo en las afueras de un colegio. Vagó por las mesas hasta encontrar un par de zapatos que se acomodaran a su presupuesto de ocho libras. Encontró unos por cinco; no eran bonitos, estaban gastados y desteñidos, pero no podía costearse nada más. Ahora, su vida estaba sin dirección alguna; no iba a pasar el resto de su vida sobreviviendo con tres libras.
Deambuló por las calles de Londres buscando alguna señal, lo que fuese que le ayudara. Tampoco sabía dónde dormiría esta noche, se sentía el frío y la lluvia también se avecinaba de nuevo. Lou miró en el suelo de una esquina a un indigente con un vaso de poli estireno con un par de monedas.
Lou se acercó al hombre y se puso de cuclillas frente a él.
—Hola —lo saludó tímida.
El hombre la miró con el ceño fruncido.
—Hola —la miró de pies a cabeza.
—¿Tú duermes aquí? —le preguntó Lou.
—No, en el albergue humanitario.
—¿Dónde queda eso? —preguntó ella esperanzada.
—Frente al Postman’s —respondió el indigente antipático.
Lou suspiró, su mente maquinaba ideas, pero ninguna le servía; ella nunca había estado en Londres, no conocía esta enorme ciudad, pero no podía dormir en la calle, así que consideró invertir un poco las tres libras.
—Te daré tres libras si me llevas hasta allá —lo miró esperando compasión.
—Sólo tengo tres —confesó Lou. Esperaba que aquél hombre sintiera piedad de su estado.
—No pareces una vagabunda. Estás sucia y desaliñada, pero no tienes cara de callejera —expresó el hombre. Notaba un poco más de consideración hacia ella.
—Hui de casa. No tengo dinero, ni familia, nada —susurró con un nudo en la garganta.
—Yo soy un viejo y tengo que dormir en un albergue asqueroso, pero tú tienes más oportunidades —dijo el hombre interesado.
—¿Cómo?
El hombre suspiró y sonrió morbosamente. Inmediatamente Lou se enteró a qué se refería el indigente con lo de ¨oportunidades¨.
—No —se negó rotundamente.
—Ése es el camino fácil, pero hay otro —la miró—. Pero, la información te costará tres libras.
Lou estaba en una encrucijada, entre los juegos de un hombre aprovechándose de su ignorancia. Ella sacó las tres monedas de la bolsita diminuta de su vestido y las puso en el vasito. El hombre sonrió con sus dientes sucios y malolientes. Si esto no le funcionaba, ya se las arreglaría para averiguar la posición del albergue.
—En la Universidad de Londres están necesitando una camarera para su cafetería; lo avisaron en el refugio hace unos días para ayudar a los sin hogar, según el gobierno, pero no sé si el puesto aún esté vacante —se encogió de hombros.
—¿Dónde está esa universidad? —preguntó desesperada.
—Eso te costará también.
—No tengo más dinero —repitió.
—Podemos compartir habitación en el albergue —dijo el hombre.
A Lou le dio una repulsión instantánea. Se levantó y se alejó lo más rápido posible de aquel vagabundo, dejándolo en carcajadas.