Capítulo 13:
—¡Mègane Styles, deja de llorar! —suplicaba Marco cogiéndose la cabeza.
Mègane lo ignoró y siguió chillando como si el mundo se le iba en un suspiro. Estaba teniendo una pataleta descomunal, una pataleta tan monumental que ni el mismísimo Marco podía aguantar.
—¡Mamáááááá! —gritó Mègane entre sollozos—. ¡Quiero a mi mamáááá! —continuó entre mocos.
—¡Mamá no está aquí, Mègane, entiéndelo!
Mègane se encontraba tirada en la alfombra de la habitación del hotel con la cara contra el suelo. Pateaba, golpeaba y gritaba como una loca. El temperamento de su familia paterna, por seguro.
—¡Quiero a mi mamá! ¡Mamá! ¡Mamá! ¡Mamá!
—¡Mègane, déjame pensar, por Dios! Deja de llorar —le pedía Marco, nervioso.
Mègane continuó con su llanto sin prestarle la más mínima atención a su padre. Marco no tuvo alternativa; se lanzó al suelo al lado de su hija y empezó a gritar y llorar imitándola. Mègane perdía su llanto mezclado con el de su padre, pero pronto se calló para ver cómo Marco pegaba gritos descomunales y lloraba como un bebé dando patadas como loco. Las mejillas de Mègane estaban empapadas y sus ojos hinchados de tanto llorar. Miraba a su padre como una criatura extraña.
Marco alzó la vista cesando su actuación y se quedó viendo con Mègane. Se quedó paralizado compartiendo miradas grises con su hija. Creyó que había logrado calmar su llanto, pero pocos segundos después la bomba Mègane estalló de nuevo.
—¡No llores! —gritó Marco levantándose y se empezó a cargar la pared como un demente, aquello hizo que Mègane aumentara el volumen de sus gritos. Marco soltó un chillido y se dejó caer de rodillas sobre la alfombra. Miró el reloj; Mègane lloraba desde hacía una hora y media—. ¿Qué es lo que quieres, por Dios? ¡¿Qué quieres?!
—¡Mamááááá!
—Lou no está aquí. ¿Acaso la ves por alguna parte? ¿Tienes hambre? ¿Quieres comida, agua, dulces, que te cambie algo? ¡Pídeme lo que sea! —urgió él, desesperado.
—¡Mamiiiiiii! ¡Mamiiiii! ¡Maaaaaamiiiiiii!
Marco se cargó a golpes el suelo hasta que la puerta sonó desesperadamente.
—¡Váyanse a la mierda! —gritó.
Mègane gritó con más fuerza.
El sonido de la puerta no cesó.
Marco se levantó y abrió la puerta.
—¡¿Qué putas quieren?!
Una mujer mayor amplió los ojos al verlo.
—¡Loco estúpido, deja de torturar a esa criatura! ¡Llamaré a la policía! —lo amenazó.
—¡Es mi hija! ¡No te metas!
—Haz que se calle. Trato de dormir.
—¡No se calla! ¡Lo intento y no puedo! ¡Así que lárgate!
La mujer apartó a Marco y entró en la habitación. Se agachó para coger a Mègane y la cogió en sus brazos. Empezó a sisearle y agitarla.
—¿Por qué lloras, preciosa?
—¡Mi mamiii! ¡Quiero a mi mamiiii!
La mujer dio un salto y miró acusadoramente a Marco.
—¡Te la has robado!
—¡Es mi hija! —le gritó él arrebatándole a la niña.
—¡Esa bebé necesita a su madre! ¡Más vale que la calles o llamaré a la policía! —le amenazó ella saliendo.