Capítulo 12:
NARRADOR (ABII OSEA YOOO, -NO, ¿ENSERIO?):
La vida se podía de ver desde tantas perspectivas como tantas personas hubiesen en el mundo. Desde el más ignorante hasta el más sabio de los eruditos, la vida era un caleidoscopio con formas y colores distintos. Y eso no significaba que una perspectiva estuviera más correcta que otra, pues la vida, como la belleza, es subjetiva, y, aunque no lo creamos, la justicia también lo es. Porque nada se rige desde un método establecido, porque nadie sabe qué es lo correcto, porque nada es real hasta que existe una mayoría que lo comprueba o lo profesa. ¿Quién era el indicado; Marco o Jared? Tal vez ninguno lo era, pero ¿quién puede culparla de tomar malas decisiones?
LOU:
Y mirando como Jared azotaba la puerta, regresé hacia la vista de Marco.
Mórbido. La palabra que más describía a Marco Styles. Me daba asco con tan sólo verlo. Como una manzana podrida y llena de gusanos, esos gusanos que yo alguna vez me quise comer.
Mi vida se detenía ante su presencia y se congelaba, para poder compararse a él; frío. Lo había logrado TN TA, lo había logrado Jane, y la cadena debía continuar. Escuché una voz en mis adentros que me asintió y me dijo: ‘Bienvenida al mundo de los monstruos’.
—¡Eres un maldito cabrón! —empujé a Marco con fuerza.
—Adoras mis cabronerías, Louissiana. Y si lo niegas es porque todavía me tienes miedo.
—Me voy al carajo. ¡Y no trates de seguirme! —le amenacé entrando en la habitación.
La pobre Mègane dormía profundamente, a la mañana siguiente se iba a despertar de malas, pues había pasado una noche fatal.
—En cuanto salgas por esa puerta, romperás cualquier trato que hayamos hecho. No me dará ni una pizca de asco arrebatarte a mi hija, ¿me escuchas? —ladró detrás de mí.
Arropé a Mègane con la cobija e hice de ella un enrollado. Ya estaba harta de todo, quería irme por mi cuenta. Lejos de Marco, de Jared, de Jane y de todo lo que estuviera vinculado con Styles. Marco me cogió del brazo con fuerza y me jaló hacia él. Nuestros cuerpos chocaron y sus resoplos invadían mi rostro.
—Eso si me encuentras —lo reté.
Marco estiró una media sonrisa y me empujó con fuerza contra la cama. Caí de espaldas al lado de Mègane, quien apenas se movió, y Marco se lanzó sobre mí. Besó mi cuello con pasión y fiereza, lo que me produjo gemidos incontrolables. Recordé los asquerosos ruidos de Rose hacía poco tiempo y no vi la diferencia entre ella y yo, por lo que aparté a Marco bruscamente.
—No soy ella —le aclaré señalando hacia la habitación del lado.
—Y es por eso que me gustas.
—Hay cosas que no se pueden remediar, Marco. Se puede intentar cambiar, pero remediar es casi imposible. Lo peor es que tú no quieres hacer ni lo uno ni lo otro.
—Quédate conmigo, Lou. Pasarán cosas muy malas si no lo haces —me advirtió recostando su cabeza en mi pecho.
—Lo malo ya pasó. Y te lo llevaste contigo. Ponte algo de ropa, por favor.
—¿Te inquietan mis inflamaciones? —rio entre dientes.
—Sí, me dan ganas de cortártelas.
—Has pasado demasiado tiempo con Jane —entornó los ojos.
—Y por eso es que te pasan estas cosas —su mirada se oscureció. Sentí su cuerpo presionándose contra el mío y sus manos tapándome la boca con un pañuelo húmedo.