Capítulo 9

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La castaña se encontraba en una sala de interrogatorios policíacos. Tenía un intenso interés en saber por qué estaba ahí, si no era una criminal. Esperaba que la reina no se enterará de ello. Podría estresarla y preocuparla más de lo que estaba por el secuestro del príncipe. Por la única puerta que había en la pequeña habitación entró un chico de cabellos rojos y blancos acompañado de una mujer bajita, rellenita y nerviosa al entrar al cuarto.

-¡Reina! -exclamó Uraraka al ver a Su Majestad y se levantó a saludarla.

-¡Oh! Que bueno que estés bien, supuse que habías ido a casa pero el amable amigo de mi pequeño te trajo aquí ¿Verdad? -Shouto mantenía un rostro inexpresivo al lado de aquella mujer que podía irradiar calidez y melancolía al mismo tiempo.

Uraraka lo miró y pensó para sí.

-Amable por dónde... ¡Hasta me esposó! -recordó al sentir un alivio cuando le quitaron esas molestas y pesadas esposas metálicas.

-Necesito hablar unos temas pendientes con usted, Su Majestad, y la joven ayudará en el asunto -dijo Shouto a la Reina que escuchaba con atención, sin mirar a Uraraka.

-Lo escuchó -le dijo al de cabello bicolor.

-Es sobre su hijo, tenemos pistas que nos llevarán a su paradero -dijo antes de empezar a hablar sobre las pequeñas pistas que habían quedado antes del secuestro del príncipe.

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Izuku estaba sentado en su celda, leyendo el libro que el rubio ceniza no le había arrebatado. Se había acostumbrado a pensar en él cómo "El rubio ceniza" a decir verdad y sinceramente su secuestrador era atractivo, vieses por donde vieses. El de cabellos verdes se sonrojó al pensar en ello, pero intentó dejar de pensar en el asunto. Después de todo, pensar que la persona que lo había raptado era atractiva era tonto e inmaduro por su parte.

Oyó un fuerte martillazo muy cerca de donde estaba. Desde hacía un par de horas escuchaba ruidos de martillos, puertas y cosas que se movían fuera de la habitación donde se encontraba. Parecía que el rubio ceniza realizaba arreglos en casa o algo parecido. Una curiosidad tremenda lo invadía, pero no podía hacer mucho desde la celda. Tampoco tenía un método de cómo salir así que siguió leyendo cómo siempre. La historia era un poco descriptiva así que terminaba por aburrirse, entonces la puerta se abrió de golpe. Por ella, entró el rubio ceniza e Izuku escondió el libro con rapidez debajo de su almohada. El rubio abrió la puerta de la celda y lo miró en silencio, Izuku hizo lo mismo y no despegó su mirada de la de él. Se quedaron así casi un minuto hasta que Bakugou gritó.

-¿Qué esperas? ¡Muévete! -exclamó con autoridad al de cabellos verdes que se mantenía sentado por la espera de una orden y se sobresaltó al escuchar el grito.

-¡A-ah! ¡Sí! -respondió poniéndose de pie en un brinco, pero se tropezó y cayó a los pies de Bakugou.

Se levantó de inmediato con las orejas rojas, Katsuki se volteó y salió de la habitación. Izuku creyó haber visto una sonrisa en su rostro pero sacudió su cabeza ante aquella imagen. Salió de la celda y se sintió emocionado al salir del cuarto despues de tanto tiempo, se encontró con un pasillo y siguió a Bakugou. Caminó detrás del rubio, miraba las paredes y vio que eran de metal.

¿Acaso todo era de metal en el lugar?

En realidad no era que importaba mucho pero ¿Por qué?. Siguieron caminando hasta que llegaron a una cocina, no era lujosa ni muy pobre. Era... ¿Normal? Izuku en realidad no sabía que era lo normal o lo más lujoso, después de todo siempre había vivido en un hogar de lujo. Al ser el príncipe no tenía muchas preocupaciones o problemas. Nunca había tenido muchos amigos así que no sabía como entablar una conversación larga con alguien de su misma edad o que no conociera. Espera.

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