17 de marzo 2006.
Llegó mi cumpleaños y las chicas me regalaron unos vestidos muy bonitos. Todas con las que me llevaba bien, cada una de ellas. Cincuenta vestidos. Pero ya no eran cincuenta chicas, cada día llegaban más y más. Algunas lloraban, otras sólo tenían la mirada perdida. Pero las chicas las trataban bien, como a mi. Aún no entendía bien que era lo que pasaba. Las chicas que llegaban eran pequeñas a comparación de las demás, pero tres años más grandes que yo.
Ese mismo día, en mi cumpleaños, conocí a la Señora Marie. La dueña de la mansión. Era muy elegante, siempre vestida con joyas muy brillantes y zapatillas muy altas. Todas hacían caso a lo que ella decía. Hasta yo. Le caí bien. Me dio un regalo ese día.
-Un pajarito me dijo que hoy es tu cumpleaños- me dio una bolsa de color rosa con estampados de muñecas bailarinas. Lo tomé y lo abrí. Era una muñeca. No como las que tenía en casa. Esta era una Barbie. Con su cabello rubio, sus ojos azules y su ropa rosa.
-Gracias, esta muy bonita- le sonreí agradecida. Me abrazó. Le correspondí el abrazo y me alejé de ella.
Junio 2006
En junio una noche calurosa, tenía mucha sed. El agua se había acabado y no podía entrar a los cuartos de las demás chicas. Tuve que salir a la mansión.
Caminé por el jardín hasta la entrada de la puerta trasera de la cocina y entré. Había mucha música y ruido. Todas las luces estaban encendidas y había voces por todos lados. La cocina estaba desierta. Caminé a la puerta de esta y por el círculo que tenía vi que habían hombres. Algunos con traje, otros vestían informal, pero traían costosos relojes y zapatos. Vi a una de las chicas acercarse a uno de ellos, Rowina. Ella sólo vestía un vestido fino color oro con una cinta bajo su pecho. Sus largas piernas terminaban en unas zapatillas enormes. Lo tomó de la corbata y lo llevó escaleras arriba. ¿Qué está pasando? Ví a Sandra venir hacia acá y corrí fuera. Corrí de nuevo a la habitación de Judie y mía.
Seguía teniendo sed, así que opté por tomar agua del grifo.
Dos días después traté de hablar con Judie. Ella no me quiso decir nada sobre los hombres que venían en las noches. Tampoco del tipo de trabajo que tenían ellas y porque cada día llegaban más niñas. No me quiso decir. Me cambiaba el tema hablándome de Ansel. Un chico que recién había conocido. Me mostró una foto de él y era realmente apuesto. Rubio de ojos grises, alto y musculoso como el Ken de Barbie. Lo había conocido en una cafetería un domingo que salió en busca de unas rosquillas y café para las chicas y yo. Cada que hablaba de él, los ojos se le llenaban de un brillo hermoso. Pero siempre se le iba, y me decía:
-Promete que nunca le dirás a nadie sobre él.- la miraba sin comprender.- Promete lo.
Yo asentía. Nunca iba a hablar con nadie sobre Ansel.
Mayo 2007.
Tardé un tiempo en comprender todo lo que pasaba.
Eran prostitutas.
Lo había descubierto viendo una película en la televisión mientras las chicas se iban a la mansión con esos hombres. Había encontrado respuesta para mis preguntas.
¿Por qué visten tan "elegantes" y en las noches salen con hombres?
Porque necesitan dinero y la única forma es vendiendo su cuerpo.
¿De dónde vienen todas esas niñas?
De sus casa o de las calles. Eran niñas robadas, asustadas y alejadas del amor de sus padres.
Ese mes, Rowina fue hayada muerta en una de las habitaciones de la mansión. No supe de que. Sólo supe que ya no estaba viva. Beily lloraba en ocasiones al hablar sobre ella. Nadie más. Nunca nos llevamos bien, pero nunca me cayó mal y extrañaba su forma antipática y su acento extraño al hablarme.