Marzo 2010.
El sol me despertó la mañana de mi cumpleaños. Escuché a lo lejos el sonido de la puerta de mi habitación abriéndose. Varios murmullos se escucharon y después varias voces cantando:
"Feliz cumpleaños a ti, feliz cumpleaños a ti, feliz cumpleaños Loreleiiiii, feliz cumpleaños a ti"
Sonreí. Abrí los ojos y me estiré en la cama. Me senté y sonreí a las chicas. Sandra tenía un gran pastel de betún blanco que en el centro tenía escrito Feliz cumpleaños Lorelei con letra cursiva y de chocolate. Y no olvidemos su velita de colores. Cerré los ojos y pedí mi deseo: Por favor, nunca dejes que me arrepienta de nada de lo que estoy haciendo y entonces le soplé y se apagó. Las chicas aplaudieron y sonrieron.
-Lo siento chicas...- murmuré. Sabían porque lo decía. Sólo asintieron y juntas me dieron un abrazo, traté de aguantar las lágrimas.
En esos meses, bajé mi consumo de las drogas. Pues Damon no volvió a aparecer por las noches y ningún día después de que conocí a Adam. Creía que tal vez él lo había sacado del camino o algo así.
En cuanto al otro idiota (Adam) se la pasó acosando me después de lo que había pasado en su auto. Todos los días estaba en la sala, listo para entrar en el cuarto conmigo. Y las veces que estaba ocupada con algún otro cliente, al bajar a la sala sólo se quedaba en su lugar. Con la mirada negra y callado. Me daba un poco de miedo.
En el jardín me organizaron una pequeña reunión con un pastel más grande. Todas y créanme, todas las chicas estaban presentes. Era como una fiesta cualquiera, con personas normales... Sin prostitutas.
Todas bailaban al compás de la música pop; sonreían y reían. Estábamos tan tranquilas en esa pequeña fiesta. Incluso habían comprado gorritos con pequeños globos estampados en el.
Una chica que hacía la limpieza, llegó. Me dijo que alguien me buscaba en la entrada. Mierda, es él. Me levanté y entré en la sala. Estaba vestida como una adolescente normal. No traía maquillaje ni ropa provocadora. Traía un cola de caballo despeinada y una playera holgada gris que llegaba hasta mis piernas con unas medias desgastadas y estaba descalza. Como siempre.
Estaba de espaldas viendo hacia una pintura que había en la pared de una mujer desnuda en una cama.
-¿Qué haces aquí?- le hablé. Se dio vuelta y me sonrió. Vi una pizca de sorpresa en sus ojos y después desapareció.
-Alguien me dijo que hoy es tu cumpleaños y vine a felicitarte y a darte esto- caminó a un lado del sillón y alzó una caja de regalo rosa. Grande. Muy grande. Me tendió la mano junto con la caja.
La tomé de mala gana. La abrí, rompiendo el envoltorio y vi que tenía mucho papel blanco. Rebusqué en ella con la mano y pude sentir que era tela. Metí la otra y saqué lo que era. Un vestido color negro que llevaba en los hombros una serie de piedrecitas blancas y plateadas, con mangas algo largas y corto.
-¿Qué es esto?- le pregunté. Sabía lo que era pero, la pregunta correcta era ¿por qué me daba esto?
-Creo que es muy obvio que es un vestido.- sonreí de forma falsa, pero la sonrisa no me llegaba a los ojos.- Incluso hay unos zapatos ahí.
Miré la caja y volví a rebuscar en ella. Y sí. Había unas zapatillas de tacón, no tan grandes como los que solía usar. Eran plateados y la punta era triangular. Muy lindos, tengo que admitirlo.
-Quiero que lo uses hoy.- lo miré sin entender.- Te vengo a invitar a cenar por tu cumpleaños. ¿Qué dices?
Abrí la boca para decir que no, pero las chicas entraron a la sala. Courtney corrió y me quitó el vestido. Lo admiraron e hicieron ruidos de aprobación.
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