Junio 2010.
Regresó mi amistad con las famosas drogas. Y me sentía mejor que nunca. Conseguí a un cliente que era un poco torpe y con tal de que estuviéramos solos unas dos horas más, me daba todo lo que yo le pedía. Su nombre era Chris. Alto, de cabello corto y rubio. Con unos impresionantes ojos azules y una sonrisa muy bonita. Tenía el cuerpo muy bien trabajado, incluso más que Adam. Era un príncipe de cuentos de hadas.
En la mañana me la pasaba fumando y en ocasiones inhalaba algo de cocaína. Y ya en la noche ya estaba muy relajada y lista para mi trabajo.
Los martes y jueves Adam iba en las noches. Nos acostábamos y no lo volvía a ver hasta el martes siguiente. Y siempre me repetía la misma cosa, que me fuera de ahí con él y fuera "suya". A lo que yo siempre contesté que no.
Era miércoles por la noche y yo estaba arreglándome para comenzar con mi trabajo. Traía un vestido pequeño color rosa con piedras plateadas en el contorno del escote. Me pinté la boca y me miré en el espejo; hice un mohín y salí del cuarto.
Llegué a la sala y tomé una copa que una chica nueva traía en un charola. Le di un sorbo y revisé la sala, vi el cabello rubio de Chris. Esa noche me daría la dosis que me correspondía cada quince días. Y yo estaba ansiosa. Hacía dos días que me había terminado los pequeños sobres que me había dado y ya quería más.
Nuestros ojos se conectaron y sonrió. Se despidió de las chicas con las que estaba hablando y caminó hacia mi.
-Mujer, cada día estas más hermosa- me sonrió. Le devolví el gesto y alboroté su cabello.
-Gracias... ¿Trajiste lo de siempre?- le pregunté ansiosa. Una risa sensual formaron sus labios.
-Claro que si nena. Sólo que primero paso con Pamela, después tengo que irme por un rato y termino la noche con broche de oro.- me dio una mirada rápida a todo mi cuerpo.
-Bueno niño, nos vemos luego- volví a despeinar su cabello y me fui de ahí.
La noche pasó y después de mi cuarto cliente llegó Chris. Lo primero era que me diera los dos paquetes de cinco sobres que me llevaba y ya después el podía hacer todo lo que quería, bueno, en ocasiones jugaba un poco con él. No puedo negarlo, era bueno en el sexo. Y me gustaba.
Cuando acabó mi hora de trabajo, comenzaron las dos horas extras que siempre le daba a Chris, completamente gratis. Hacíamos de todo un poco. Fumábamos algo, después teníamos sexo; nos tomábamos un pequeño descanso y tomábamos para regresar al sexo.
-Chica, me has dejado agotado...- suspiró Chris.
-Ese es mi trabajo- dije tratando de regular mi respiración.
-Y lo haces muy bien...- se levantó.- Me largo.
Nos vestimos y caminamos fuera de la habitación. Bajamos las escaleras y lo acompañé hasta la entrada. Abrí la puerta y el aire frío de la madrugada, me erizó la piel.
-Nos vemos luego, preciosa- me tomó de la barbilla y me dio un beso.
-Ya lárgate.- le sonreí. Me devolvió el gesto y caminó a su coche.
Me quedé fuera viendo como el subía a su auto y se iba. Di media vuelta para meterme de nuevo a la casa...
-Kate.- escuché que me llamaron. Ay no...
Miré en la dirección en la que escuché mi nombre y vi a Adam parado a tres metros de mi. Me sorprendí de verlo ahí y más por su rostro de enojado.
-¿Qué haces aquí?- pregunté, tratando de esconder mi nerviosismo.
-¿Quién mierdas es ese tipo?- ignoró mi pregunta. Dio unos pasos adelante y se paró.