Capítulo ocho

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Berlín-Alemania,

10 de julio del 2014



Gabriel Midford había estado trabajando para los Luttenberger desde hace dos años, pero no directamente con la familia de Charlotte, sino con su tío, Bastian Luttenberger. Desde que empezó a trabajar hace unos meses con el padre de la pequeña fierecilla a la que protegía, su vida se volvió más complicada. Todos estos meses en la residencia de los Luttenberger habían tenido sus altos y bajos, en realidad más bajos que altos y todo causa de ella.

Había ocasiones en las que un agente como Midford pensaba mucho en los días que pasó en el ejército, las labores diarias que realizaba allí y en sus compañeros, con los cuales solía salir en los días libres que tenía. Sin embargo, no era lo único que extrañaba de su vida pasada, sino también a su hermana menor, Freddy, a quien no podía ver, puesto que vivía y estudiaba en Wiesbaden.

Freddy Midford, la única hermana de Gabriel era una muchacha de la misma edad de Charlotte. Ambas eran estudiantes universitarias y algo impulsivas, por esta razón, él había podido soportar y entender a su protegida durante todo este tiempo. La única diferencia entre las jóvenes era que una de ellas era una aristócrata problemática y la otra, una muchacha común, sin títulos y sin una fortuna considerable.

— Hace mucho tiempo que no estábamos reunidos en familia. — comentó Charles — ¿Y a qué se debe en esta ocasión? — preguntó, mientras veía como los otros integrantes de su familia ingresaban al comedor.

Arthur y Robin compartieron una sonrisa cómplice. Los dos se traían algo entre manos.

— Supongo que tendrás que esperar para saberlo, hermanito — le acomodó el saco de manera risueña —. Hoy te ves muy bien, te felicito, te has vestido perfectamente para la ocasión.

— Tuve un presentimiento, — manifestó algo arrogante —, y parece que acerté.

Robin sujetó a su hermano del rostro y besó su mejilla, el muchacho sonrió ante el gesto de su hermana mayor.

Tanto ella como Charles siempre habían sido buenos aliados y mucho más que eso. Ambos pensaban de manera muy similar cuando se trataba de sus respectivos deberes como los hijos del primer ministro del país, razón por la cual jamás habían estado de acuerdo con el comportamiento de su hermana menor y motivo por el que se habían declarado como sus principales detractores desde un principio.

Robin y Charles eran tal para cual.

— No hay duda que eres mi hermano. — expresó.

Apenas el menor de los Luttenberger vio a Stephan y a Adolf Burkhard, sonrió de la misma manera en la que su padre y hermana la habían hecho, pues ya tenía una idea de lo que sucedería en la cena de esa noche.

Una vez que todos los miembros de la familia Luttenberger y Burkhard estuvieron reunidos en el comedor, además de los mejores amigos de Charlotte, se dio a conocer finalmente el verdadero motivo detrás de la cena organizada por la ex familia real. Cuando la notica fue dada por el primogénito de los Burkhard, el rostro de los hermanos y del padre de Charlotte se iluminó, en ellos había más que un destello de felicidad, todo lo contrario al de sus amigos, pues tanto Jeremy como Alice estaban muy desconcertados y se podría decir que esta última tenía un mal presentimiento respecto al noviazgo de su mejor amiga.

« Algo no está bien, ni lo estará. » suspiró. Este hecho había inquietado mucho a la muchacha.

— Propongo un brindis por la nueva pareja, por su felicidad y para que pronto nos den la maravillosa sorpresa de que su unión se ha fortalecido. — Robin, la anfitriona del evento levantó su copa de champaña de manera campante y triunfal. Era más que obvio que la más feliz con la noticia había sido ella, después de todo, su intención había sido verlos juntos desde un principio.

El Secreto de la PrincesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora