Capítulo cinco

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Berlín-Alemania,

14 de abril del 2014



"¿Por qué permitiste esto, papá? ¿Por qué siempre tienes que hacer caso a todo lo que Robin disponga?"

"No es que actúe según la voluntad de tu hermana, pero en esta ocasión creo que ha obrado bien. Será excelente para ti conocer a un joven de tu edad y quizá con el tiempo, él llegue a convertirse en alguien muy especial para ti".

"¿Estás loco? Todavía no conozco al cretino, pero ya tratas de unirme a él... ¿Es que al fin ya tienes planes para deshacerte de mí? ¡Vaya! Pensé que me estimabas de verdad, papá".

"¿Cómo puedes llamarlo así sin conocerlo? Recuerda que no puedes juzgar a una persona sin antes conocerla, es lo que tu madre te enseñó".

"¡Claro que sí! Sí puedo, porque mi intuición me dice que no sacaré nada bueno de esta tonta reunión que la indolente entrometida de tu hija mayor ha organizado sin mi autorización".

"Tiene la mía".

"Eso no basta".

"¡Claro que sí!"

"Te advierto que no me presentaré, así que el cretino Burkhard tendrá una cita con su amiga imaginaria".

"Y yo te advierto que de no presentarte, no me quedará más opción que el negarte el dinero que tanto necesitas para esa actividad tuya que deseas llevar a cabo. Recuerda que es mucho dinero y no lo conseguirás con un trabajo a medio tiempo".

"¡Vaya! Nos hemos convertido en una familia de chantajistas, pues no lo haré ¡Y no lo haré!"

"¡Charlotte, regresa!"

Juró que no lo haría, pero al final, allí estaba Charlotte alistándose en su habitación para lo que sería la cita perfecta. Aunque la joven estuvo todo el tiempo en negativa, había ideado un plan para quitar a Stephan Burkhard del camino para siempre, a ella no le importaba quedar bien con él, sino todo lo contrario, quedar muy mal ante él y ¿Por qué no? También dejar mal a su hermana y a su padre.

¡Sería la venganza perfecta!

— ¡Odio a mi hermana! ¡Odio a mi hermana! ¡Odio a mi hermana! — repetía una y otra vez. La ira en ella no había desaparecido a pesar que ya tenía un plan perfecto entre manos — ¡Ahora quién rayos es! ¿A caso es la celestina de los Luttenberger? — preguntó irónicamente, tras escuchar que habían llamado a la puerta de su habitación.

Gabriel tras la puerta quiso reír, pero se contuvo.

— No, soy yo, Gabriel — contestó —, y he venido, porque...— Charlotte le había abierto la puerta de mala gana, interrumpiendo así lo que pensaba decirle.

Cuando el agente vio a su protegida, no podía creer lo que sus ojos tenían en frente, pues llevaba un vestido blanco con flores amarillas, muy femenino y llevaba puesto también unos tacones, hasta su cabello lucía diferente. Si bien, la muchacha era femenina, nunca pensó que la vería vestida de esa manera, ni mucho menos que ella estuviese tan entusiasmada por tener una cita con el muchacho, después de todo, había escuchado sus gritos la noche anterior en la oficina de su padre, reprochándole y advirtiéndole que no se presentaría.

El Secreto de la PrincesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora