Capítulo cuatro

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Berlín-Alemania,

13 de abril del 2014



Todo había sido un engaño, se había tratado de una trampa de la joven para perjudicarlo y el experimentado Gabriel con todos esos años de experiencia en el ejército y como agente encubierto, había sido engañado fácilmente por una rebelde niña de 21 años.

Habiendo sido ridiculizado por la muchacha y habiendo sido tachado como un irresponsable por el padre de esta, Gabriel Midford no estaba dispuesto a tolerar más de los juegos y del mal comportamiento de la más joven de la familia Luttenberger. Él era un agente especializado en misiones difíciles, había sido un cadete ejemplar y brillante en el ejército, no tenía como objetivo convertirse en el niñero de nadie y menos de una chiquilla malcriada como era Charlotte.

Él cambiaría de estrategia y que para mala suerte de Charlotte, esto la pondría en su lugar de una vez por todas.

— ¿Me permite entrar? — preguntó Gabriel tras haber tocado la puerta de la habitación de la joven, había venido con el propósito de partir ya a la universidad.

— Claro. — contestó ella sin mucha importancia.

— Sólo vine a decirle que dentro de 10 minutos partiremos, la esperaré en el auto. — señaló sin verla a los ojos.

Era evidente que el trato de Gabriel hacia ella había cambiado, él había decidido ser más firme, interactuar lo menos posible con ella e incluso ignorarla si se diera el caso que ella estuviese poseída por ese demonio de cuando le daba una de sus pataletas. A Charlotte no le era indiferente el tan repentino cambio de su agente, desde el día que salió de la oficina de su padre, creyó que esa actitud de él sólo duraría unas cuantas horas o incluso tan sólo hasta que ella decidiese jugarle una de las suyas o le contestara mal, pero no, Gabriel estaba siendo tan firme con su actitud que llegó a sorprenderla y hasta inquietarla un poco.

¿Qué le habría dicho su padre a Gabriel para que él se estuviera comportando de esa manera? Charlotte moría por saberlo, pero sabía que no conseguiría una respuesta por parte de ninguno.

Su padre no se lo diría y menos lo haría Gabriel, ya que todo había sido por culpa de ella. Total y solamente suya.

Tal vez se había excedido.

— Ya estoy lista — anunció, colocando su mochila sobre sus hombros, pero no hubo respuesta por parte del agente, lo cual alarmó a la joven —, saldré hoy a las 2pm, ¿tienes algo que decirme antes de partir? — preguntó.

— No — contestó de manera formal y cortante —. Estaré allí como siempre esperándola y si tiene algo que hacer de repente, espero que me avise antes. — Gabriel le hizo un gesto para que la muchacha subiera al auto y posteriormente él subió y se sentó a su lado, cerrando así la puerta de vehículo.

El viaje camino a la universidad fue de lo más monótono y callado para el gusto de Charlotte. Algo le ocurría a Gabriel, algo en él no estaba del todo bien.

— No tendré ningún compromiso extra hoy, así que estaré puntual a las 2 como te dije, ¿entendido?

— Entendido. — respondió fríamente y esto molestó a Charlotte.

— ¿Qué demonios te ocurre? — alzó una ceja —. Tengo que confesar que tu actitud me desconcierta. — admitió con cierta molestia en el tono de su voz.

Midford la miró fijamente.

— No, para nada, señorita Luttenberger.

« ¿Señorita Luttenberger? » replicó la joven ¿Qué demonios le sucedía? Él nunca la había llamado así y casi nunca le hablaba de usted.

El Secreto de la PrincesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora