Capítulo catorce

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Más de un mes después



— El momento llegó — estableció con malicia —. He esperado por tanto tiempo a que este momento llegue. Es hora de dar el golpe final y no estoy dispuesto a fallar como lo hice hace ocho años. — resaltó.

Sus colaboradores — que en realidad eran sus cómplices — se miraron los unos a los otros, acatando a la perfección la orden de su líder, después todos desviaron su mirada hacia él.

Alemania estaba a un punto de sufrir un cambio radical y todos ellos serían parte de ello, al menos eso fue lo que él les prometió. Sin embargo, no se podía confiar en una persona que fue capaz de traicionar a su propio país, a sus tradiciones y a su propia familia.

La desmedida codicia, la ira y sobre todo la envidia era capaz de corromper el alma de cualquier ser humano, sobre todo cuando este tiene como objetivo vengarse de la persona a la que más ha odiado toda su vida.

Todo esto era razón suficiente para no confiar en él, en Bastian Luttenberger.

— Todo saldrá de acuerdo al plan. Primero iremos por la cabeza del conformista de Arthur y después por la de Von Kleist. — revolvió el hielo de su copa de whisky con el dedo.

— Deshacernos del mediocre de Von Kleist será fácil, señor. — habló uno de sus vasallos.

Y Bastian no hizo más que sonreír. El plan sería un completo éxito.

— Lo sé, el incompetente de Leonard jamás fue un problema para mí, en realidad, el que me estorba es mi hermano. — admitió con rabia. Siempre lo había odiado y aún más desde que supo que era él el que ascendería al trono.

Algo injusto para alguien que no era el primogénito, ¿no?

Algo tan injusto para alguien como él. Un hombre que tenía clara la idea de que era mucho más inteligente y eficiente que su hermano mayor. Un hombre al que se le arrebató el derecho de gobernar una nación cuando tuvo la oportunidad de hacerlo.

Bastian Luttenberger siempre tuvo envidia de su único hermano y no sólo por el hecho de haber gozado todos los privilegios reales, sino también, porque siempre se sintió opacado por Arthur. El primogénito de los Luttenberger siempre fue una especie de piedra en el zapato, un estorbo en el camino y la oportunidad de deshacerse de él finalmente había llegado. No habría fallas, ni fracasos esta vez.

Al fin tendría lo que merecía y con lo que tanto había soñado durante todos estos años.

— No hay nada más satisfactorio que saber que Alemania estará bajo mi poder dentro de poco — murmuró y sus cómplices no pudieron estar más de acuerdo —. Es una lástima que ya no exista la monarquía en este país, de lo contrario, sería rey, pero bueno, supongo que una vez que me convierta en presidente, podré solucionar eso. — se encogió de hombros como si lo que tenía en mente fuese de lo más sencillo.

— Una vez que Kleist y su hermano estén fuera del juego, usted será nombrado como el nuevo presidente de Alemania. — proclamó su mano derecha, Roman Müller, un lobo con la apariencia de un hombre decente.

Müller no había estado colaborando con Bastian con la intención de ser uno más de su séquito, al contrario, ambos habían hecho un pacto desde que comenzaron a trabajar juntos. Bastian Luttenberger le prometió que le otorgaría el cargo en el que actualmente se desempeñaba una vez que llegase al poder. Roman tenía sus propios intereses y lo primero que haría cuando finalmente se convirtiera en el nuevo ministro de economía es beneficiar a su empresa textil.

— Doy por finalizada esta reunión, puesto que ya todos tenemos claro lo que se hará — dicho esto, sus colaboradores abandonaron su despacho —. Müller, tú y yo tenemos mucho que tratar. — El ambicioso hombre asintió y permaneció en su asiento.

La mirada de Bastian se tornó oscura y una sonrisa maliciosa se asomó en su rostro.

— No quise mencionarlo delante de los demás, pero creo que no será necesario deshacernos del tonto de mi hermano — sirvió un poco más de whisky en su copa — ¿Deseas un trago?

Müller se negó.

— Es una pena, se trata de uno de tus favoritos — le dio un sorbo a su costosa bebida —, como te decía, no será necesario que nos manchemos las manos con Arthur. Dentro de poco él terminará por desaparecer del mapa.

— Eso ya lo sé, pero no entiendo cómo, si es que no lo haremos nosotros mismos — Roman reposó su rostro en una de sus manos —... ¿o es que lo hará alguien más?

— Confórmate con saber que desaparecerá. Además, no dudo que lo sabrás por los medios — escupió —. De todas maneras morirá.

— No sé cómo interpretar lo que dijiste, tus respuestas siempre son tan ambiguas.

— Quizá, pero de algo no hay duda — hizo una pausa y después agregó: —. Parece que la vida quiere devolverme todo lo que me arrebató en algún momento.

Müller aún seguía sin comprender lo que había dicho su diabólico cómplice.

— Bastian, ¿hay algo que aún no me hayas dicho?

El ambiente en aquel despacho estaba lleno de pensamientos y planes malignos.

— No desesperes, todo a su tiempo, Roman — se levantó de su asiento —. Ahora, si me disculpas, tengo una reunión en media hora. Hoy discutiremos el presupuesto de próximo año en el parlamento, ¿te lo imaginas?

Se burló y Roman lo observó.

— Ve preparándote, porque muy pronto tú serás el que se encargue de esto en mi lugar.

El Secreto de la PrincesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora