Capítulo veintitrés

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Berlín-Alemania,

13 de diciembre del 2014



Todo se resumía en una sola palabra, el dolor.

Algunas personas desahogan sus penas en el alcohol.

Otras buscaban medios más dañinos.

Pero las personas como Stephan Burkhard, solían hacerlo con las apuestas. Una actividad adictiva que podía llegar a ser peligrosa, si no se frenaba a tiempo.

Las apuestas no eran nada nuevo en la vida del único heredero de Adolf Burkhard, puesto que el joven se la pasaba apostando en cada juego de mesa de los casinos de la ciudad antes que conociera a Charlotte Luttenberger, y al romper su relación con ella, él volvió a sus viejos hábitos.

— ¡Vaya! — exclamó —. Parece que esta no es tu noche. — comentó su amigo.

— No exageres — sonrió con optimismo —, recién acabamos de empezar. — agregó, dejándole saber a su amigo que no perdería la próxima vez.

Al menos eso creía él.

Tan pronto terminó con la primera partida, empezó con la segunda. Stephan tenía esperanza en que ganaría, él no estaba hecho para perder, casi nunca lo hacía. No obstante, ignoraba que esa noche estaba por perder más que una cuantiosa cantidad de dinero.

— Si sigues así, perderás tu alma, Stephan, ¿estás seguro que deseas tener otra partida? — le preguntó uno de sus rivales. El ex novio de Charlotte había perdido una vez más a manos de su peor enemigo, François LeBlanc.

François LeBlanc era el hijo de un francés millonario, propietario de muchas empresas en el país. Tenía casi 34 años y gozaba de la vida que muchos deseaban tener, pues recibía las ganancias de sus tantos negocios sin trabajar. Sus vicios eran las apuestas y las mujeres, y jamás perdía en ambos casos.

En cuanto a su enemistad con Stephan, se la debía al hecho que cada vez que ambos jugaban el uno contra el otro, siempre resultaba en una especie de lucha y técnicamente un empate, ya que Stephan podía ganar la primera partida y la siguiente François. Sin embargo, esa noche Burkhard iba perdiendo dos y parecía que no sería las únicas que perdería en lo que quedaba del resto de la noche.

— En lo absoluto. — ocultó su rabia y contestó con una sonrisa bastante falsa y soberbia.

La imagen de su ex novia pasó por su mente, Stephan intentó quitarla de inmediato e intentó concentrarse solamente en el juego.

— No celebres tu victoria por mucho tiempo, cuando empecemos la próxima, te daré una verdadera lección. Una que jamás olvidarás, francés.

François se burló de sus palabras, sabía cuál sería el futuro de su contrincante. No había forma que Stephan le ganara y menos con el corazón hecho trizas. Ya iba perdiendo dos partidas de póker y la razón detrás de su mediocre rendimiento era la hija del primer ministro de Alemania, algo que este astuto millonario y que además lo detestaba aprovecharía para beneficiarse y despojarlo de cada centavo que tenían él y su padre.

Ya no se trataba de ganar una simple partida de un juego de mesa, sino de un negocio, ya que François tenía pensado recuperar una cierta cantidad de dinero que perdieron su padre y él cuando Adolf les arrebató un buen negocio de las manos hace unos años atrás.

El momento de la venganza finalmente había llegado.

— Como tú digas, Burkhard, esperemos que esta vez sí ganes, de lo contario me deberás una suma de dinero.

El Secreto de la PrincesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora