Capítulo treinta

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Berlín-Alemania,

18 de marzo del 2015



Era una fría tarde de primavera, había comenzado a llover y las gruesas gotas de agua caían en la ciudad de Berlín haciendo ruidos ensordecedores que se combinaba con los apresurados pasos de una muchacha en particular. La respiración de esta era muy agitada, no negaba que estaba asustada, pero debía olvidar sus miedos y ser valiente para lograr su objetivo.

Al cabo de las seis de la tarde, la menor del clan Luttenberger llegó a la casa de su peor enemigo y rogaba al cielo que todo saliera tal como lo había planeado. Como era la sobrina de los dueños de la casa, el portero no tuvo objeción alguna para permitir su ingreso, después de unos minutos y ya encontrándose en el salón principal, fue en busca de Bastian sin saber lo que le esperaba.

Charlotte observó los alrededores y se dio cuenta que no había nadie en casa, ni siquiera los empleados se encontraban allí.

¿Qué estaba ocurriendo? La joven sintió escalofríos por todo su cuerpo, fue allí cuando finalmente se dio cuenta que algo no estaba bien. Todo estaba muy silencioso, algo muy inusual en una casa que siempre estaba llena de empleados.

— ¡Vaya! ¿A quién tenemos aquí? — Y aunque la castaña se encontraba de espaldas, pudo reconocer a la perfección al dueño de esa voz —. Si es la pequeña entrometida, mi sobrina favorita. — soltó sarcásticamente.

Charlotte giró e intentó guardar la compostura.

— Dejemos el sarcasmo a un lado — La mirada en los ojos de Bastian era feroz, la de un león a punto de atrapar a su presa —. No creo que estés de humor para esas tonterías a este punto tan crítico de tu vida, ¿o me equivoco, tío?

El hermano de Arthur rió descaradamente y dio unos pasos hacia su sobrina.

— No lograrás lo que te propones, niña estúpida — El destello en sus ojos era oscuro y su mirada tan penetrante como sombría —. Sé que mueres de miedo y no hace falta que me lo digas, sólo ve la expresión de tu rostro, es tan divertida. — agregó burlón y se acercó finalmente a ella.

El ministro de economía guío su mano hacia el rostro de la muchacha, quiso acariciarlo, pero ella no se lo permitió, golpeando su mano con dureza. Bastian frunció el ceño y su sobrina retrocedió instintivamente hasta que su espalda chocó con el sillón de la sala.

— ¿Con miedo, ángel?

— Yo no te tengo miedo — negó, procurando guardar la calma, aunque muy en el fondo moría de miedo — ¿Crees que me intimidas? Sé que eres un sucio asesino, un hombre sin escrúpulos que no le importó quitarle la vida a su cuñada y estuvo planeando la muerte de su propio hermano. — escupió con mucha rabia. Cómo despreciaba a ese hombre.

— Ya veo — expresó —. Me odias por haber matado a tu madre, pero si no fue mi culpa — argumentó sin pudor y remordimiento —, Margot murió por tonta, el disparo evidentemente era para Arthur, pero ella tuvo que interponerse y por supuesto que el sujeto que contraté la mató. — sonrió con malicia, lo cual la joven notó.

— Eres más repugnante de lo que imaginé. Mereces algo peor que el infierno. — formó un puño con su mano, a este punto Charlotte no pudo pasar por alto el cinismo de su propio tío.

— Tienes razón, el infierno sería poca cosa para mí. Prefiero las emociones fuertes.

¿Cómo es que una persona tan despreciable como él podía existir?

— Y siendo completamente honesto, mi intención jamás fue matarla, pero al menos me sirvió como consuelo, ya que pude ver a tu padre sufrir por muchos años ¡Qué gratificante!

El Secreto de la PrincesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora