Capítulo uno

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Berlín-Alemania,

03 de abril del 2014



— En lugar de participar en esas estúpidas manifestaciones y ponerme en ridículo, debiste pensar que este momento llegaría tarde o temprano, ¿no lo crees, Charlotte?

La muchacha observó fijamente a su padre, quien no dejaba de tener el ceño fruncido. La frustración que uno de sus hijos lo había ridiculizado ante la prensa y el parlamento, lo mataban por dentro. Arthur Luttenberger estaba más que cansado de repetir las mismas palabras, cansado de lidiar con su problemática y rebelde hija, ya era hora de ponerle un alto a todo esto y ese momento era ahora o no lo sería nunca.

En cambio la joven rebelde, quien tenía una convicción inquebrantable y admirable ante los ojos de algunos, estaba cansada de que su padre le dijera qué debía hacer. A diferencia de su hermano Charles y su hermana Robin, ella era la manzana podrida, la oveja negra, la rara de la familia, sin embargo no todo era de ese modo.

Atrás quedó en el pasado que Charles, por ser el único hijo varón de Arthur Luttenberger, sería quien heredaría el título como rey y futuro monarca de Alemania, pero la familia al perder el título por una serie de escándalos y por la oposición de muchos en el parlamento por el rango de monarca, les retiraron el título de altezas reales, dejando a toda la familia sin privilegios absolutistas y así acabando con más de 200 años de reinado en el país, todo esto sólo le dejó a Arthur el único consuelo de heredarle el puesto de ministro a su hijo cuando él muriera.

¿Y qué heredarían Robin y Charlotte?

Nada, ya que al ser mujeres, no tenían derecho a ejercer un cargo político o algo parecido.

Algo muy injusto, ¿no?

Pero muy poco le importaba a Robin, a quien no le interesaba en lo más mínimo ocupar un cargo de importancia o cualquier puesto que tuviese que ver con leyes o el parlamento. Ella siempre había sido una conformista sin más ambiciones que convertirse en la esposa perfecta. Robin Luttenberger ya tenía su vida hecha, la misma que parecía haber sido sacada de una revista de sociales, ella se había casado hace un año con un importante abogado y desde entonces, había estado jugando a la casita feliz.

Como princesa que había sido hasta hace algunos años, ella se comportaba como la perfecta dama de sociedad: era elegante, educada, se desenvolvía perfectamente en el papel de esposa y pronto con suerte, se convertiría en una buena madre, todo lo contrario a su hermana menor, pues sus acciones siempre terminaban por escandalizarla al igual que a Charles.

¿Y qué había con eso? Pues Charlotte, no tenía pensado detenerse por ellos. La muchacha odiaba la mente machista de su padre y de todos los hombres del parlamento, ya que ellos consideraban que las mujeres no debían tener participación política, pues según todos ellos su única función eran las tareas del hogar y criar a los hijos

¡Qué pensamiento tan machista en pleno siglo XXI! Definitivamente esto tenía que cambiar y el cambio llegaría a manos de ella, pero le sería muy difícil, ya que la misma oposición a sus ideas e ideales se encontraba en su propia casa; Robin, su distinguida y autoritaria hermana mayor estaba de acuerdo en todo con su padre y hermano. Charles, era una copia más joven de su padre, pero aún más cruel que él.

¡Y de su padre ni que hablar! Ya que todos sabemos qué es lo que él tenía en mente.

— Hasta hace una semana no te importaba, incluso ignorabas mis actividades, papá. — le espetó Charlotte, modulando su tono a uno más relajado.

El Secreto de la PrincesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora