Zeta

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Los minutos me parecen horas mientras esperamos que el profesor regrese con la enfermera. Mientras tanto le dije a Yarel entre gemidos que tenía mucho calor. Fue vergonzoso, pero él no se burló de mí. Al contrario, me quitó mi sudadera y también levantó mi cabello para que me sintiera un poco mejor. Además tomó una hoja de su libreta e hizo un abanico de papel con ella para soplarme y calmar el calor que me consume.

–Alguien quiere entrar. –habla dándose media vuelta y se pone de pie para ir hacia la puerta. Él colocó muchas mesas frente a esta para que los alfas que están afuera no puedan entrar. Aún no puedo creer que yo armara todo este escándalo, mi olor los hace comportarse como animales.

–Soy la enfermera, me comunicaron que ahí hay una omega en celo. –puedo escuchar la dulce voz de esa omega del otro lado de la puerta y eso me da un poco más de tranquilidad.

–Rápido, pase. –Yarel retiene a dos de mis compañeros que intentan entrar, en el forcejeo la enfermera logra colarse dentro del salón y el gamma vuelve a cerrar la puerta.

–¡La omega! La quiero ahora. –puedo escuchar sus gritos furiosos. Y pensar que nadie me hablaba desde que comenzaron las clases y ahora que estoy en celo están desesperados por tenerme. Que broma de mal gusto.

–Tranquila. –la enfermera acaricia mi cabeza para luego darme la espalda y regresar con una inyección en su mano. Yo las odio –Estos supresores te ayudarán, no son tan fuertes ya que los hicieron para cuando los omegas tiene su primer celo. La medicina no te hará daño. –dice unas palabras para tranquilizarme y siento como sube un poco mi falda para luego presionar la aguja contra mi piel. Esto dolerá, lo sé.

Siento un ligero piquete en mi muslo, después algo frío se esparse desde ese punto hacia toda mi pierna. La enfermera vuelve a acariciar mi cabeza mientras deja la inyección de lado –Te sentirás mejor linda. Tus padres ya están en camino.

–¿Qué le hizo? Ya dejó de temblar. –sonrío cuando veo a Yarel asomarse sobre el hombro de la otra omega.

–No entiendo como Maksim pudo dejarte junto a esta ñina. Tú pudiste...

–No, no le haría daño. Lo juro. –él se apresura a negar, moviendo la cabeza de un lado al otro y su cabello vuela –Además soy gamma, no un alfa.

–Disculpa, creí que... No importa, hiciste un excelente trabajo protegiendo a tu amiga. –la enfermera lo felicita mientras Yarel sonríe nervioso. Ella cree que somos amigos.

Unos minutos después las cosas comenzaron a mejorar, el calor disminuyó notablemente y uno de mis padres llegó por mí. Lo primero que papá hace al verme es correr hacia donde me encuentro y darme un fuerte abrazo –Mi bebé, perdona. ¿Alguien te hizo daño? Si es así juro que yo...

–No, estoy bien. –lo interrumpo mientras escondo mi rostro en su cuello. Su olor me tranquiliza mucho más, me hace sentir segura, en casa. Sólo falta mamá para que todo sea perfecto y pueda olvidar este momento de pánico que viví.

–Señor Griera, su hija estaba en plena clase cuando su celo llegó. El profesor fue el primero en notarlo y le pidió a este muchacho que la cuide hasta el yo llegara. –le explica la enfermera en forma resumida lo que sucedió.

–Entiendo. Tú debes ser el amigo de Came ¿No? –siento la voz de mi papá resonar en su pecho, se dirige a Yarel ahora.

–Bueno, si. Lo soy. –contesta el gamma haciéndome sonreír.

–Gracias por todo. La llevaré a casa. –papá le agradece y se despide de ambos. Camina hacia la salida conmigo en sus brazos y al momento de poner un pie en el pasillo, todos mis compañeros alfas y algunos betas que intentaban entrar al salón hace unos minutos, retroceden al ver y sentir el aroma a alfa de mi papá. Sin duda no se acercarán con él presente.
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Al llegar a casa mamá me esperaba muy preocupada y con lágrimas en los ojos. ¿Esto es tan grave realmente?

–Cuando llamaron no podría creerlo, yo quería acompañar a tu padre pero él insistió en ir solo. –me dice ella y es cuando paso de los brazos de papá a los de ella. No tenía idea qué fuera tan fuerte como para sostenerme de esta manera.

–Mamá, estoy bien. –murmuro dejándome mimar por ella. Tenía tanto miedo que ahora necesito de sus caricias y no quiero apartarme de ella. O tal vez sea... Debe ser mi lado omega recién descubierto el que pide a gritos atención y amor.

–Nadie la tocó, una enfermera la estaba cuidando y le inyectó medicina para que el calor pase. –le explica papá mientras él también se une al abrazo y besa mi frente.

–Menos mal. Prometimos protegerla cuando esto pase pero...

–Nadie podría saberlo. –murmuro para que no se sientan culpables. Ellos siempre hacen lo mejor por mí, no tiene la culpa de nada.

–Bueno... Eres omega. –comenta papá haciéndome cosquillas en los lados. Yo río e intento pararlo, entonces mamá le jala la oreja como siempre lo hace.

–Heru, no es momento para tus juegos. –lo regaña y luego se dirigen a mi habitación. Ella me deja en la cama con cuidado y ambos se sientan junto a mí, uno a cada lado.

–Ahora que eres omega debes tener mucho cuidado. –dice él mientras acomoda mi cabello –Hay personas que harían lo que fuera por tener omegas bellos. Hacen daño y no queremos que ellos te lastimen. –continúa hablando mientras mamá soba mi espalda, entonces me recargo sobre su hombro en busca de más caricias.

–Eres muy bonita, Cam. Pero no dejen que te traten como un objeto de decoración, tampoco pueden obligarte a hacer cosas que no quieres. ¿Entiendes? –papá continúa hablando mientras yo cierro lentamente mis ojos.

–Si, lo entiendo. –susurro sintiendo todos mis músculos relajados. Estoy muy cansada.

–Luego seguiremos hablando. Ahora descansa un poco. –mamá me acomoda en la cama y deja un dulce beso en mi frente. Ambos salen de mi habitación cuando creen que ya estoy dormida. Pero aún no, pienso que ser omega no es tan malo... Es un presentimiento que siento en mi pecho. Pero igualmente estoy muy agotada por lo que pasó y necesito unas buenas horas de sueño.

Versión OmegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora