Capítulo 1

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Dios os ha dado una cara y vosotros os hacéis otra.

—William Shakespeare, Hamlet

 El humo sigue nublándome la vista, y sentía la angustiosa sensación de tener una manta cubriéndome la cabeza. Si juntamos esto a mis problemas de ansiedad obtenemos un maravilloso y explosivo cóctel de nerviosismo y terror. Todo esto se podría haber evitado si a los alien-destroza-vidas no les hubiera apetecido dar un paseo por la tierra.

 Los Blancos. Así los llamamos. Aparecieron de la nada en un caluroso día de Junio de hace unos seis meses, más o menos. Bien, si alguien me pidiera ahora una descripción suya no sabría que responder, ya que tienen una apariencia totalmente humanoide y solo se les puede diferenciar si se les mira muy fijamente a los ojos en busca de un brillo blanquecino, cosa que cualquier persona en sus cabales evitaría a toda costa. Son aterradores. Al principio, cuando todo era normal, poca gente quedaba que pensara que un apocalipsis alienígena era el futuro de la tierra. Yo era una de ellas. Siempre lo había estado pensando, cada vez que leía un libro sobre este tema me parecía el futuro más probable… y más guay, admitámoslo.

 Cuando empezaron las desapariciones y las muertes sospechosas fue cuando se nos empezó a ir la olla. Las primeras víctimas fueron los senadores, diputados y hasta el mismísimo presidente del gobierno. Empezaron a volverse locos, a matar y secuestras a los que se opusieran a las nuevas reformas políticas. Pero la gota que colmo el vaso fue cuando el presidente Cid Martínez – sí, como el Gran Cid Campeador. Y sí, creo que por eso poca gente lo tomaba en serio – allanó el palacio real y se llevó al rey a Dios-sabe-dónde. La gente empezó a volverse loca, desconfiada.

 Cada vez se iban volviendo más y más robóticos, impersonales. Salías a la calle y, o bien te mataban, o bien te llevaban a un lugar a hacerte cualquier cosa, y ni idea de en qué se basaban para matar o secuestrar. No sé quiénes tienen más suerte, A los que matan o a los que secuestran.

 Pongámonos serios: Quiero matarlos. No solo por lo que han hecho y están haciendo a nuestro mundo, sino por lo que le hicieron a mi familia. Éramos tres: mi madre, mi padre y yo. Ahora solo quedo yo.

 Fue uno de los días en los que tocaba salir corriendo de casa para conseguir provisiones. Éramos de los pocos que quedábamos normales. Salir era un peligro, si no sabías esconderte bien la habías fastidiado. Tuvimos suerte de que a nuestra familia siempre se le había dado bien eso de esconderse, por lo que salimos los tres por la puerta trasera de nuestro pequeño chalet de puntillas, sin apenas respirar y nos dirigimos hacia el supermercado que quedaba a 50 metros de donde nos situábamos. Al principio fue todo como siempre, coger lo que necesitáramos lo más rápido posible y volver a casa.

 Pero un ruido en la puerta del almacén nos sobresaltó. Como cualquier buen humano que ve esas absurdas películas de miedo donde una chica llamada Susan siempre se acerca a la puerta, la abre y muere. Eso es lo que hizo mi padre, se acercó y abrió la puerta.

 Y ahí es donde empezó mi caída en picado a lo más profundo del infierno.

 Dos Blancos salieron disparados del almacén y se abalanzaron sobre ellos y los lanzaron contra las baldas de las salsas. Mi padre cayó boca abajo, y mi madre con una pierna atascada en el congelador de las pizzas.

-   ¡¡Mamá!!¡¡Papá!! –grité, desesperada.

 Los Blancos me miraron y empezaron a correr en mi dirección, empecé a retroceder, todavía helada de terror. Estaban a punto de alcanzarme y yo casi sin respiración, desesperada por conseguir un refugio y ayudar a mis padres.

-   ¡A mi hija no, monstruo!

 Me paré en seco. No podía creer que mi padre acabara de cometer ese error. Él no.

 Había apuñalado al Blanco.

 Tenía un chuchillo lleno de sangre en la mano, que habría cogido del apartado de la carnicería. Ambos se miraban con desafío. El Blanco giro completamente la cabeza y bajo la mirada hacia el agujero que tenía entre los omóplatos. En ese instante mi padre aprovecho para gritarme algo.

-   Amanda, corre. Sal de aquí y ve lo más lejos posible, tu madre y yo nos ocuparemos de esto. ¡VETE!

- No p-puedo dejaros aquí… - no puedía creer lo que me estaba pidiendo. No puedo abandonarlos.

-   ¡VETE! ¡Nos veremos en un rato!

Claramente, eso era improbable.

Miro la cara de desesperación de mi padre mientras intenta apuñalar por segunda vez al ese monstruo, y a mi madre tirada en el suelo mientras el otro Blanco se le acerca cada vez más. En ese momento echo a correr como una posesa hacia la salida. Comprendí que no podía parar hasta que me alejase lo máximo posible de allí, o si no el sacrificio de mis padres no hubiera servido para nada. Porque era imposible que sobrevivieran. Nadie se había ido a dar una vuelta y a comprar un helado con unos vecinos nuevos; desaparecían entre las garrar de unos monstruos robóticos e insensibles que robaban el cuerpo de las personas y lo mancillaban. No se volvía a ver a esas personas. Estaban muertas, o peor, se habrían convertido en una de ellos.

 Y aquí estoy, dos meses después, hecha un ovillo detrás de lo que queda de un edificio de oficinas rezando para que el escuadrón de blancos que acababa de tener un enfrentamiento con un grupo de supervivientes no me viera.

 No entiendo a esos grupos de supervivientes que se creen que la humanidad todavía tiene una oportunidad frente a estos seres desalmados. ¿Qué por qué no me uno a ellos? Porque no quiero morir sin un propósito. No me quiero exponer a esos animales sin ninguna esperanza de sobrevivir. Están locos. Prefiero esconderme y que nadie me encuentre jamás. Sí, soy así de cobarde.

 Los Blancos están cada vez más lejos y no creo que haya muchos supervivientes humanos, Nunca los hay en este tipo de guerrillas. Me levanto lentamente y me sacudo el polvo de mi pelo, empiezo a moverme hacia el sur del edificio donde había estado escondida y empiezo a correr para buscar otro lugar seguro.

Cuando corro con tanto miedo no suelo prestar mucha atención a lo que me rodea, solo pienso en llegar a mi destino y, claro, algún día esto lo iba a pagar…

…BUM!

 Me estampo contra algo duro y me caigo de culo.

  Miro hacia arriba y lo primero que me encuentro son dos brillantes ojos verdes.

REFUGIO ( #1) [EDITANDO]Where stories live. Discover now