Capítulo 19

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19

Me que mirándolo, dejo caer el tulipán que tenía entre las manos.

—No hace falta que me lo cuentes —susurro.

—Necesito contarlo —las manos le tiemblan—. No puedo dormir bien desde lo que pasó; no puedo seguir guardándome este miedo que me está volviendo loco, necesito dejarlo ir, contárselo a alguien.

Ambos bajamos la mirada y seguimos plantando las flores.

—Cuando salimos de Refugio no creíamos que fuera  a pasar nada, puesto que pocas veces nos tocaba patrullas nocturnas. Aunque por las noches es todo más peligro, no creímos que fuera a pasar algo así, algo que nos ha jodido tanto —golpeo suavemente los dedos contra la mesa de trabajo, nerviosa—. En fin, salimos todo lo silenciosos que pudimos y nos escondimos por grupos: Meghan, Andrea, Riley, María y yo por el lado izquierdo, y Dan, Mike, Edwin, Margaret y Killian por el derecho.

» En la primera hora todo estuvo tranquilo, muy tranquilo. No suele ser normal, al menos siempre te encuentras a un Blanco por patrulla al cual es muy fácil esquivar o matar, pero nada nos parecía raro, de hecho nos relajamos tanto que llegamos a cantar alguna que otra canción y a contar unos chistes —ríe sin humor mientras aparta la flor que acaba de plantar—. Entonces Riley, un chico de tan solo 17 años, salió para ver si había cambiado algo…Oímos sus gritos, gritos horribles, desesperados, aterradores, y nos pusimos en guardia al instante. María, la hermana mayor de Riley, salió la primera, desesperada por ayudar a su hermano. Sus gritos se unieron a los de Riley y…—Respira hondo y está tan asustado por el simple recuerdo que es incapaz de seguir plantando. Apoya las manos en la mesa y cierra los ojos con fuerza—. Y entonces vimos el sendero de sangre que desembocaba en el cuerpo desgarrado y despedazado de Riley: primero fue una pierna, después todo lo demás, las tripas se le salían y su cabeza estaba totalmente desfigurada. Todos nos quedamos mudos, totalmente petrificados y aterrados, cuando los agónicos gritos de María aún seguían.

» Avanzamos muy despacio hasta que Andrea se paró de forma muy brusca. Me adelanté hasta estar al mismo nivel que ella resguardados por la esquina de un edificio. Lo que vimos fue incluso pero que el cuerpo desmembrado de Riley: tres Blancos estaban alrededor de María, dos de ellos la estiraban de los brazos mientras el tercero la estaba apuñalando en el estómago, pero no apuñalando de la forma corriente como aparentaba desde nuestra posición, sino haciendo cortes para extraer trozos de carne —suelto el aire que estaba conteniendo. La historia me aterra, pero no quiero pararle, no puedo pararle. Se atraganta con sus siguientes palabras con lágrimas en los ojos—. No pudimos hacer nada… No podíamos arriesgarnos todos para salvar a una. Todos nos odiamos por eso.

Hace una pausa para limpiarse las lágrimas. Le cojo la mano, no me la aparta.

—Vimos como Los Blancos lanzaban el golpe final: le rajaron el cuello. Lentamente, para que sufriera. Lo siguiente que hicimos fue lo único que podíamos hacer: correr hacia el lado opuesto a ellos. Claramente nos persiguieron, pero nosotros corrimos lo más rápido posible, sin detenernos para nada; incluso cuando nos encontramos con el otro grupo seguimos sin parar. Dan estaba sangrando por la cabeza, Edwin se sujetaba la muñeca y Mike tenía raspones por la cara, Killian parecía ileso, Margaret no estaba.

» Los Blancos, que ahora eran siete, nos pisaban los talones y, aunque esto era así, faltaba poco para llegar aquí. Creíamos que íbamos a llegar bien, pero entonces Meghan cayó al suelo, soltando un alarido. Me paré y di media vuelta para ayudarla a levantarse, pero ella no podía levantarse, no podía caminar: la habían disparada en la espalda y la sangre empapaba el asfalto, como el agua empapa un paño. La fui a coger con cuidado, pero una bomba estallo a unos pocos metros de distancia, haciéndome cortes en el pecho con los cristales que volaban por los aires, cogí a Meghan lo más rápido posible y seguí a los demás —ambos respiramos muy deprisa y muy fuerte. Lo que me está contando es horrible—. Me di cuenta de que Killian cargaba con Andrea  y ya no pude más, las lágrimas empezaron a salir en cascado por mis ojos, nublándome la vista. Llegué hasta Dan y le entregué a Meghan, aunque sabía que él mismo estaba herido. Me di la vuelta con la pistola en la mano y empecé a disparar. Di a uno en la pierna y maté a otro. No me quedaban más balas, así que eché mano de la granada de gas que tenía en el cinturón y la tiré, más para despistar que para matar, ya que tenía la mente tan desordenada y aterrada que no podía pensar.  Llegamos a Refugio y el resto ya lo sabes.

Le apreto la mano con más fuerza, sin saber que decir. Estoy aterrada y ni siquiera he participado en esa patrulla.

—Ya ha pasado, Noah. Sé que al ver a Meghan te lo recuerda todo, pero no tienes que dejar que el miedo te domine. Busca algo, un recuerdo feliz que traer a la mente cuando tu mente amenace con volver a revivir eso.

—No lo entiendes…—interviene susurrando, esta vez no me echa en cara nada, solo hay miedo en su voz.

—Sí lo entiendo. Vi como dos Blancos asesinaban a mis padres. Claro que se lo que sientes, Noah.

Me mira con disculpa.

—Lo siento…

—Deja de disculparte. Y hazme caso. Ya sé que yo soy la reina del miedo, que me asusto cuando algo cambia, cuando algo es nuevo. Tengo miedo a la mínima, pero no soporto verte a ti, o a nadie sentir eso: miedo todo el tiempo —me mira expectante—. Yo pienso en mis películas favoritas, en mis libros favoritos, en recuerdos felices como, por ejemplo, los días que iba al museo de ciencias con mi padre, o cuando iba al cine con mi madre. Piensa en algo que te haga feliz.

—No sé cómo, todos los recuerdos felices son con Meghan, y ella me lleva directamente a esa patrulla —las lágrimas siguen inundando sus mejillas. Quiero llorar, pero sé que, si lo hago, no podré parar y la situación será peor.

—¿Y con tus padres?

—Nada. No me prestaban mucha atención —intenta reírse, pero en su lugar le sale una mueca.

Nos quedamos callados unos segundos. Me araño las palmas de las manos para concentrarme en ese dolor, y no en las lágrimas que intento reprimir.

—Pues haz unos nuevos.

Resopla.

—¿Cómo demonios hago eso?  En este lugar no se puede. Estamos en medio de un infierno del que no podemos escapar.

—No digas eso —replico—. No te cierres. Podemos seguir hablando de libros cuando quieras, podemos venir aquí, que parece un oasis en medio del desierto, puedes estar con Dan, con Meghan, con los gemelos, con un montón de gente, y hacer un montón de cosas.

—Eso no me va a poner mejor.

—No seas cabezota. Prueba: no vayas a ninguna patrulla en un tiempo, ayúdame a entrenar, haz cualquier cosa que te entretenga…

Respira hondo.

—Está bien, pero no te prometo que funcione.

—Con eso me basta… de momento —le lanzo una mirada que lo hace reír y le limpio las últimas lágrimas.

—Me gusta este sitio —confieso media hora después. Habíamos estado plantando un montón de tulipanes rojos, bromeando y hablando sobre temas triviales para relajar el ambiente y digo en tono soñador—: Se parece tanto a los bosques a los que me encantaban ir, que me entran ganas de venir aquí todas las noche a tumbarme y a mirar las estrellas, aunque no tengo ni idea de astronomía.

—La verdad es que a mí también me gusta mucho. Es todo muy silencioso y tranquilo, como la biblioteca —empezamos a recoger el material que hemos usado—,  como yo.

Le sonrío.

—Al principio parecías el típico tío chulo de instituto que se tira a todas las tías y se mete con los demás —suelta una carcajada.

—Créeme, puedo ser de todo menos eso.

—Ya lo sé —en ningún momento se me escapa la historia de cuando era pequeño.

Me mira.

—¿Y tú?

—¿Yo?

—Sí, tú. ¿Qué tienes de especial?

—Nada, no tengo nada especial. Nunca he sido especial.

—No me lo creo.

Le miro y sonrío tímidamente.

—Pues no te lo creas.

Me mira con los ojos entrecerrados, divertido.

—¿Me va a tocar adivinarlo?

—Sí, y cuando lo adivines avísame, por favor. También tengo curiosidad.

REFUGIO ( #1) [EDITANDO]Where stories live. Discover now