Capítulo 7

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7

 Esa noche, cuando Dan vino a recogerme para cenar, me negué a salir. Estaba demasiado traumatizada para tener que estar en una mesa intentando comer y respondiendo a las preguntas curiosas de todos.

  Son las dos de la madrugada y estoy tumbada en el suelo y con la mirada perdida.

  Lo que había vislumbrado en ese laboratorio todavía me turbaba. Una pierna humana y sangrienta estaba suelta…sin cuerpo. Solo de pensarlo me entran ganas de vomitar. ¿Qué están haciendo allí?

 Son las tres de la madrugada y no aguanto más la incomodidad del suelo. Me levanto y enseguida retuerzo la cara de dolor; tengo la espalda más tiesa que una tabla de planchar.

 Cuando estiro un poco la espalada y la hago crujir, pongo una mano en el pomo de la puerta y salgo. Antes de que la puerta se cierre del todo pongo un pie entre medias, recordando que tengo que coger la tarjeta si quiero volver a entrar.

  Vagabundeo por los pasillos sin saber hacia dónde dirigirme. Tanto me da perderme que acabo entrando por la primera puerta que veo que no está cerrada.  Es una salita pequeña cubierta de estanterías de madera de roble cubiertas de libros. Consta de dos pasillos, uno a la izquierda y otro a la derecha cruzando un pequeño saloncito con mesas de biblioteca de madera marrón.

  Voy como una zombi a través del saloncito y me meto por el pasillo de la derecha sin razón alguna. Sigo andando cinco metros hasta llegar a un saloncito exactamente igual que el primero, con la única diferencia de que éste, a parte de las mesas y las estanterías, tiene un sofá granate en frente de una chimenea apagada.

  Enseguida percibo una sombra extraña a mi derecha, me giro asustada y enseguida me vuelvo a relajar. Es Noah, que me mira con recelo desde una oscura esquina mientras sujeta un libro entre las manos.

  -Dios, que susto me has dado.

  -¿Qué haces aquí? –pregunta frunciendo el ceño -. ¿Cómo has encontrado este sitio?

  -Yo…yo solo necesitaba dar una vuelta, necesitaba moverme –se me quiebra la voz -. Lo que he visto al medio día ha sido horrible. No entiendo nada…-una idea me cruza la mente y abro los mucho los ojos al entenderlo-. Tenéis a un Blanco en ese laboratorio.

 Noah suelta un gran suspiro y aparta la vista sin negar mi acusación-

 -No estaba previsto que lo vieras. Y menos el primer día que estuvieras aquí –admite -. Solo unos pocos tenemos acceso a ese laboratorio, y ninguno de los demás jamás –destaca -, nadie ha intentado ir ahí si no se le es permitido. Pero, claro. Tú tenías que ser la primera. La nueva.

 -No es mi culpa haber llegado tan lejos y que nadie me hubiera parado los pies –me defiendo.

 -Ya lo sé…

 Si expresión ahora es pensativa. Así está más guapo. Vale, esto parece el típico cliché de chica-ve-a-chico-tres-veces-y-chica-se-enamora, pero no. Noah es guapo y me niego a no reconocer la belleza masculina. Es guapo y punto.

 -Siento que hayas tenido que ver eso. Admito que es desagradable ver una escena así –no me puedo creer que Noah, el chico que me ha contestado de forma cortante demasiadas veces en un día y medio, se esté disculpando por algo que, claramente, no es culpa suya -. También siento…

 -Vale, vale. Lo sientes por lo que ha pasado. Lo entiendo, pero ¿quién había ahí? ¿Un Blanco?

 -No te puedo decir nada. Apenas sabemos tu edad y lo que has querido contarnos de tu historia, no esperarás que te contemos nuestros más preciados secretos, ¿no? –Se le ve relajado, a gusto.

 -Comprensible, ¿pero tú crees que algún día podré saber lo que hacéis ahí? – A ver si cuela.

 -Bueno, ya se verá –sale de su esquina y se dirige al sofá, donde se sienta. Una nueva pregunta me asalta.

 -¿Por qué ahora eres amable conmigo y antes solo me lanzabas pullas?

 -Prefiero tener una mala opinión de la gente nueva y que después me sorprenda positivamente, a empezar con una mentalidad positiva y que luego me decepcionen. 

 -¿Y qué te ha hecho cambiar de actitud conmigo? –digo mientras me siento en la parte más alegada de él en el sofá -. No digo que nos vayamos a amar como Romeo y Julieta, pero no quiero llevarme mal con nadie. No están los tiempos como para preocuparse por problemas de instituto –digo.

 Noah me mira y suelta una carcajada seca. La media sonrisa no desaparece.

 -Tu cara de terror en los laboratorios –se explica -. Cuando me giré y te vi paralizada por ese terror tan palpable que podía haberlo masticado me di cuenta que odiarte no iba a ser tan fácil –se explica-. No te digo que vaya a ser tu amigo, simplemente que no te voy a odiar. Eso me cansaría demasiado –vuelve a abrir su libro.

esté todo el día machacándome. De repente me aborda esa curiosidad que siempre me entra cuando alguien lee un libro y quiero saber el título.

 No puedo resistir decir:

 -¿Qué lees? –Noah tarda unos segundos en levantar la cabeza, y cuando lo hace clava en mí esos ojos verde esmeralda que tanto me gustan. Levanta el libro para que pueda leer el título y me quedo boquiabierta por el asombro y la emoción. Tiene en sus manos un ejemplar de las obras completas de William Shakespeare

 -¿Shakespeare? –pregunto emocionada. William Shakespeare ha sido desde los catorce años mi autor favorito.

 -Sí, Shakespeare –afirma, y me vuelve a mirar.

 -Me encanta Shakespeare. ¿Qué obra estás leyendo? –Se me escapan las palabras de la felicidad de encontrar a alguien con quién podría hablar de tan grandioso autor británico.

 -A mí también me encanta Shakespeare –coincide con migo-. Macbeth. Lo estoy releyendo por vigésima vez -. Aprecio un brillo especial en sus ojos que casi me hace saltar del sofá. Me encanta ese brillo en los ojos y esa sonrisa de emoción que la gente tiene cada vez que habla de algo que le apasiona. Es la misma que tengo yo cuando hablaba de cine o de literatura -. ¿La has leído?

-¡Sí! –Digo demasiado rápido.

 Noah se ríe y pregunta:

 -¿Y qué te parece?

Me lleva unos minutos ordenar mis pensamientos sobre esa increíble obra.

 -Es…es increíble como Shakespeare logra demostrar la avaricia y el gran deseo de poder que todos los hombre tenemos. Es increíble la forma en la desarrolla ese defecto de la humanidad, cómo esa avaricia y ansia de poder puede transformar a un hombre en un monstruo despiadado. Y, sobre todo, esa forma tan delicada y bonita de escribir que tiene.

 -No me pegues –me avisa -, pero no creía que una chica como tú tuviera esa idea tan profunda sobre Shakespeare –me mira de arriba abajo -. Te pega más leer y babear con libros como Crepúsculo o cosas de esas –ay la leche. ¿Crepúsculo? ¿En serio?-. Puede que al fin y al cabo no me cuete tanto ser amigo tuyo.

 Me río y él también.

 Nos tiramos hablando de Shakespeare hasta que me doy cuenta de que bostezo cada dos minutos y decido volver a la habitación. Noah me acompaña, ya que soy tan lista que no sabía el camino de vuelta.

 Una vez tumbada en la cama –deben de ser las cinco de la madrugada- cierro los ojos y casi me duermo con una sensación de satisfacción por el nuevo descubrimiento –tanto el de la personalidad amable de Noah, como el de la pequeña biblioteca -, pero en seguida la imagen de una pierna arrancada del cuerpo enturbia mi mente. Quiero saber lo que están haciendo aquí, pero a la vez quiero quedarme al margen y proteger a mis ojos y a mi mente de lo que sea que estén haciendo ahí.

  No sé qué parte ganará la batalla: mi curiosidad o mi sentido común.

REFUGIO ( #1) [EDITANDO]Where stories live. Discover now