Capítulo 14

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  El estridente sonido del despertador de al lado de mi cama me despierta. Había decidido tomar una siestecita antes de ir hacia los laboratorios; me levanto, me peino un poco mi pelo rojizo y salgo de la habitación para sumergirme de nuevo en la cegadora luz fluorescente del pasillo.

  Después del incidente con las balas de la semana pasa, me enviaron a la parte de alimentación… esto no se me daba tan mal. Consistía, básicamente, en cocinar y preparar los bocadillos para los que se iban de patrulla solo que aquí todo tiene un nombre súper-científico que hace que todo parezca más interesante de lo que realmente es. La cocina no estaba exactamente en los laboratorio, pero si a un par de puertas a lado y por eso todo el mundo afirma que está en los laboratorios.

  Abro las puertas de metal que separan la cocina del pasillo y me sumerjo en un mundo de olores y sabores. Álvaro, el jefe de cocina, me entrega el delantal y la redecilla que todos debemos llevar para poder acercarnos a la comida. Estaremos en medio de un apocalipsis alienígena, pero Álvaro protege la comida como si fuera su bebé; lo quiere todo en condiciones y los platos con una imagen digna de un concurso de cocina. Realmente increíble.

    -Buenas tardes, Amanda –me saluda Angie. Es la única con la que he intercambiado más palabras desde que trabajo en las cocinas. Es bajita, rellenita, con el pelo anaranjado y un montón de pecas. Es muy guapa y realmente agradable.

  -Hola, Angie.

  -Hoy te toca hacer los bocadillos, y Dan me ha dicho que te diga que quiere el suyo con doble ración de tortilla –Se ríe y vuelve a amasar lo que sea que esté amasando -, y con kétchup porque si no te dará una paliza en tu siguiente hora de entrenamiento.

 Pongo los ojos en blanco mientras parto una barra de pan.

 -¿Dan nunca se cansará de comer tanto? Va a agotar todas las reservas –nos reímos.

 -Ya sabes que hoy les toca patrulla de noche; necesitan más energía –las patrullas de noche son las más peligrosas y las más largas, ya que Los Blancos suelen salir a cazar más por la noche. Se me para el corazón, no quiero que les pase nada a ninguno, no siquiera a Meghan. No creo que pueda dormir bien hasta que mañana vea sus caras y me asegure de que están bien. Llevare dos semanas y media, pero en ellas he les he tomado mucho cariño, sobre todo a Andrea, Dan y Noah.

  -¿Y no tienes miedo cada vez que sale una patrulla con horario nocturno?

 -Claro, ¿Y quién no? –me mira con el semblante serio-. Pero acabas acostumbrándote. Todos los días hay una patrulla nocturna, y no todos vienen enteros… -traga saliva y desvía la mirada-. Pero es lo que toca si queremos deshacernos de Los Blancos.

   -Supongo…

  Ninguna de las dos volvemos a hablar y nos concentramos en cocinar.

  -¡Por fin! Amanda, vamos a la plaza. Creo que algunas de las chicas van a bailar, la mayoría cenaremos ahí –habíamos terminado de hacer los bocadillos para la patrulla, pero todo estaba sucísimo: con harina y trozos de queso por la mesa.

  Miro a la puerta que conecta la cocina con el pasillo de los laboratorios; puedo aprovechar y hacer una visita a ver qué demonios es lo que hacen ahí con la gente.

  -Mmm… creo que me quedaré aquí a limpiar un poco –señalo nuestra parte de la cocina-. Estoy cansada.

  -Vale, como quieras. Buenas noches –cierra la puerta y me quedo sola.

  Suelto el trapo que estaba sujetando, me quito el mandil y la redecilla y me dirijo a la puerta de la derecha.

  Apago las luces de la cocina antes de cerrar la puerta y me muevo entre las mesas con chismes científicos hasta meterme en el pasillo donde vi la pierna cercenada. Me paro en seco.

   Oh, mierda.

  Enseguida retrocedo haciendo una mueca hasta esconderme en una esquina; hay cuatro cazadores haciendo guardia en frente de la puerta interesante, de la cual no sale ningún sonido. ¿Cómo voy a entrar ahora?

  -¿Has visto en el problema que se ha metido Oliver? – oigo que charlan-. Isa quiere matarlo.

  -Bah, Oliver se lo ha buscado, por liarse con Bea…

  Ya lo tengo. Mientras ellos siguen hablando me levando y me acerco más a los cazadores. Veo que me arrepentiré de esto. Todos me miran.

  -¿Qué quieres, novata?

  -Eee… Charlie os necesita en La plaza –miento.

  Todos me miran con interrogación.

  -¿Y para qué nos quiere Charlie? Hay más guardias. Lárgate.

  Todos rían y vuelven a su conversación. Tengo que darme prisa.

  -Dice que sois los mejores cazadores para el trabajo, y que os necesita ahora –improviso.

  El Hombre que me ha hablado antes para de reír y me mira serio. Se tensa.

  -En ese caso no lo hagamos esperar –el orgullo recorre su figura; mira a los demás y les indica que le sigan con la cabeza. Desaparecen y vuelvo a estar sola.

  Sonrío por mi éxito y me dirijo a la puerta que, casualmente, está abierta. La abro y entro. Es una salita parecida a la biblioteca: una sala cuadrada principal donde había colocados unos trajes de protección –como los que usan cuando un enfermo está en cuarentena- colgados de unas perchas, y un pasillo cerrado por otra puerta.

   Me dirijo a la puerta y la abro. Un largo pasillo blanco se me da la bienvenido y yo me hundo en él. Todo huele a hospital y a antisépticos, y hace que quiera vomitar. Odio este olor. Al llegar al final del túnel me encuentro con otra puerta negra. La abro…

  …y me encuentro a un hombre joven, de unos cuarenta años, atado a una mesa de metal.

  Me acerco con cuidado y lentitud, y me encuentro que está cubierto de ampollas y de zonas sin piel, que aún sangraban. Parecían provocadas por quemaduras. Voy a vomitar.

   Estoy empezando a respirar muy fuerte y de forma muy superficial; el asco, y luego el miedo me empapan. Me llevo una mano a la boca y noto el sabor salado de las lágrimas. La vista se me nubla y empiezo a gritar… a gritar como una loca.

  Antes de que pueda lanzar el segundo grito el hombre abre los ojos –unos ojos blancos-, y clava su mirada aterradora en mí. Empieza a agitarse en sus ataduras para intentar llegar a mí.

  Vuelvo a gritar, esta vez con una voz tan aguda que estoy segura de que no es la mía. El hombre sigue gritando incoherencias mientras una espesa espuma blanca empieza a desbordarse por su boca.

  El miedo me paraliza, se adueña de cada parte de mí ser y lo agarrota hasta hacerme caer.

  No puedo levantarme.

 Tengo que levantarme.

Necesito levantarme.

 Me ignoro a mí misma y grito y lloro mientras me hago un ovillo al lado de la mesa de metal, donde el hombre sigue berreando y escupiendo la espuma blanca, que salpica toda la mesa.

  Puntos de colores se hacen con mi vista dejándome ciega e indefensa.

  Oigo voces y pasos que se acercan, pero soy incapaz de procesar lo que están diciendo. Unas manos fuertes se posan en mis agitados hombros. Alguien me levanta –la persona dueña de las manos- y me apretuja contra su pecho, frotándome la espalda para tranquilizarme. No lo consigue, sigo llorando y agitándome. Los colores siguen cegándome.

  -Tranquila, Amanda. Tranquila .distingo la voz de Charlie-. Te voy a sacar de aquí –se levan y me coge en brazos.

  -Vosotros ocupaos de él.

  Siento que Charlie camina hasta salir de esta sala infernal.

  -Tranquila…. -no puedo escuchar el resto de la frase.

  Entre lágrimas y miedo mi infierno se oscurece.

REFUGIO ( #1) [EDITANDO]Where stories live. Discover now