Prólogo.

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1938

—Mamá, yo de mayor quiero hacer feliz a las personas. —informé a mi madre, que me miraba casi de forma empalagosa. Había estado por lo menos diez años tejiendo el mismo jersey, bueno, a lo mejor tanto no, pero no se me da demasiado bien calcular el tiempo, con saber que acababa de cumplir los 7 años era suficiente.

—Podrás hacer eso y mucho más, Roger, tu eres lo que todos los mayores han querido ser, fuerte, sincero e importante. ¿Lo recordarás siempre? Tu eres lo que toda persona sueña, tu vas a ser alguien a quién la vida no podrá hacer olvidar. —después de su discurso motivante de los lunes, yo nunca sabía que decir, siempre eran las mismas palabras, siempre lo decía mientras tejía el mismo jersey de color verde caqui, siempre lo decía antes de irse a la compra, siempre se despedía de mí con un beso en la frente y me cogía del moflete. Eso me gustaba. Yo siempre la daba un abrazo con todas mis fuerzas.

—Te quiero de aquí al techo. —dije de forma muy seria alzando el brazo y señalando. Ella siempre se reía.

—Yo te quiero de aquí al cielo. —me respondía sonriendo, sabía que la estaba haciendo feliz, y eso me gustaba. Me levante del suelo y fui a la mesa de cartón, habíamos tenido que vender los verdaderos muebles porque, según mi madre, 1938 estaba siendo un año muy duro. En la "mesa" había una cartilla llamada "Cartilla de racionamiento" nunca he sabido que significaba, pero cuando mamá siempre se la llevaba, volvía con algo de comida para esa noche.

—Yo te quiero de aquí al infinito. —dije dándole la cartilla y a su vez una bufanda marrón algo descosida, era de mi tatarabuela, o eso decían. Mi madre se levantó, me guiñó un ojo y salió por la puerta, prometiendome volver en menos de seis horas y con algo para comer. 

Mamá ya no volvió.

¿De quién es esa clavícula?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora