¿Qué hay enterrado en mi jardín?

369 55 22
                                    

Apenas me enteré cuando llamaron al timbre, con la edad la pérdida de facultades era inmediata, por eso, cuando rompieron el cristal de la ventana me asusté muchísimo. Y os preguntaréis, ¿por qué lo hicieron? ¿acaso ya no se puede tener intimidad? Bien, estoy preso en una maldita residencia en medio de la montaña. Al principio, cuando decidieron encerrarme aquí, no me pareció mala idea ya que tenía un pequeño apartamento para mi propio disfrute (era el grandioso premio que le daban a todo viejo que pudiera mantenerse en pie y valerse por sí mismo), incluso tenía un jardín. 

Era una residencia grande, llena de gente como yo, aunque algunos tenían peor aspecto. Una enorme zona verde cubría el recinto en el que nos encontrábamos, el personal de trabajo era realmente amable, y no dudaba en ayudarte (porque ese era su trabajo, sino, ¿quién querría ayudar a una panda de abuelos? Esa era mi opinión) cada vez que lo necesitabas, yo nunca recurría a sus servicios, no quería abusar ya que era suficiente que aguantaran mi "estupendo" humor.

Cuando llegué, todos me miraban maravillados, ¡oh dios mío! ¡tenían delante de sus narices al gran Roger! ¡El humorista más famoso en los últimos 40 años! Casi les escupo. Poco a poco se fueron dando cuenta de que estaba más amargado que cualquiera de ellos, ni la gente más seca y borde del planeta podría compararse con mi personalidad asocial, y es que yo solo hablaba conmigo mismo. Las señoras no paraban de cortejarme, cosas como: "¡No tienes ni una arruga!" a lo que yo solía responder: "Permiteme decirla que usted tiene unas cuantas", o "¿Quieres venir a tomar un café a mi apartamento?" y yo decía: "¿Para qué voy a querer yo compartir el mismo aire que usted? Además, el café es malo para la tensión" Cómo podéis esperaros, ya no me hablaba nadie. Estaba más solo y tranquilo que nunca, entonces llegaron ellos.

A lo que os estaba contando, acaban de estropear mi magnifica mañana al romper aquella ventana. Me levanté de la silla y cogí el bastón, que permanecía apoyado en una esquina del diminuto salón. En cuanto reconocí el uniforme, supe que se trataba de un asunto grave, la policía no solía venir muy a menudo, ¿habría descubierto que robaba barajas de cartas de la sala de estar?

—Es de urgencia máxima que nos deje movernos libremente por su apartamento. —dijo mientras me enseñaba la placa, yo no respondí, simplemente bajé el bastón ya que me había preparado para darles un buen golpe. 

Empezaron a revolver todos los cajones, yo a penas tenía cosas, un par de fotos y algún que otro libro. Pensaba que buscaban los cuadernos de mi época de oro, que era aquella en la que el escenario me recibía con más aplausos de los que ningún otro comediante había recibido en su vida. Decían que yo creaba una nueva atmósfera, y por unos años, me lo creí. Pero no buscaban eso, tras desordenar mi pulcra y metódica casa, se dirigieron al jardín. Estaba seguro de que empezaría a romper las macetas, o quemar las flores, ¡bárbaros! En lugar de eso, uno de ellos entró en la casa, fue al armario en el que tenía guardadas las herramientas de jardín y cogió una pala.

Estuvieron al menos tres cuartos de hora haciendo agujeros bastante profundos, a ojo podrían llegar a los cuatro metros. Temía caerme, por lo que me mantuve al margen. Por fin, desenterraron algo, tenía un aspecto alargado, no era un objeto ancho y estaba lleno de tierra, se encontraba completamente pudrido. 

—¿Qué es? —era la primera conversación que entablaba con alguien. Las cocineras no contaban, tenía quejas hacia ellas respecto al tamaño de mi raciones en las cenas.

—Una clavícula. —dijo uno de los inspectores. Me sorprendieron varias cosas de su conducta, la primera de todas: que supieran exactamente de lo que se trataba, la segunda: la naturalidad con la que hablaba, y la tercera: que conociera el lugar donde almacenaba las herramientas. No era alguien de fiar, su rostro lo afirmaba.

—En esas tres últimas semanas, hemos encontrado tres cadáveres cerca de esta zona, y a todos les faltaba la clavícula. —dijo el otro agente, que recibió enseguida un codazo por parte de su superior.

—¿Demasiada información a un inofensivo viejo? —pregunté reincorporando una postura recta.

—No tan inofensivo. ¿Qué hace una clavícula enterrada en su jardín? —preguntó, cogiendo la pala y con aspecto amenzante. Levanté el bastón, ¿acaso yo tendría algo que ver en esto?

>> ¡Espero que os haya gustado el primer capítulo! Por favor no os olvidéis de comentar/criticar (siempre constructivo) que os parece. Espero que los siguientes capítulos sean bastante mejores, aunque para estar adaptándome al personaje y a escribir en primera persona (nunca lo hago), estoy contenta con el resultado. Roger os quiere, bueno, ya sabéis que no. <<

¿De quién es esa clavícula?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora