Mi cara empezó a ponerse roja, y estallé en una sarcástica carcajada. El hombre, que se hacía llamar Pascual, decía que MI jersey era suyo, por lo que si relacionábamos conceptos, pretendía decirme que MI madre era SU madre.
-Pascual, me temo que se está confundiendo de persona. Está mayor,y la vista comienza a fallar...
-No Roger. Tienes que confiar en mí, algún día conseguiré demostrar que somos hermanos. -tal vez la noticia no me la creía del todo, de hecho no se me pasaba por la cabeza ni que aquel hombre pudiera estar emparentado conmigo. Él era tan simple, tan típico, que a su lado, mi persona deslumbrada.
-No se quién es realmente, y la cena está aceptable, déjeme tranquilo. -cuando señalé lo de "aceptable" la cocinera me intentó asesinar con la mirada, estaba enamorada, seguro. Cogí otra de mis patatas, y además aparté el plato de la mirada de buitre de Pascual.
-No eran ratones, Roger, era yo. -dijo de pronto. Y me vino a la memoria un relato memorable de mis años bonitos, y por supuesto me dispongo a contároslo de forma breve.
Mi madre tejía con tranquilidad en la silla el jersey verde caqui, que próximamente sería mío. Yo pasaba las tardes jugando con la madera, eran unos bloques cuadrados y rectangulares con los que me inventaba todas las historias que pueden pasar por la imaginación de un niño.
-¡Mira mamá! Es un caballo y esto un burro. -dije levantando mis cortos y delgados bracitos, tenía entre los dedos de cada mano, un trozo de madera sin color.
-¡Qué bien Roger! -contestaba mi madre con aparente felicidad. Riendo ante mis ocurrencias, ya que cada día las variaba. El hilo deslizaba rapidamente entre sus dedos, el jersey estaría acabado en poco tiempo.
-Mamá, ¿qué son esos ruidos? -pregunté dejando caer ambas piezas de madera al suelo. Escuchaba sonidos que venían del cuarto prohibído. Era una habitación de dos metros cuadrados en la que mi madre guardaba todo lo que no estaba en la cocina o en el dormitorio, era como el típico trastero lleno de cosas viejas que nadie usa. Con la diferencia de que nosotros lo usábamos todo, ya que era lo único que teníamos. Nunca me había dejado entrar, decía que era peligroso y que las cajas se me podrían caer encima. Y yo me preguntaba que de qué cajas hablaba, ¡si no teníamos tantas cosas!
-Son ratones, Roger. -decía ella sin darle importancia. Yo seguía con la vista fija en esa dirección.
-¿Y los ratones lloran?
-Sí, Roger.
-¿Y los ratones dan golpes?
-Sí, Roger.
-¡Mamá! -grité alarmado. -¿Los ratones abren puertas?
La puerta del cuarto empezó a abrirse de forma muy lenta, mi madre se puso en pie dejando caer todo su trabajo, y yo me escondí detrás de su silla. Nunca había tenido un ratón tan cerca, ¿cómo serían? Se decía que grises y peludos, con colas rosas muy largas, y un hocico respingón.
Pero el ratón no se dejó ver, de hecho, volvió a cerrar la puerta, y mi madre mucho más tranquila retomó su trabajo.
Y en ese mismo instante, más de setenta años después, tenía al pequeño ratón del cuarto prohibído delante de mis narices. Maldita sea, ¿cómo se podía ser tan ingenuo? De todos modos, seguía desconfiando. Nadie puede entrar de pronto en tu vida y decir; "eh, dame ese jersey, soy tu hermano". No era de buenas personas, no era ético.
-Tengamos en cuenta la remota posibilidad de que tu y yo seamos hermanos. -empecé diciendo, y preparando un gran discurso. Podría decir que era poco probable ya que físicamente no eramos parecidos, jamás le había visto, y mi madre nunca me había hablado de él. -¿Por qué yo no sabía nada?
Se aclaró la garganta, carraspeó varias veces y empezó aquella temida historia sobre mi madre, algo que siendo niño nunca te hubieras podido plantear. La razón de por qué tu madre te abandonó siento tan pequeño, y por qué todo el mundo la dio por muerta.
-Verás Roger... era una época difícil, yo solo tenía 13 años, y tampoco entendía mucho todo el asunto. Solo recuerdo aquellos anónimos que nuestra madre leía, un sobre verde caqui por día. -empezó a explicar, sus ojos se humedecían y yo había dejado de comer patatas. -Desde que papá se marchó, empezamos a recibir aquellas notas. Eran amenazas, hacia mí y hacia ti. Por eso mamá me protegía, por eso tu no debías saber nada. Ya era suficiente con que uno de los dos supiera demasiado.
Silencio por mi parte, el relato estaba siendo absolutamente terrorífico, e inesperado.
-Roger, mamá no murió como te dijeron en el orfanato. -sentía que las grandes emociones acababan de empezar, sentía la garganta muy pequeña, y que el corazón me cabía en un puño. Era algo parecido a la sensación de llorar, no de risa, sino de pena. -El asesino encontró a mamá, y esa clavícula que desenterraron en tu jardín era suya.
Y aquí, queridos míos, acaba este nuevo capítulo, que he escrito con muchísima ilusión y siempre tomando de ejemplo a mi abuelo. Tengo alguna pregunta para vosotros, y en el siguiente capítulo empezaré a desvelar nuevas cosas.
¿Qué pensáis de Pascual? ¿Se puede confiar en él? ¿o es todo una farsa? ¿Filomena sabía esto?
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¿De quién es esa clavícula?
Mystery / ThrillerNadie piensa que su vida está acabada, al menos nadie lo reconoce. ¿Es duro no? Pasar de la cima, al olvido. Roger, un viejo humorista, ha hecho feliz a miles de personas, y solo Lucy le consiguió hacer reír a él, hasta su desaparición. Cuando la po...