Capítulo 3

638 155 17
                                    

-Aún no puedo creer que tengas más de quinientos años-le comentó ella mientras observaban como el agua bajaba por la cascada.

Él se había ofrecido a darle un recorrido por el lugar y le presentó a los demás. Aranza descubrió que las personas que vio en fila, no eran todos los habitantes, habían cinco más, pero estos ya había conocido al amor de su vida y lo habían visto marchar, por lo que no tenía lógica recibir a otro humano.

El lugar era pequeño, y daba la impresión de una aldea antigua. Ella no le había dicho aún si se casaría o no con él, pero Henry, como posteriormente le informó que se llamaba, parecía estar seguro de que sí, y si no, se comportaba de forma muy amable y agradable. Era una persona muy simpática, y Aranza recordó esos otros rumores que decían que las criaturas que habitaban esa cueva, además de ser los adonis y venus personificados, eran muy afables y de buen trato, aunque él le explico que en realidad no era del todo cierto, sino que una persona cuando queda enamorada, o impresionada por otra, suele ver en ella más virtudes que defectos.

-Quinientos ocho, para ser exactos, pero sí, los tengo.

-Dios...En caso de que sean liberados...¿Creen poder adaptarse a la sociedad actual? Les aseguro que las cosas han cambiado muchooooooooo.

Henry rio.

-Lo haremos. Dalo por hecho. Aprendemos rápido.

Aranza tomó una pequeña piedra y la lanzó al río haciéndola rebotar. No lo miraba a la cara porque el efecto que le causaba hacerlo era demoledor. Aún no creía que hubiera criaturas tan perfectas, y el beso solo había conseguido aumentar su incredulidad.

-Yo creí que hace quinientos años las brujas eran quemadas-dijo observado como otra piedra se hundía en el lugar.

-Lo eran, por eso Priscila se ocultaba en esta cueva, para evitar ser cazada. Sin embargo, después de maldecirnos desapareció. Creo que no le importó morir si ya había cumplido su venganza, o se fue a otro lugar. No lo sé.

Aranza lo miró y se alegró al comprobar que ya debía comenzar a acostumbrarse a su aspecto, pues ahora podía hablar sin perderse en sus bellas facciones.

-Me pregunto si cuando salgan de aquí seguirán siendo tan perfectos. Él se encogió de hombros.

-Supongo que seremos humanos normales. Tendremos la apariencia que tendríamos a los veinticinco, es decir, esta misma, pero sin todo los que nos hace perfectos. Seremos simples mortales. Espero no te asustes.

Ella rio.

-No si tu no te asustaste al verme después de estar rodeado de gente perfecta.

Él le acarició la mejilla y ella se encontró nuevamente siendo dependiente de su contacto ¿Por qué? ¿Por qué parecía vivir de sus caricias? ¿De su voz? ¿Por qué imaginarse sin él ahora le parecía algo desgarrador? Estaba perdiendo la cordura, debía ser eso, o quizás, solo en verdad estaba destinada a él.

-Para mi eres perfecta. Eres mi complemento. No solo aquella que nos liberará, sino la que me acompañará el resto de mi vida y hará mis días felices. Harás desaparecer la soledad a la que estoy acostumbrado e iluminarás mis días con tu presencia. Solo por eso, eres perfecta.

Se acercó para volver a besarla y Aranza se dejó. Nunca le había dicho palabras tan bonitas. El hombre en verdad debía de venir de otra época si era capaz de expresarse de esa forma, porque nadie en esta época era capaz de siquiera decir te amo sin acompañarlo de algún cumplido vulgar.

Tres días pasaron y Aranza se empezó a preocupar. No iba a salir de ahí, eso estaba claro. Lo había intentado varias veces más pero fue inútil. Se sentía mal porque sus amigos se preocuparían y su familia posiblemente también. No obstante, aparte de ese pequeño inconveniente de no poderse comunicar para informar que se encontraba bien, Aranza no se sintió tan mal como uno debería sentirse cuando estaba casi secuestraba dentro de un lugar que debería ser inexistente con personas de medio milenio de edad. El internet y todo lo demás no fue necesario cuando la gente era tan agradable y pasarse horas conversando no fue ninguna tortura, algo extraño, porque sus temas de conversación eran más parecidos a una clase de historia que otra cosa. Pero Aranza también le contó cosas del mundo actual y todos se complementaron.

¡Maldito amor!  historias de amor y madiciones.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora