Capítulo 2

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 Los abusos.

Pasados unos días de la charla con Víctor y el descubrimiento del misterioso tatuaje, del que mis compañeros de la oficina hablaban y decían que era muy hermoso, preguntando una y otra vez dónde me lo hice, pregunta que, por supuesto haciéndome la importante no contesté, alegando que en ese momento no recordaba pero que ni bien lo hiciese se los diría y tal. ¡Ilusos! Ni si lo supiera les diría, pero como no lo sé nos quedaremos con la duda todos.

Lo bueno de trabajar de lunes a viernes, es que tengo sábado y domingo para ir de ¡rumba! ¡oh yeah, baby! Espero que Vic quiera acompañarme y si no quiere… bueno, tendré que ir sola. No me voy a quedar en casa solo porque está en modo hermano protector. “Sé que dije que me iba a controlar, pero al diablo, sino disfruto ahora, ¿cuándo?”. Así que, con ese pensamiento salgo feliz del trabajo, rumbo a mi casa.

Mientras voy caminando a la parada del autobús, mi celular suena avisándome que mi madre me está llamando. Lo sé porque tengo designado un sonido especial para cada contacto. Pero decido no contestar, no quiero hablar con ella todavía, debido a que mi progenitora no se hacía cargo de mí, al menos como debería hacerlo una madre. Prácticamente ese rol lo ocupaba mi abuela y ese es el motivo por el cual nuestra relación es casi nula desde que me fui.

De todos modos, nunca tuvimos una relación muy estrecha que digamos. Por eso cuando tuve oportunidad de irme a los veinte años —ahora tengo veinticuatro— y pagarme el alquiler de un departamento con la ayuda de mi abuela, claro está, lo hice. Cabe aclarar que era su única nieta. Así que no lo dude ni un segundo y me fui. Desde entonces las únicas veces que he ido a ver a mi madre o he mantenido relación con ella, fue porque mi abuela me insistía en que debía visitarla más y dejar a un lado nuestras asperezas, decía que quisiera o no ella era mi madre. E incluso hubo veces que me acompañaba para asegurase de que cumplía mi palabra. Abuelas.

Mi padre… bueno, ese es un caso aparte. Digamos que vive en su mundo y no siempre se acuerda que tiene una hija a pesar de ser la única, pero ya no me afecta, me acostumbre a ser un cero a la izquierda en mi familia. Cuando era más chica sí sufría mucho, no entendía porque solo se hacían cargo de mi cuando algo malo pasaba y después volvía a mi anonimato, como si no estuviera ahí haciéndome cargo de mí misma. Así que como se darán cuenta tengo unos padres ejemplares —sarcasmo puro, obviamente—.

Bueno… ya se habrán imaginado que cuando mi abuela murió quedé devastada, debido a que ella era la primera persona más maravillosa que tenía en mi vida. Víctor es la segunda. Lo conocí en primer grado cuando me defendió evitando que unos chicos me pegaran porque… la verdad ya ni recuerdo, pasó tanto tiempo de eso que me hace sentir veterana. Pero en ese momento fue como una conexión que tuvimos, ya que desde ese instante nunca nos volvimos a separar. Lo considero como el hermano que no llegué a tener por más que quise y él — a pesar de que sí tiene hermanos— me considera una más de su familia y siempre que lo necesito está ahí para mí. Aun cuando a veces soy mala con él, sigue protegiéndome y cuidándome. Y yo hago lo mismo (o al menos lo intento).

Cuando eso pasó, la muerte de mi mamá de corazón me encontraba muy mal por su partida. Sentía que una parte de mi había muerto con ella no podía ni siquiera dormir bien porque tenía pesadillas horribles, que me despertaban en medio de la noche. Entonces Adam, mi novio en ese momento, decidió que lo mejor era darnos un tiempo. Según él no podía verme en el estado en que me hallaba, decía que necesitaba pasar por mi duelo sola, debido a que él sentía que sólo estaba molestando y que no era de mucho apoyo ¡idiota!

Al ser un momento muy doloroso para mí, lo único que quería era que él estuviese conmigo, acompañándome por más que pareciera ser un alma en pena y no la mujer alegre y divertida que siempre fui. Le suplique que no lo hiciera, que lo necesitaba para que me ayudara a mitigar el dolor que sentía y siento, porque no es que ahora se haya ido, solo que es más soportable. No pedía nada más que estuviese ahí para mí, pero el muy desgraciado se fue dejándome con el corazón partido.

¡Maldito amor!  historias de amor y madiciones.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora