Capítulo 1

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Aviso: Esta historia está basada en un acontecimiento real que ocurrió en la fecha indicada, aunque se mencionen a personajes reales, la historia es completamente ficticia y producto totalmente de mi imaginación.

Invierno de 878, Wessex

— Estarás condenada a no conocer jamás el amor, a que cada vez que entregues tu corazón a un hombre muera entre tus brazos sin poder hacer nada para evitarlo y la maldición pasará a tus hijas, a las hijas de tus hijas hasta que el alma pura bañada por la luz de la luna derrame lágrimas de…

— ¡Deja de contarle esas historias a tus hermanas, Amber! —le gritó la voz que identificó como su madre, interrumpiendo su relato mientras entraba en el cuarto de costura donde estaba ella junto a sus hermanas pequeñas.

A sus diecisiete años era la mayor de cinco hermanas y la que seguía a ella en edad tenía tan solo once años, por lo que realmente se consideraba casi una madre para ellas, aunque eran sus únicas amigas allí en la corte donde vivían.

— Pero son historias de familia —respondió contundentemente. Esa historia se la había contado su tía Juliet, la cual aseguraba que era cierta, decía que todas las mujeres de su familia perdían a su verdadero amor. El marido de tía Juliet murió a los tres días de contraer matrimonio. Su propio padre también lo hizo, aunque madre volviera a casarse con aquel vejestorio y tuviera a sus cuatro hermanas, ella sabía que su madre Anne aún amaba a padre.

— Eso solo son cuentos de tía Juliet a los que no deberías hacer caso —contestó su madre haciendo que todas la mirasen-¿Acaso vuestro padre ha fallecido? —les preguntó como contestando con esa pregunta a la veracidad del relato.

— ¿Amáis a padre? —preguntó su hermana menor Emma.

— Por supuesto que le amo, es mi esposo. —contestó severamente Anne.

Amber no respondió, sabía que hacerlo solo era entrar en una disputa de la cual no ganaría, pero ella sabía que su madre Anne no amaba a su padrastro, es más, aún la escuchaba llorar algunas veces mientras susurraba el nombre de su padre, Henry de Billinghurst.

— ¡Yo quiero enamorarme de un apuesto príncipe! —intervino su hermana menor Johanna.

— ¡Yo de un apuesto guerrero! —terció Amara.

— Pues yo me conformaría de un noble inglés, pero que me ame… —suspiró Emma.

— Yo no aceptaré a alguien que no sea rey —dijo seriamente Margaret.

— ¿Y tú Amber? —le preguntó Johanna cuando todas esperaban.

— No lo sé —contestó encogiéndose de hombros, lo cierto era que no deseaba enamorarse. Creía en esa maldición que se cernía sobre las mujeres de su familia, era como una condena en su sangre y de la que estaba completamente segura porque la maldición incluía no tener herederos varones y tanto su madre como sus tías no habían tenido ni un solo hijo varón pese a que su madre insistiera en que solo era casualidad.

— Con lo hermosa que eres probablemente te cases con un príncipe, ¿Verdad madre? —preguntó Johanna.

Lo cierto era que físicamente no se parecía en nada a sus hermanas que todas tenían el cabello castaño, aunque variara de tonalidad clara a oscura, en cambio ella, de forma inusual, tenía el cabello prácticamente blanco de la claridad que éste tenía, algo insólito en palacio y por lo que la identificaban fácilmente. Sus ojos era de un azul cobalto que resaltaban en contraste con su palidez y era bastante menuda, aunque aquello la favoreciera a la hora de encontrar esposo.

— Muy hermosa —contestó su madre observándola— De hecho, no dudo que obtenga un buen matrimonio— sonrió tanto a ella como a sus hermanas.

¡Maldito amor!  historias de amor y madiciones.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora