Capítulo 1

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La estancia estaba atestada de gente. Más, no podía evitarlo. A pesar de todo, se sentía medianamente a gusto.

Se retrajo hacia uno de los laterales, apoyándose contra la pared a modo de descanso. Llevaba media hora en aquella fiesta, pero ya se sentía cansado.

Se acomodó dentro del abrigo negro y largo y esperó. No sabía exactamente qué, pero lo hizo.

-¡Mi querido amigo!

Una voz, que no escuchaba hacía quien sabe cuánto tiempo, estalló cercana a él, haciendo que diese un pequeño respingo.

-¡Leeteuk!

El rostro aniñado, aún para sus 29 años, apareció delante de él, esbozando una amplia sonrisa. Park JungSoo, o Leeteuk, como él lo había llamado, apodo que había adoptado desde que era un niño.

El corazón le saltó alborozado en el pecho al reconocer a su mejor amigo, a quien lo consideraba aquel hermano que nunca tuvo.

Por primera vez en mucho tiempo, sintió que sonreía con verdadero sentimiento, que aquella sonrisa le llegaba a los ojos.

Leeteuk se acercó y lo estrechó en un abrazo que evidenciaba el tiempo pasado ausente y el cariño fraternal que ambos sentían.

-Aún no hueles a alcohol. Me dejas sorprendido. Ahora no sabré si lo que dices es verdad o no. - dijo en tono serio pero con el trasfondo cómico que lo caracterizaba.

Leeteuk estalló en risa al oir su comentario, al tiempo que ponía uno de sus brazos por encima de sus hombros y empezaba a hablar en unas cuantas octavas más, captando la atención de los demás.

-Escuchen... ¡¡¡Escuchen todos!!! Voy presentarles a mi queridísimo y entrañable amigo, el Conde Kim JongWoon.

Los allí presentes hicieron reverencias, simples en algunos casos, exageradas en otros, demostrando respeto hacia su título nobiliario y a su relación con el anfitrión.

Kim movió lentamente la cabeza e, internamente, rodó los ojos, al tiempo que aceptaba los saludos con una cordialidad rayana en la frialdad. Su intención había sido el de pasar medianamente desapercibido, pero su plan se fue a la basura al ver cómo su amigo lo acaba de presentar ante esa sociedad que nada tenía para enseñarle.

Exhaló todo el aire que tenía en los pulmones, evidentemente frustrado.

-Que... ¿No me digas que ya estas cansado? ¡Si apenas está comenzado este baile! Vamos Yesung... Sigues siendo el mismo sujeto tímido que recuerdo.

Él sonrió con complacencia.

Yesung era el apodo que el padre de JungSoo le había puesto cuando ambos aún eran unos niños que se dedicaban a juguetear por todos los rincones y pasillos de la gran casa de los Park.

Luego de que cumpliese los 14 y de que su padre determinara que era necesario internarlo en un prestigioso colegio para varones, hasta ahora que había regresado después de 15 años, Yesung no había vuelto a oír su apodo. En su exilio de su ciudad natal, no había sentido la necesidad de decirles a otros la forma mundana y cariñosa que tenían los Park y su propia familia de llamarlo, por lo que al escuchar a su amigo hacerlo otra vez, sintió una gran oleada de nostalgia.

Leeteuk no había cambiado en nada.

A pesar de que se había graduado en una prestigiosa universidad de médico y que se había casado con una de las mujeres mas bellas de la ciudad, seguía siendo el mismo imbécil atolondrado e infantil que recordaba. Y cuánto quería a ese imbécil.

Él, por otro lado, al haberse graduado de Doctor en Leyes, había asumido los cargo de Conde, luego de la muerte de su padre.

Éste suceso, en conjunción a la agitada agenda que conllevan las responsabilidades de aquel título de nobleza habían forjado en él, muy por el contrario de su amigo, un aire melancólico y taciturno que, unido a una temple austera y tranquila y a un gesto adusto, le dieron la reputación de ser un sujeto más bien frío, calculador y, de vez en cuando, desdeñoso, aunque su corazón aún preservase la indulgencia y la bondad de la cual la vida lo había dotado.

Echó a andar, a remolque por Leeteuk, por todos los lugares de la fiesta, mientras iba siendo presentado de manera formal a aquellas personas que no habían oído las palabras anteriores.

Se sentía fuera de lugar.

Había aceptado la invitación a la fiesta motivado sólo por la ilusión de volver a ver a su viejo amigo. El estar ausente de su ciudad natal y los constantes viajes que debía hacer bajo la responsabilidad de Conde, lo tenía prácticamente atado a dónde vivía y completamente apartado de casi toda vida social, de modo que vio esa inesperada invitación para reanudar aquella amistad suspendida por tanto tiempo.

Ante sus ojos pasaron varias centenas de rostros, todos presentados a su debido tiempo, nombres que él olvidó segundos después de que se lo dijesen. Había olvidado que Leeteuk y su familia eran muy afines a las fiestas concurridas y glamorosas.

-Me apena haber dejado pasar tanto tiempo para volver a retomar nuestra amistad. - dijo Yesung a Leeteuk una vez que quedaron solos en una habitación.

Con la vorágine y la exaltación existente en el salón principal, no había podido decirle lo que de verdad sentía.

El aludido sonrió con ganas, dejando ver el hoyuelo que solía formarse cada vez que lo hacía en su mejilla izquierda, detalle que renovó una nueva oleada de nostalgia en Yesung.

-Sé que has estado metido en todos los menesteres relacionados con el Rey. No puedo culparte aunque, si no me dejas mentir, debo de confesarte que me sentí mal cuando vi tu frialdad para conmigo. No sabía a qué se debía, y te agradezco enormemente que te hayas tomado tu tiempo y haberme escrito aquella carta, contándome los pormenores. Fue mi motivación para enviarte la invitación.

Yesung asintió con parsimonia, recordando brevemente el momento en el que había caído en la cuenta del desaire que le estaba haciendo pasar a su amigo. No había sabido cómo disculparse.

-Estuve mal y, de verdad, te ruego me perdones. Jamás me había inmiscuido tanto en mis labores, al punto de desatender mi propia vida.

-Nada, nada. Eres mi amigo y siempre lo serás, aunque te desaparezcas por un lustro o te cases con una efigie.

Yesung sintió las carcajadas brotar desde el fondo del pecho. El volver a hablar con él realmente volvía a conectarlo de alguna manera con la vida.

Un alboroto interesante, acompañado de un centenar de voces que gritaban y se reían unas cuantas octavas mas arriba, les llegó desde el salón principal de la gran casa de JungSoo.

Yesung miró por un instante la gran puerta de madera que separaba dicha de la que en ese momento se encontraban, para luego volverse hacia su amigo.

Éste lo observó con un brillo en los ojos.

-Vamos a ver. Seguro que ya llegó.

Yesung lo siguió con la vista unos momentos, hasta que decidió levantarse y alcanzarlo.

-¿Llegó quién?

Entonces Leeteuk se volvió hacia él, completamente sonriente.

-El Arlequín.

Arlequín [YeKyu] [+18] [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora