Epílogo

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A medida que avanzaban por aquel largo pasillo, el penetrante olor a medicación era cada vez más intenso, al cual ya estaba acostumbrado.

El sonido de las pisadas retumbaba a lo largo de todo el lugar, debido a la escasa presencia de mobiliario y personas, lo que incrementaba la resonancia y devolvía el eco.

Todo era de un blanco impoluto. Desde las paredes hasta el duro mármol del piso. Todo era meticuloso y medido. Todo era silencio y pasividad.

Sin embargo, podía escuchar los dejes de gritos que le llegaban apagados, casi sin vida. Suspiró.

-Es por aquí...

La voz de JungSoo cortó momentáneamente aquella pasividad impuesta e inexorable.

Miró al médico a través del rabillo del ojo por una fracción de segundo, y continuó caminando en pos de él, en absoluto silencio. Doblaron en una esquina y continuaron por un pasillo un poco más estrecho que el anterior, pero igualmente deshabitado.

Leeteuk no era el mismo. Tenía grandes ojeras y su aspecto general había cambiado. Ya no parecía un joven en los últimos años de su veintena, sino más bien alguien que acababa de llegar a la cuarta década.

-La familia de los Cho era, en su tiempo, de buena posición. Por ese motivo, pudieron criar a sus hijos como lo que eran, gente de la aristocracia. Pero cuando aquellos cayeron en la banca rota, ese estilo de vida debía de cambiar, a la fuerza, cosa que no afectó a Kyuhyun pero si a su hermano. Esto, debido la inexorable y antagónica naturaleza de ambos. Porque, a pesar de compartir los mismos lazos de sangre, eran el día y la noche; mientras Kyuhyun solía pasar tiempo dedicado a sus lecturas, SaeHoo gustaba la vida social, las fiestas y los demás placeres que eso representa. Por eso, al caer en aquella ineludible situación económica, se vio imposibilitado de acceder a aquellas, por lo que empezó a buscar una manera de solventar aquellos gastos, cosa que a su hermano no le preocupaban. - dijo entonces el médico, con voz suave.

El viento empezó a correr, de una manera muy suave, colándose por las hendijas de la ventilación. De lejos se podía escuchar el sonido acompasado de recipientes y objetos metálicos.

-De alguna manera, SaeHoo se encontró con Sungmin y, viendo lo rentable del negocio, decidió involucrarse en él. - continuó Leeteuk, aunque parecía más una perorata interna -Entonces, SaeHoo encontró en el tráfico de órganos el dinero y la solvencia que buscaba...

El gesto de JungSoo se volvió arisco al pronunciar el nombre de aquel asesino. La suave voz de él le decía que aún no podía con todo aquello.

-SaeHoo -volvió a hablar, en voz baja - planificó su propia y ficticia muerte, dejando que los esbirros de Sungmin lo "matasen" delante de mis ojos y en medio de una reunión concurrida, creando el revuelo suficiente como para poder dejarle el camino libre y darle el tiempo necesario para actuar. Y para ello tomó una infusión de Belladona, que produce una sustancia que induce a la catalepsia. Belladona... - inspiró profundamente - Pensé que esa planta era sólo un mito...

Entonces se detuvo delante de una puerta de aspecto cuidado, con una pequeña abertura en uno de sus costados. Tenía barrotes y también era de un blanco níveo.

Leeteuk se volvió y miró, con la sonrisa amable y el dolor en los ojos. Se detuvo unos momentos y luego desvió la vista hacia el piso.

-Hyukjae me escribió una carta desde el hospital, días antes de morir. Tuvo una infección generalizada... Si me hubiesen hecho caso y no lo hubiesen trasladado... - dijo el médico con un hilo de voz.

Entonces llegó un enfermero y, luego de saludar con respeto, abrió aquella puerta con una llave que parecía pesada aunque nueva.

El ruido del cerrojo retumbó en el corredor y la puerta se abrió limpiamente.

De adentro, llegaba una luz tenue y blanca. El enfermero se corrió de la entrada e hizo una pequeña reverencia.

-Son sólo diez minutos. La campanilla está allí, en caso de emergencia. - anunció antes de dar media vuelta y salir, cerrando la puerta a sus espaldas.

La habitación era pequeña, pero acogedora. Una ventana angosta con barrotes se ubicaba en la pared de enfrente a la puerta, en uno de los laterales. Todo era, al igual que el resto del lugar, blanco, salvo por la pequeña biblioteca de color madera que encontraba debajo de la ventanilla y la cual estaba abarrotada de libros. Una mesa, una silla y una cama completaban el austero mobiliario.

Era una habitación normal, salvo por el detalle de sus paredes, las cuales permanecían acolchadas.

-Se levanta de la cama hacia la silla y viceversa. Se dedica a releer esos libros viejos. No muestra signos de socializar y come y bebe muy poco. Ha bajado de peso notablemente y no responde a ningún estímulo, ni verbal ni corporal. - explicó entonces Leeteuk en voz baja.

Avanzó unos pasos y se detuvo en seco al verlo más de cerca.

Era la viva imagen de la desolación.

-Se culpa a sí mismo por no haberte salvado a tiempo, supuestamente. Y, sobre todo, no puede perdonarse el haber matado a su propio hermano.

Yesung volteó a mirar a su amigo, aunque con dificultad. Sentía una poderosa opresión en el pecho y unas ganas inmensas de ir hasta allí y tomarlo entre sus brazos. Permitir que sintiese su presencia. Decirle que todo estaba bien.

-Le hemos intentado explicar tu situación durante el año y medio que duró tu estado de coma. - continuó JungSoo -Pero ni siquiera se inmuta. No reacciona hacia nada de lo que se le diga.

Yesung se volvió hacia donde estaba Kyuhyun, sentado, de espaldas hacia la puerta, y con uno de los libros en las manos. Parecía estar inmerso en aquella lectura, aunque lo más probable era que conociese aquel libro de memoria. Se acercó aun más, pero se detuvo.

Quería decirle cuánto lo quiso y aún lo quería.

-Las únicas palabras que dice son tu nombre y el de tu hermano, pero ocurre ocasionalmente, cuando tiene crisis de llanto y angustia. Entonces los sedamos y, luego de dormir por unas horas, vuelve a su rutina.

Por primera vez, desde que había despertado, sintió tristeza y angustia. Dolor. Le dolía ver que aquel chico, ahora de unos veintidós años, estuviese en aquella situación.

Era como estar muerto en vida.

-Es como estar muerto en vida. Es como yo mismo... - dijo Leeteuk con un hilo de voz.

Yesung se volvió nuevamente. Observó la pena y el dolor en los ojos vidriosos de su gran amigo. Y también sintió su dolor. Quería decirle que todo estaba bien. Que todo iba a ser mejor.

Entonces se acercó hacia la pequeña mesa que había allí y, tomando el vaso de agua, lo tiró al piso.

Miró nuevamente a Leeteuk y vio cómo sus ojos se agrandaban y el astibo de una pequeña sonrisa florecía en sus labios.

Luego, volteó para mirar a Kyuhyun. Éste estaba mirando el vaso hecho añicos. Miró en su dirección y luego hacia atrás. Observó a JungSoo durante unos segundos, y pudo notar en sus ojos el vacío. Luego se volvió hacia el vaso roto.

Se levantó de la silla junto a la cama y se acercó hacia el charco que se había formado en el frío piso de mármol. Se inclinó y tocó con suavidad los trozos del vidrio fragmentado, sin llegar a hacerse daño. Tomó uno, el más grande, y se lo llevó cerca del rostro, para observarlo con más detenimiento. Entonces sonrió.

-Yesung... - dijo, con voz quebrada. Y dejó escapar una lágrima.

Entonces Leeteuk se acercó hacia él y, poniéndole las manos en los hombros, le dijo:

-Él ahora es libre.

Kyuhyun lo miró nuevamente y se acurrucó en su pecho.

Yesung los observó con detenimiento, mientras una paz se extendía por todo su ser. Ahora, ambos se tenían.

Cerró los ojos, dejando que aquella paz lo llenase por completo.

Era hora de volver.

************FIN*************

Arlequín [YeKyu] [+18] [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora