Capítulo 2

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Las carcajadas resonaban por todo el ambiente. Era evidente que aquel arlequín era bueno.

La multitud festejaba y reía mientras el bufón hacía actos grotescos y calamitosos, desafiando a la burla de los demás.

Más nunca dejaba de sonreír, aún cuando su actuación rayaba en lo estúpido y se auto-ocasionaba algún golpe. Y ese detalle no pasó desapercibido a los ojos de Yesung, cuyo gesto adusto no había sido alterado en ningún momento por ninguna de las escenas del ridículo personaje.

Volteó a ver con curiosidad a Leeteuk, buscando alguna explicación para lo que veía, pero éste estaba absorto en el espectáculo que tenía delante de si. Se reía a intervalos pequeños con verdadera risa y festejaba cada estupidez cometida por aquel truhán.

Rodó los ojos. Seguía siendo un imbécil a pesar de los años.

De pronto la multitud se encrespó por unos instantes, haciendo que perdiera de vista a su amigo. Aturdido y algo confuso, se retrajo hacia atrás, buscando con la vista la sala en donde habían estado hacía unos momentos. Vió que la puerta de la misma estaba atestada por los convidados, que cada vez parecían aumentar en número. No tenía ganas de quedarse en donde estaba, pero tampoco quería irse de aquella fiesta sin haber hablado como personas civilizadas con Leeteuk, a quién no había visto por quien sabe cuánto tiempo, aunque sabía internamente que esa intención no era la más adecuada sopesando el contexto en el que se encontraba.

Considerando sus opciones a la velocidad de la luz, y sin estar muy convencido, optó por quedarse, la cual lo llevaría a atravesar aquella muchedumbre insípida y ruidosa, y tratar de salvaguardar su ánimo en un lugar sin tantos sobresaltos.

Una vez tomada su decisión, avanzó con lentitud y determinación, colocándose las solapas de su capa lo más alto posible para pasar desapercibido y llegar hasta a la entrada de aquella bendita sala sin ser molestado.

Logró su cometido y empujó la puerta de madera, que se abrió con una increíble suavidad a pesar de su apariencia pesada y añeja.

Una vez que escuchó el leve cliqueo de la cerradura a sus espaldas, exhaló todo el aire contenido en los pulmones, cerrando los ojos, sintiéndose de repente aliviado.

Caminó hasta el sillón en donde había estado sentado unos momentos atrás y se acomodó, dispuesto a esperar a que aquel estúpido espectáculo se dignase en acabar y asi poder tener un coloquio normal con quien él consideraba su hermano.

Nunca le habían gustado los arlequines. Ni las fiestas en general. Encontraba el placer y la diversión en cosas no tan mundanas como esas, por lo que para él una buena cena entre amigos, un partido de wist o la lectura de algún entrañable libro junto al fuego de la chimenea, consistían en actividades que podían dejarlo satisfecho y feliz.

Suspiró y miró la hora en el reloj que tenía en el interior de su chaqueta. Había pasado poco más de una hora desde su llegada y la situación comenzaba a crisparle los nervios.

Se repatingó en el sillón, buscando comodidad, rogando en silencio que nadie entrase a la estancia. Necesitaba un poco de calma después de haber soportado el bullicio del salón principal.

Entonces unas voces procedentes de algún lugar le llegaron, primero a modo de murmullo y luego en varias octavas más altas. Buscó con la mirada en sus alrededores, tratando de ubicar el lugar de donde procedían aquellos sonidos, encontrando no mucho despues una angosta y desvencijada puerta. Supuso que venían de allí, por lo que aguardó lo que para él era una inminente irrupción al salón.

Esperó unos momentos que él consideró prudentes, pero aquellas personas jamás ingresaron, a pesar de que sus voces seguían allí.

Aguzó su oído, tratando de reconocer sus palabras o el timbre, aunque esto último se le antojaba inservible, ya que no conocía prácticamente a nadie allí. Sólo pudo constatar de que se trataban de voces masculinas en su totalidad y que probablemente había allí más de dos personas.

Arlequín [YeKyu] [+18] [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora