(Advertencia: este capítulo contiene escenas de violencia y horror. Queda bajo responsabilidad del lector continuar.)
La respiración era profunda.
Intentaba desesperadamente llenar de oxígeno sus pulmones, intentando no caer en una angustia aun más profunda.
Un olor rancio y desagradable le inundaba el cerebro, pero a esas alturas ya estaba acostumbrado.
Más, no podía ver nada.
Sentía muy poco. Sólo que estaba amarrado a una silla, incapacitado completamente de movimiento, habla y visión. Sólo el oído y el olfato le eran útiles en ese momento. O eso es lo que él pensaba.
¿Cómo es que había terminado en esa situación?
Pensar en eso ya no tenía sentido alguno. Y tampoco lo era escatimar alguna posibilidad de escape. Débil y famélico, dudaba si pudiese llegar a pararse de aquella silla de manera normal.
Había perdido la completa noción del tiempo.
Su cerebro, exhausto, apenas podía distinguir los momentos previos a aquel casi fatídico golpe en las sienes, que lo dejó en un estado de coma por quien sabe cuanto tiempo.
Lo siguiente que recordaba era el despertar en su actual condición.
Liberó el aire contenido en los pulmones por la nariz. Ésta le escocía, supuso que era al ambiente en el que estaba.
Con el pasar de las horas, sentía que sus sentidos libres sufrían cierta ambivalencia: por un lado se agudizaban, volviéndose mas sensibles, y por otro, su cerebro iba debilitándose cada vez más, impidiendo que la poca información circundante le llegase en su totalidad.
No quería pensar en más nada. Buscaba desesperadamente aferrarse a cualquier estímulo externo para evitar que su mente divague en temas referentes a su futuro incierto y presente espantoso.
El silencio era casi palpable.
De repente, el ruido de los cerrojos de la aparentemente única puerta retumbaron en sus oídos de manera repentina, haciéndolo dar un respingo. Escuchó como varias personas se adentraban en la habitación y hablaban por lo bajo.
De pronto, alguien tomó las gruesas cuerdas que lo ataban y comenzó a deshacer los nudos, de forma torpe, dejándole solo aquellos que inmovilizaban sus manos. Lo levantaron de sopetón y, tomándolo de ambos brazos, comenzaron a llevarlo, casi a rastras, hacia algún lugar. Sus pies tropezaban por momentos, a veces con sus propios pies, otros con desperfectos en el suelo.
Nunca tuvo un gran sentido de orientación. Mucho menos ahora, que estaba completamente ciego, por lo que no tenía la más mínima idea de hacia dónde lo llevaban.
No supo decidir cuanto tiempo pasó desde que había abandonado la silla hasta que su cuerpo se topó con algo frío, deteniéndolo en seco. Lo hicieron sentar de un empujón y lo recostaron en lo que parecía ser una mesa. Lo manipulaban igual que a un títere decrépito; más nada podía hacer al respecto. La temperatura helada de aquella mesa le produjo un escalofrío que le recorrió toda la espina dorsal, crispándole los nervios y lo vellos del cuerpo.
Le desataron las manos con rudeza.
No podía ver, pero sentía las heridas producidas por las cuerdas a carne viva. El saberse libre de ello le generaba cierto alivio, aunque era consciente de que era pasajero.
Los seres que lo manipulaban tomaron ambas manos y las llevaron hacia arriba, dejándolas atoradas con lo que parecía ser cuero.
Algo en su cabeza encastró de repente, como un puzzle.
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Arlequín [YeKyu] [+18] [Terminada]
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