Nicole caminó alegremente hacia la cafetería. Sus pasos se sucedían de forma rápida y ágil. Aún podía sentir la adrenalina recorriendo todo su cuerpo. Había estado tan cerca de que la pillasen... Sabía que si su hermano o Nate se enteraban de que se veía con Cesar la cosa iría bastante mal. No es que los hombres de su vida fuesen demasiado relajados cuando se trataba de ella, de hecho la sobreprotegían en exceso, era agobiante. A veces la hacían sentirse casi como una muñequita de porcelana que con solo tocarla se podía romper. En cambio, ella no era así, era capaz de defenderse por sí misma y se lo iba a demostrar a todos. Estaba cansada de estar metida en esa maldita jaula de oro...
Nada más llegar observó que ya no había nadie. ¿Se habían ido sin ella? No se lo podía creer, ¡que amigos!
—Venga, vamos a entrenar —escuchó la voz de Nate en su oído, a la vez que él tiraba de su brazo para arrastrarla hacia la puerta.
La sala de entrenamientos estaba vacía, lógico. A parte de a Nate, a nadie más se le iba a ocurrir empezar a entrenar antes de que comenzasen las clases... Nicole miró atentamente la sala. Hacía mucho tiempo que no estaba ahí a solas junto a Nathaniel.
—Y bien, ¿qué propones? —le preguntó la chica con vocecita de niña buena.
Nate sonrió de forma pícara.
—Entrenamiento de combate cuerpo a cuerpo —dijo él en voz alta.
Las paredes de la sala comenzaron a volverse blancas. Los muebles desaparecieron, y del suelo surgió una amplia y fina colchoneta.
Los jóvenes se colocaron en sus puestos uno a cada lado de la sala.
—¿Estás lista?
Nicole avanzó velozmente hacia él para golpearlo, pero Nate era más rápido y casi sin darse cuenta se encontraba tirada boca arriba en la colchoneta con él encima de ella.
—¿En serio? Ha sido demasiado fácil... —se quejó él.
Nicole esbozó una mueca de enfado. Vale, sí, estaba desentrenada, pero no pensaba dejarle ganar tan fácil. Levantó como pudo su mano y la colocó en las costillas del joven. Cerró los ojos y se concentró.
—¡Eh! Me has dado una descarga —se quejó el chico.
Ella aprovechó el momento para girarse y quedarse encima de él utilizando su propio peso. Entonces levantó las manos y agarró las muñecas de Nathaniel para que no pudiese moverse. Sentía como su corazón y su respiración se iban acelerando.
—¿Eso es lo mejor que tienes? —preguntó él con cierta arrogancia.
Un círculo de fuego surgió alrededor de ellos. Poco a poco el fuego se iba acercando. Ninguno de los dos estaba dispuesto a ceder.
Peligro comenzó a sonar en la sala y una lluvia, que los dejó empapados, apagó el fuego.
Nicole se levantó divertida.
—Ya es suficiente por hoy —sentenció.
Nate miró el reloj. Apenas habían estado 25 minutos. Quería aprovechar ese momento en el que los dos estaban solos. La observó unos segundos en silencio. Estaba completamente empapada, y aún así era la mujer más perfecta que había visto y vería en su vida. No podía dejar que se fuese ahora sin aprovechar ese tiempo que tenían a solas.
—Se nota que no has practicado en absoluto durante el verano —dijo él para molestarla y así provocar que ella se picase y se quedase un rato más.
—Cierto. He estado demasiado ocupada en otras cosas —respondió ella con una juguetona sonrisa mientras salía de la sala.
Esa respuesta lo pilló por sorpresa, no era lo que él esperaba. Nate siempre trataba de demostrar que no le importaba más allá de la fuerte amistad que los unía, pero cada vez que se la imaginaba con otro unos intensos celos le corroían por dentro.
—¿En qué? —gritó mientras se apresuraba hacia la puerta, pero ella ya se había ido.
Apretó el puño, ¿tendría que ver con el chico ese que la anormalidad había mencionado en la cafetería?
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Domadores | #1 | (En Amazon)
FantasyDesde tiempos inmemoriales, todos los chicos de entre 7 y 18 años con habilidades especiales son llamados a asistir al internado Morsteen, una institución seria y privilegiada que los forma según sus poderes para que sirvan al régimen el día de maña...