Capítulo 38. ¿Cómo hemos llegado a esto?

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—¡Nicky espera! —gritó Nate corriendo tras ella.

En el entrenamiento apenas le había dirigido la palabra. Sabía que estaba enfadada por lo de su hermano, pero tenía que entenderlo.

La agarró del brazo para que no se escapase.

—Nicky, por favor... —le pidió.

—Déjame en paz Nathaniel —le exigió.

Pocas veces le llamaba por su nombre completo, debía estar más que enfadada. Él no la soltó, no pensaba dejar que se fuese así.

—¿Cómo te has atrevido? Sabes como es mi hermano y tú me has lanzado a los leones sin pensártelo.

Sabía que tenía razón, pero ¿qué esperaba?

—Nicky, no seas así.

—¿Por qué? En serio, dímelo. ¿Qué te importa dónde pase la noche? —preguntó ella enfurecida.

El cerró el puño con fuerza, no quería descontrolarse ahí. Claro que le importaba con quién durmiese. ¿Cómo podía preguntarle eso?

—¡Responde! ¿Qué te importa si me acuesto o no con otros? —le exigió.

—¡Claro que me importa! Me importa porque te quiero —estalló.

Silencio. Lo había dicho. Había reconocido que la quería, y lo había hecho en medio del pasillo sin que le importase la gente que pudiese verlos.

Nicole no pudo evitar que una pequeña sonrisa se asomase por su rostro.

Nate se quedó en silencio. No podía creer lo que acababa de suceder, y sobre todo ¿por qué Nicky no le respondía? Y, esa sonrisita ¿qué significaba? Comenzó a ponerse nervioso.

Nicole se moría de ganas por besarlo. Llevaba tanto tiempo esperando... Se acercó a él, se puso de puntillas y rozó levemente sus labios. Todos los presentes se giraron asombrados.

—Nicky, nos están viendo —le susurró.

—¿Y?

—Tu hermano.

Nicole se apartó de golpe y se rió de forma sarcástica.

—Oh, cierto, había olvidado que mi querido hermanito siempre estará por delante de mí —dijo dolida y se giró para irse.

Él la sujetó de la muñeca.

—Nicky —le rogó.

No era una situación sencilla para él.

—¡Déjame! —exclamó ella mientras lo lanzaba contra la pared y se iba corriendo.

¿Cómo había podido ser tan tonta de creer que Nate la escogería a ella antes que a su hermano?

Nathaniel se puso en pie dolorido, aunque no sabía qué le dolía más, si el golpe o la discusión.

Todos miraban atentos la escena.

—¿Es que no tenéis nada mejor que hacer? —preguntó amenazante, y en dos segundos el pasillo quedó desierto.

Cualquier persona medio inteligente sabía que molestarlo no era la mejor opción.

Miró por los grandes ventanales que servían para iluminar todo el pasillo y contempló las montañas rocosas. Sabía qué hacer para recuperar a Nicky.

—Eh tío, ¿qué tal?

La voz de Bruno interrumpió sus pensamientos.

—Ahora no, tengo algo que hacer.

Estaba furioso con él, sabía que no era su culpa, pero lo único que se interponía entre Nicky y él era Bruno.

—Me prometiste que ayudarías a María con su poder.

Nate arqueó una ceja. ¿A la anormalidad? Eso no sonaba para nada propio de él. Claramente estaba mintiendo y él no pensaba perder su tiempo en esa tontería. Tenía cosas más importantes que hacer.

—¿No lo recuerdas? Mi hermana y tú os ofrecisteis.

¿Nicky estaría? Eso cambiaba las cosas por completo. Esbozó media sonrisa.

—Sí, ya me acuerdo. Si te lo prometí te tendré que ayudar —dijo tratando de sonar resignado.

—Perfecto. María nos está esperando en el bosque, no podemos arriesgarnos a que alguien la descubra. Nicky llegará en unos minutos.

Ambos salieron por la puerta y se adentraron en el bosque. Estaba repleto de altos árboles que con el viento parecían que cobraban vida, o quizás sí que la cobrasen.

Siguieron caminando hasta un pequeño terreno en medio del bosque en el que ya no había árboles, tan solo un pequeño pozo algo deteriorado.

María que llevaba un buen rato ahí esperando miraba hacia arriba asombrada. Era imposible alcanzar a ver la luz del sol, los árboles de alrededor la tapaban por completo.

—Comencemos.

La joven Ignis miró a Bruno y Nathaniel, la verdad prefería esperar a que llegase Nicole. Todos eran más agradables cuando ella delante, sobre todo Nathaniel.

—¿Y Nicole?

—Llegará enseguida —le aseguró Bruno—. Ahora quiero que te concentres. Mira el pozo y haz arder algo de ahí cerca.

Sabía que pedirle algo más preciso era imposible, así que se conformaría con que por ahora lograse que algo ardiese.

Ella trató de concentrarse, pero nada. Además el dolor de cabeza no ayudaba.

—Venga, no es tan difícil —le espetó Nate mientras creaba un pequeño caballo de fuego que corría alrededor del pozo.

María lo miró maravillada.

—Mira con lo que nos hemos topado, dos pequeños Domadores y una anormalidad.

La voz los interrumpió. Miraron a lo cinco hombres de ropajes desgastados y cabelleras oscuras que se aproximaban hacia ellos. Dos de ellos tenían el cuello completamente limpio, no había ni trasto de alguna conexión. Eran repudiados, ¿cómo habían conseguido llegar tan cerca del internado?

Los otros tres sí que la tenían, pero con los cuellos de sus chaquetas no se podía ver con claridad de qué criaturas se trataban.

Bruno creó una barrera de aire.

—¡Llévatela dentro del Morsteen! —le gritó a Nathaniel.

Nate se negó. No iba a dejarlo solo, si lo hacía Bruno no tendría la más mínima posibilidad.

—¡Vete! Eres el único capaz de ponerla a salvo.

Sabía que si había alguien capaz de llegar hasta el internado sin ser herido era él, y necesitaba poner a salvo a María. Él se quedaría allí para darles una oportunidad.

Nate no estaba convencido, no quería dejar ahí a su mejor amigo, pero sabía que la única posibilidad era llegar al Morsteen y pedir ayuda.

Cogió a María del brazo, se elevó y creó corrientes para avanzar lo más rápido posible.

María estaba completamente inmóvil. No comprendía del todo lo que estaba ocurriendo.   

Domadores  | #1 | (En Amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora