Capítulo 22. No soy como tú crees

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Nicole esperaba ansiosa que su padre saliese de la reunión. Sabía que él le explicaría cuál era la situación real. Por un par de repudiados no podían haber adelantando las conexiones... Algo realmente grave tenía que estar sucediendo.

Alguien tocó la puerta de su habitación.

—Nicky —dijo su padre mientras pasaba dentro.

—Cuéntame qué ocurre —le pidió ella tratando de sonar serena.

—No te preocupes ahora por eso, cielo. Tú céntrate en la conexión —le dijo mientras le daba un abrazo—. ¿Sabes ya cuál escogerás?

Nicole arqueó una ceja. Sabía perfectamente a dónde quería llegar él. Su padre nunca era tan cariñoso, no le gustaba en exceso mostrar su afecto. Más bien era una persona fría y torpe emocionalmente. Si estaba comportándose así era porque quería algo muy concreto.

—Aún no —mintió ella.

No pensaba decirle su elección ya que sabía con certeza que él se opondría.

—Bueno, he estado pensando y creo que un hipocampo sería una magnífica elección, ¿no crees?—propuso el señor Jaquinot.

Los ojos de la joven se abrieron como platos. ¿Un hipocampo? Eran unas criaturas marinas de extremada belleza. Mitad caballo, mitad pez, pero no era lo que ella quería en absoluto. No eran animales de combate. Ningún Domador que se preciase los elegiría. Eran criaturas para los Aquas.

Nicole negó con la cabeza, y el rostro de su padre comenzó a cambiar. Se podía notar como sus músculos se tensaban. No quería discutir con ella, pero había tomado una decisión y Nicky debería acatarla.

—No me has entendido Nicky, ¡vas a escoger esa criatura! —su voz sonaba autoritaria, pero a la vez nerviosa.

Sin duda Bruno había sacado ese tono de él. Eran demasiado parecidos.

Nicole estaba molesta. Él no tenía ningún derecho a escoger por ella.

—¿También le has dicho a Bruno qué escoger?—preguntó ella dolida.

No hacía falta una respuesta, sabía que no.

—Bruno se sabe cuidar.

Esas palabras le sentaron como un jarrón de agua fría. Se levantó furiosa de la cama. ¿Cómo podía decirle eso? Ella era tan Domadora como su hermano. ¿Qué le hacía pensar que no era capaz de cuidarse sola también?

—No voy a escoger a un hipocampo—sentenció.

No iba a dar su brazo a torcer. 

Su padre se levantó también con un enfado que era más que evidente.

—¡Ya he perdido a tu madre por combatir! ¡No pienso perderte a ti también! ¡Tú harás lo que yo te diga! ¿Me has entendido?—gritó furioso mientras salía de la habitación.

Nicole se sentía desolada. Todo el mundo le decía que era la viva imagen de su madre, pero ella apenas la recordaba. Sabía que había sido una gran Domadora y que había muerto en combate protegiendo a otros... Entendía que su padre se preocupase por ella, pero debía dejarla vivir su vida. Ella no era su madre, y no tenía por qué pasarle lo mismo.

Necesitaba hablar con Cesar, y lo necesitaba ya. Sin embargo, con su padre ahí iba a ser realmente difícil escaquearse al chico.

Caminó hacia la habitación de Nate, necesitaba que él la cubriese. Tocó la puerta y entró sigilosa. Él estaba tumbado en la cama leyendo un libro. Curioseó la portada. ¿Cómo no? Se trataba de un libro de clase.

Él levantó la vista del libro y la miró confundido. Se suponía que estaban enfadados.

—Te necesito —dijo la joven.

Una sonrisa asomó por el rostro de Nate.

—Quiero decir, necesito que me hagas un favor —rectificó ella algo sonrojada.

Él la miró curioso.

—Piensas quedarte aquí practicando, ¿verdad? —preguntó Nicky tratando de sonar inocente—. ¿Podrías decir que he estado contigo?

—¿Por qué?

—Nate —le rogó la joven, pero él insistió—. Necesito hacer una cosa, pero no quiero que nadie se entere.

Enseguida entendió de lo que se trataba.

—No cuentes conmigo para eso. Sabes que no estoy de acuerdo—respondió él.

—Nate, por favor. Mi padre quiere que escoja a un hipocampo, no tengo mucho tiempo, por favor —le suplicó.

El joven se sentía entre la espada y la pared. Realmente no quería fallarle. Sabía que Nicole nunca lo perdonaría si tuviese que escoger a esa criatura, pero, por otra parte, ayudarla era ponerla en peligro, y eso no podía permitírselo. Si algo le pasase...

—Nate, por favor...

Finalmente el joven accedió. No podía creerse que lo hubiese convencido, aunque ¿por qué le extrañaba? Ella siempre lo conseguía.

Domadores  | #1 | (En Amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora