Capítulo 46. Ya llegan

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Bruno estaba hastiado, sin comerlo ni beberlo se había tragado una bronca impresionante, y encima tenía el ego herido por el rechazo de María. Avanzó hasta la habitación de su hermana, salir un rato con ella le vendría bien para despejarse.

Tocó la puerta y esperó a que ella le indicase que entrase, pero no hubo respuesta así que fue en busca de Nate, pero en el camino se encontró con Claudia que corría desesperada.

—¡Bruno! —chilló histérica.

Él la cogió de los hombros y trató de tranquilizarla.

—¿Qué ocurre?

—¡Tenías razón! —repitió una y otra vez entre gritos.

Bruno no entendía nada. ¿A qué se refería?

—Clo, tranquila. Explícame, ¿en qué tenia razón?

Claudia no dejaba de moverse inquieta. Estaba demasiado nerviosa y las palabras no le salían.

—¡Tenemos que encontrar al profesor Quemada! —le dijo desesperada.

Parecía que no estuviese ahí. Estaba completamente ida. Bruno la zarandeo. Necesitaba que estuviese serena y le contase qué estaba pasando.

—¡Clo! —le gritó autoritario.

Ella se quedó un instante en silencio, cogió aire y trató de ordenar sus ideas.

—Acabo de escuchar una conversación. Decían que la directora se había ido y era el momento de atacar. Que el internado estaba indefenso.

—¡Busca al profesor! —le gritó mientras echó a correr.

No sabía dónde estaba su hermana, pero tenía que alertarla. Bueno, y a María también. Puede que ella se hubiese comportado como una niña, pero no podía dejarla ahí. A ella no...

Claudia comenzó a buscarlo, pero no conseguía encontrarlo por ningún lado del recinto. De pronto vio a Bea, debía advertirla a ella también. Era una Natura, no tendría ninguna posibilidad cuando los repudiados llegasen.

—Bea, escúchame. Tienes que salir de aquí ya —le dijo seria mientras la agarraba del brazo.

Ella la miró perpleja, sobre todo porque hubiese contacto sin importar quién las viese.

—Clo, ¿qué has bebido? ¡Suéltame, tengo cosas que hacer!

Pero la joven no la soltó. No iba a dejar que nada le ocurriese.

—Bea, pronto va a haber un ataque. ¡Tienes que irte ya!

La cara de Bea se llenó de confusión.

—¿Tú cómo sabes lo del ataque?

Claudia la soltó y comenzó a retroceder. Una punzada atravesó su estomago. No, no podía ser. Ella no...

—No, Bea, no puede ser... ¿Por qué? —le preguntó con las lagrimas a punto de derramarse.

Era la primera vez que experimentaba esa sensación de angustia e impotencia. Era como si se estuviese asfixiando. ¿Cómo podía estar haciéndole eso? ¿Cómo podía traicionarlos de esa manera a todos?

Bea se río sarcásticamente.

—No finjas que nada de esto te importa. A ti solo te importas tú y tu grupito de mierda. Estoy harta de sentirme una segundona en tu vida. Hasta has preferido meter a la anormalidad en ella antes que a mí —chilló —. Pero se acabó. Ellos nos dan una oportunidad a todos, y ahora os vais a arrepentir de todo esto. El tiempo de los Domadores ha acabado —sentenció.

—Claro que me importa. Tú me importas y lo sabes, pero claramente yo a ti no.

Sabia que no había sido justa escondiendo su relación, pero no creía que fuese como para aliarse con los repudiados y traicionar a todos los del internado. Y sobre todo como para poner en peligro a todos los de fuera. Porque los repudiados no iban a conformarse con quedarse con el Morsteen. En cuanto lo consiguiesen irían a por el resto.

—He intentado salvarte. ¿Por qué crees que he ido antes a tu habitación? Te he salvado del primer ataque, pero aun así tú en cuanto te has enterado de lo ocurrido has corrido a ver cómo estaban tus amiguitos y me has vuelto a dejar sola —le reprochó.

¿También estaba enterada del ataque en el que casi habían matado a Bruno? El dolor fue poco a poco convirtiéndose en ira.

—¿Pero a ti qué te pasa? Estás completamente desquiciada. ¡Esto no es un juego, hay vidas en peligro! —le chilló.

Por primera vez en su vida Clo estaba siendo la sensata. Bea lo sabía, pero estaba tan herida que no era capaz de razonar. Solo quería que por una vez le diesen el lugar que ella creía merecer. Que por primera vez todos la mirasen y supiesen quién era ella. Que no la tratasen como a un ser insignificante...

Domadores  | #1 | (En Amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora