Capítulo 45. ¡Ya basta!

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María dio unos pasos hacia atrás. No sabía qué iba a ocurrir, pero seguro que no sería nada bueno y estar en medio de esos dos no era la mejor opción. Nicky miró seria a los chicos, después de lo que acababa de ocurrir con los repudiados lo que menos quería en ese momento eran dramas.

Óscar no aguantaba más, la presencia de Nathaniel le irritaba de una forma sobrehumana.

—¿Se puede saber qué quieres? —le preguntó molesto.

¿Que qué quería? Que se alejase de una vez por todas de Nicky y no la siguiese a cada paso que daba.

—Que te comportes como un profesor y no como un patético que acosa a sus alumnas —respondió tratando de sonar calmado, aunque estaba comenzando a entrar en cólera.

María cogió aire. Qué golpe más bajo. El joven tenía agallas para hablarle así con el kraken al lado.

—Nathaniel mide tus palabras. ¡Soy la máxima autoridad de aquí! —dijo autoritario.

Nate resopló. El respeto no se exigía, se ganaba. Y él no había hecho nada para merecer el suyo.

—¡Pues da ejemplo! —le gritó exasperado. 

No podía contenerse más y lo lanzó contra el suelo.

—¡Nate! —gritó Nicky.

¿Se estaba volviendo loco?

El kraken enseguida lanzó uno de sus tentáculos hacia él, pero Óscar levantó el brazo para frenarlo. Esto era algo entre ellos dos y no debía aprovechar su ventaja. Tenía que demostrarle que era mejor que él.

Se puso en pie y creó una ola que impactó de pleno contra Nate haciéndolo retroceder un par de metros.

—¡Óscar! —chilló Nicky.

Se estaban comportando como dos verdaderos niños. María cogió del brazo a la joven y la arrastró junto a ella. Estar en medio ahora no era buena idea.

Ambos chicos estaban fuera de sí. Nathaniel lanzó una bola de fuego que rozó levemente el brazo del profesor. Óscar respondió metiéndolo en una burbuja de agua donde el joven no podía respirar, sin embargo Nate logró romperla con una ráfaga de aire.

Estaban muy empatados. Respiraban con dificultad a causa del desgaste físico, pero ninguno de los dos estaba dispuesto a perder.

El profesor comenzó a crear pequeñas bolas de agua que con la velocidad que alcanzaban en el trayecto se convertían casi en mortíferas balas. Nate se dedicó a desviarlas utilizando el viento con la mala suerte de que una fue a parar contra María y Nicky, quien consiguió frenarla a duras penas.

Los chicos palidecieron al ver su cara, estaba realmente enfadada. Subió los brazos y le propinó una descarga a cada uno. La electricidad siempre había sido su especialidad.

Nate y Óscar cayeron al suelo a causa del dolor.

—Sois un par de idiotas. ¿Qué querías demostrar con esto? —preguntó furiosa.

María la miraba medio asustada, estaba casi convulsionando de la ira. Sin duda era mejor no meterse con ella.

Los chicos aún se retorcían de dolor. Puede que se hubiese pasado un poco con la intensidad de la descarga.

—En serio, tú no se quién te crees —le dijo a Nate —y tú —añadió girándose hacia Óscar —, se supone que eres el profesor. ¡Da ejemplo y no te metas en estas tonterías!

Dicho esto comenzó a andar hacia el Morsteen dejándolos ahí en el suelo. María echó a correr detrás de ella.

—Siento que hayas tenido que ver esto. No sé qué les pasa, se comportan como dos niños —se disculpó Nicky.

María sabía perfectamente qué les ocurría a los chicos. Se esforzaban por dejar mal al otro para que Nicole solo se fijase en ellos, pero ella no iba a ser quien se lo dijese.

—No te preocupes. ¿Quieres tomar algo? —le preguntó para intentar rebajar el ambiente.

La joven se miró, seguía empapada.

—Acompáñame a que me cambie y tomamos algo —dijo con media sonrisa —. Por cierto, ¿qué ha pasado con mi hermano? —le preguntó tratando de ser amable.

—Creo que he metido la pata —respondió mirando al suelo.

Nicole no la cuestionó. Por lo poco que la conocía se creía perfectamente que lo hubiese hecho.

—Mira, no sé lo que ha pasado, pero conozco a mi hermano y sé que siente algo por ti, así que ve a por él y reconoce tu error, pero no te arrastres demasiado o lo utilizará a su favor —le aconsejó.

—En realidad, no sé si me perdonará...

Nicky la miró fastidiada. Odiaba cuando era así.

—Si no te perdona es problema suyo. María, en serio te lo digo, no dejes que te pisen. No vales menos que los demás. ¡Grábalo en tu mente! —le medio gritó.

La frase de la joven la hizo recapacitar. Era cierto... Desde que había entrado en el internado se había sentido como una pequeña hormiguita entre elefantes, y eso debía cambiar.

—¿Tú me ayudarías?

Nicole la miró extrañada. La verdad es que esa no era una petición muy habitual.

—La verdad es que Clo es la mejor en eso —respondió entre risas—, pero supongo que sí. Entre las dos podemos ayudarte con tu poder y a sacar ese carácter que seguro que tienes —añadió encogiéndose de hombros —. Y la primera regla es que no mires al suelo. Mira a la gente a los ojos —le exigió.



Domadores  | #1 | (En Amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora