Claudia avanzaba alegremente hacia la barra del bar. Conforme iba pasando las cabezas de hombres y mujeres se volteaban para mirarla. Deseo y envidia eran las sensaciones más habituales que la chica iba dejando a su paso, y le encantaba.
—Ponme dos Besos de Aire —pidió con su sonrisa más coqueta.
—Aquí no servimos de eso —respondió serio el camarero.
Ella no iba a darse por vencida tan rápido. Miró al hombre de unos treinta años y le sonrió sensualmente, sabía que sería incapaz de resistirse a ella.
—¿Ni siquiera para mí? —preguntó con una voz angelical.
El hombre comenzó a ponerse nervioso, sabía que no podía servirle lo que le pedía, era demasiado arriesgado, si lo pillaban... La miró varias veces de arriba abajo, la chica era impresionante. Claudia lo tenía justo donde quería.
—Venga, ponme dos. Estaría tan agradecida... —insistió ella.
El hombre no aguantó más y salió corriendo rumbo al almacén. A la vuelta traía dos vasos con una niebla rosa en su interior. Se los entregó, Claudia le guiñó un ojo, se dio media vuelta y se perdió entre la gente mientras escuchaba los gritos del hombre quien le rogaba que volviese.
Clo se rió. Sí, claro, no tenía nada mejor que hacer que perder su tiempo con ese tipo. ¿Cómo había podido pensar que entre ellos dos iba a pasar algo? Por favor, ella no lo tocaría ni con la punta de un palo, pero por respeto al palo más que nada. ¡Qué asco!
Justo cuando estaba a punto de encontrarse con Nicole se topó con Isabel y Hugo. Se quedó mirándolos con una sonrisa malévola.
Ambos eran de ascendencia asiática y eso se podía observar en sus delicados y finos rostros. Tenían los ojos rasgados y la nariz fina y respingona. Sus pieles, en cambio, no se parecían en absoluto. Mientras que la de Isabel era blanca como la nieve, Hugo tenía un dorado cómo ese que se te queda cuando pasas una buena temporada en la playa.
Clo se mordió el labio inferior, ¿qué hacían esos dos juntos después de que hubiese dicho en público que se había acostado con él? Claudia solo tenía una respuesta en su mente.
—Qué patética —le dijo a la joven de pelo castaño.
Hugo sujetó fuerte la mano de su novia, no quería problemas ahí.
—Claudia, es suficiente. No queremos estar contigo —le dijo el chico tratando de que la rubia los dejase en paz.
—Uno, no estoy hablando contigo; dos, hace unos días no pensabas lo mismo. De hecho, me suplicabas estar entre mis sábanas. Bueno, mis sábanas, encima de la mesa, el sofá, tu cama... ¿sigo? —preguntó burlona.
—Claudia, no te atrevas a volver a meterte en mi relación —le amenazó la joven fuera de sí.
Clo se rió.
—¿O qué? —respondió mirándola por encima del hombro.
Silencio. Hugo no sabía cómo salir de ahí. Sabía que dijese lo que dijese saldría mal parado. Claudia se llevó los Besos de Aire a la boca y los aspiró. El efecto era inmediato. De pronto todo parecía coger más color. La gente tan solo eran sombras difuminadas. Sonrió alegre, le encantaba esa droga.
—Bueno cariño, cuando te aburras de la siesa de tu novia ya sabes dónde estoy —dijo mordiéndose el labio inferior de forma sensual—. Ya sabes que yo no soy de formalidades, prefiero ser con la que te diviertes después de que te aburras en tu rutina con ella.
Dicho esto se giró y comenzó a buscar a Nicole. Al fondo aún se podían escuchar los insultos que Isabel le profería, pero ella estaba feliz. Y no solo por los Besos de Aire, sino porque le ponía molestar a los demás.
Tras más de una hora en la que buscaba a Nicole e iba coqueteando con cualquiera que le entrase por los ojos, por fin la encontró. Su sorpresa fue ver a su hermano con ella.
—¿No se supone que estabas ocupado? —preguntó algo confusa.
La cara de ambos era una mezcla de sorpresa y terror, ¿los habría pillado?
—Y tú, Nicky, que pintas tienes por favor. Parece que te hubiese pasado un huracán por encima.
Claudia comenzó a reír sin poder parar. La bebida provocaba que se sintiese en una nube de felicidad en la cual no era capaz de razonar. Y eso fue precisamente lo que salvó a los dos jóvenes.
—Venga, ¡vamos a bailar!
—Clo, estamos cansados, mejor vayámonos ya de vuelta a las habitaciones —respondió Nicky.
—¿Qué?, ¿ya? Sois unos amargados, tal para cual —dijo entre risas y echó a correr hacía el centro del bar.
—Voy yo —dijo Nate mientras corría tras ella—. Clo, es suficiente. En serio. ¡Ven!
Claudia hizo poco caso de las advertencias de su hermano. Ella bailaba alegremente sin escuchar ni una sola palabra. Nate se la echó al hombro y caminó hasta la salida. Claudia pataleaba pidiéndole volver, pero era inútil, él tenía mucha más fuerza que ella.
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Domadores | #1 | (En Amazon)
FantasyDesde tiempos inmemoriales, todos los chicos de entre 7 y 18 años con habilidades especiales son llamados a asistir al internado Morsteen, una institución seria y privilegiada que los forma según sus poderes para que sirvan al régimen el día de maña...