Capítulo 26: El plan se pone en marcha

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Horas más tarde, Maxime se hallaba reunido en su despacho con Gauvin y con fray Ravenius.

Éste acababa de narrarle lo ocurrido en la capilla.

Pensativo, Maxime se entretenía recolocando sobre el tablero las figuritas de su juego de ajedrez.

-Así que ese "peón" consiguió llegar hasta el final del tablero y preguntar por la reina Juliette... -dijo, esbozando una sonrisa.

No podí­a ocultar la admiración que la audacia de Joan le hací­a sentir.

-¿Sabéis cómo lo hizo? -sondeó a continuación a sus dos oyentes.

-¿Cómo, señor? -se interesó Gauvin, consumido por los celos de ver cómo su padre depositaba en Joan todo su favor.

-Consiguió hacerlo porque debajo de ese disfraz de peón se esconde un verdadero rey.

-¡Sabe demasiado y comienza a darnos problemas! Mejor harí­amos librándonos de él -sugirió nervioso Gauvin, sobre quien recayó la mirada furibunda de su padre.

Dominando sus impulsos, Maxime se acercó hasta el ventanal.

-Ven, acércate, hijo -le indicó a Gauvin oteando el paisaje-; te diré por qué no nos libraremos de Sagace.

Gauvin obedeció y se situó junto a su padre.

-Mí­ralos cómo vagan por el patio -continuó Maxime contemplando a sus alumnos en el patio-. Listos la mayorí­a, brillantes incluso algunos de ellos. Pero todos juntos no componen más que una masa informe, un rabo de lagartija alocado y sin rumbo, que resulta torpe y ridículo de contemplar sin su cabeza que lo rija.

»Los líderes no somos eternos, hijo. Necesitamos sabia nueva que regenere nuestras ideas. Nuestra misión aquí­ no es sólo la de crear una generación de hombres inteligentes. Ni la de meramente extirpar la ignorancia, arrancándola de raí­z. También es nuestro objetivo descubrir a los líderes llamados a encabezar la revolución. Espíritus audaces nacidos para guiar a nuestra nación hacia el progreso y liberarla de la opresión nazi.

Los ojos de Maxime brillaban de orgullo al reconocer la relevancia que tenía su misión para el futuro de Francia.

-No -susurró a continuación-, Sagace es demasiado valioso para deshacernos de él. Nosotros no asesinamos impunemente. No somos asesinos. Nuestra labor la llevamos a cabo por el bien de la nación. Por el futuro de Francia.

-¿Cree que acabarán por encumbrarle como lí­der? -inquirió "el Obispo" alzando ligeramente su voz.

-Dejemos que el río siga su cauce. La última evaluación será el examen final, tanto para nuestra misión aquí, como para Joan. Al final del curso todo se decidirá. 


Al día siguiente, durante el partido de rugby, los ánimos estaban muy encendidos.

Los amigos de Joan culpaban a Zapic de la desgracia ocurrida a su compañero, pues las calumnias de aquél habí­an propiciado que Juliette quisiese abandonar el internado. 

Entretanto, Joan seguí­a castigado en la celda tras su agresión a "el Obispo." Y allí­ seguirí­a una buena temporada.

Hubo intercambio de miradas retadoras antes de iniciarse el partido.

Los amigos de Joan, en cambio, guardaban demasiado respeto hacia Zapic como para recriminarle nada a la cara.

Hasta que Zapic se olió su rencor y arremetió contra ellos:

-¿Qué os pasa? ¿A vuestro amiguito Sagace le han castigado por mentiroso?

-¡Maldito cabrón! ¡Todo ha sido culpa tuya! -bramó Pierre, desatando su odio y abalanzándose sobre Zapic.

El Internado de Saint MartinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora