A la mañana siguiente, los chicos despertaron con el recuerdo del incidente nocturno aún fresco en la memoria.
Las dos recientes expediciones al caserón por parte de Joan y de Pierre habían reavivado los temores que la leyenda en torno al internado causaba entre los internos.
Por ello, un clima de tensión rondaba el ambiente, si bien la mayoría de los alumnos disimulaban su temor por miedo de ser acusados de cobardes.
A mitad de la clase de Historia, la puerta se entreabrió ligeramente.
Se trataba de Pierre, quien retomaba las lecciones tras la noche pasada en la celda.
Parecía algo más calmado, toda vez que su boca había dejado de proferir aquellos desagradables gemidos. Si bien, su gesto ojeroso tras la noche en vela revelaba su honda preocupación.
Pierre tomó asiento en su sitio y permaneció cabizbajo el resto de la clase bajo las atentas miradas de sus compañeros, quienes le acechaban desde sus pupitres.
Aún seguía alicaído al mediodía, cuando los chicos bajaron al patio a disfrutar de su recreo.
La práctica del rugby constituía su principal diversión.
Era ésta una actividad que requería grandes dosis de disciplina y esfuerzo, además de adiestrar a los alumnos en la toma de decisiones rápidas, razón por la que el director Maxime respaldaba su práctica.
El brío rencoroso y desconfiado de Pierre solía alzarle en capitán de su equipo durante los partidos; pero lo cierto era que los chicos llevaban tiempo sin un líder carismático en el cual depositar su confianza.
Pierre era un perdedor y un desgraciado, y él mismo lo sabía. Por dicha razón, al conocer a Joan y sentir su presencia rebosante de grandeza, había sentido amenazado su estatus dentro del grupo y desde su llegada había abrigado el deseo de desprestigiarle.
A pesar de su insistencia por lograr su propósito, no había podido imponerse al curso natural de los acontecimientos: La llegada de Joan al internado parecía instaurar un nuevo rumbo en la jerarquía del patio, simbolizado en el juego del rugby, donde Joan principiaba a establecerse como el gran capitán que necesitaban sus compañeros.
Toda esta serie de cambios no había pasado desapercibida a ojos de Maxime, que, asomado al ventanal de su despacho, oteaba con atención los acontecimientos del patio.
Volviendo al recreo de los internos, se organizaron éstos en dos equipos y comenzaron a jugar.
Parecía por el ánimo con que disputaban cada pelota que los sucesos de la noche previa habían caído en el olvido. Sólo Pierre, su principal protagonista, continuaba dándole vueltas al caso.
Retirado tras los banquillos con el rostro carcomido por la preocupación, se mostraba atormentado por la posibilidad de que la leyenda en torno al caserón fuese cierta.
Al verle a solas, Joan cedió su puesto de capitán a Simonet y acudió a hacer compañía al desgraciado.
-¿Qué ocurre, Pierre? ¿Por qué no juegas con los demás? -le preguntó al allegarse a su lado.
Es posible que Joan no tuviese en aquel momento la intención de continuar atormentando a su compañero; pero por casualidad reparó en un escarabajo que trepaba esforzadamente por una brizna de hierba.
Joan lo agarró sin pensarlo y lo puso sobre la palma de su mano.
-Mira, Pierre -le dijo a su compañero mostrándole el insecto-. El escarabajus ignorantis.
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El Internado de Saint Martin
Misterio / SuspensoAño 1943. Joan Sagace (14) es el nuevo alumno del internado de Saint Martin, un antiguo monasterio en mitad de la campiña francesa que acoge a chicos huérfanos tras la invasión nazi. Maxime Gautier, el director del centro, ordena que los alumnos su...