Capítulo 14: El examen de evaluación

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Tras un frugal desayuno, los alumnos se encaminaron hacia la sala capitular, donde tendrí­a lugar el examen que decidirí­a sus destinos.

-Pierre, ¿llevas las chuletas? -le susurró Joan a su amigo mientras cruzaban las galerías del claustro.

-Tranquilo -respondió Pierre mostrándole dos rollos diminutos de papel.

-¿Qué? ¿Sólo dos chuletas?

-¡Shhh! ¡Habla bajo! Llevo anotadas la Guerra de los Cien Años y la de los Treinta Años, que es lo que peor llevo. Aunque no creo que vayan a preguntarnos justamente eso...

-Déjame verlas.

Pierre accedió amablemente y le entregó las chuletas. Según las tuvo en su poder, Joan las hizo desaparecer mediante un hábil juego de manos.

Pierre sintió que la sangre se le subí­a a la cabeza.

-¿De qué te preocupas? -le preguntó Joan con rotundidad-. Si crees que no las necesitarás, no hay motivo para asustarse, ¿no?

Joan se apiadó de su compañero y, antes de que sufriera un colapso, le devolvió sus chuletas.

Después, pasaron al aula del examen y tomaron asiento en sus pupitres.

Madame Genievive no tardó en aparecer con los cuadernos del examen.

-Recuerden que está terminantemente prohibido hablar y mirar al cuadernillo de sus compañeros -indicó la mujer-. El que sea sorprendido copiando o haciendo cualquier otro tipo de trampa quedará automáticamente suspendido. Si ya es indigno tener a un vago en esta escuela, peor aún es tener a un vago que además es un tramposo.

Pierre sintió temblarle las canillas al sentirse aludido.

Con el rostro descompuesto, se besó el crucifijo de plata que colgaba sobre su pecho y se encomendó a todos los santos del firmamento.

-Mejor besa las chuletas -le aconsejó Joan desde el pupitre de atrás.

-¡Cállate, quieres! ¿Cómo puedes estar tan tranquilo?

-Es fácil: simplemente hay que creer en uno mismo.

Era cierto: Joan estaba tan relajado que incluso se tomó el lujo de mascar chicle mientras esperaba a que la gobernanta repartiera los cuadernillos con las preguntas del examen.

Madame Genievive no tardó en hacerlo.

Después, dio la orden de comenzar:

-El examen ha comenzado. Tienen 2 horas para terminarlo. El tiempo comienza a descontar a partir de... ¡ya!

El examen de evaluación era un único test que incluía preguntas de todas las materias.

Con mano temblorosa, Pierre abrió su cuadernillo.

Sus ojos descendieron velozmente hasta el apartado de Historia.

Durante el último tramo de la evaluación, se habí­a aplicado con esmero en dicha asignatura para no tener que recurrir a las chuletas, pues sospechaba que sus nervios le jugarían una mala pasada en caso de tener que hacerlo.

La suerte no jugaba de su parte:

"La Guerra de los Cien Años. Causas y consecuencias" -decí­a el enunciado de la primera pregunta.

Pierre sintió revolvérsele las tripas. Tendrí­a que recurrir a las trampas si quería aprobar la evaluación...

Si quería vivir...

Se revolvió nervioso en su asiento.

Su turbación no pasó desapercibida a Joan, quien, como el resto, ya había comenzado a escribir.

El Internado de Saint MartinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora