Carta a mi chat...

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Me he despertado de nuevo sintiéndome una tonta, volví a caer en la red de sus mentiras, no es el mismo hombre, lo sé... pero es el mismo caso, volví a derramar lágrimas por alguien que no comparte mi sangre, he vuelto a maltratar mi conciencia echándome toda la culpa de lo que me pasa, y si... tal vez es lo correcto, ¡es mi culpa! pero estoy cansada de sufrir por el mismo error, ¡merezco ser amada!, me lo repito a mí misma una y otra vez, pero no funciona, ya nada funciona, me miro al espejo y no siento que merezca algo mejor, ¿qué me pasa, tan bajo he caído?,¿ que lo hace tan especial como para lograr destruirme sin siquiera estar aquí, sin siquiera haberme visto?, ¿cómo logra destruirme estando tan lejos?

Pensé conocerlo pero me equivoque, tal vez lo que decía en su perfil de face no era tan cierto o quizá me equivoque al pensar que un estado podía probar algo, o que aquel juego virtual era real, trasforme una fantasía en mi verdad y así viví creyendo que lo tenía todo, que una conversación en whatsapp remplazaba un dialogo honesto o que una video llamada se comparaba con una cita, o que una sexy foto compensaba el sexo, incluso llegue a creer que era posible tener un futuro encuentro, tantas promesas que hoy caen sobre mi como una fuerte tormenta, de repente todo ese mundo se me vino abajo y logro aplastarme.

Ya no encuentro consuelo en ningún hombro, camino con perfil bajo, reprimiendo mis emociones y alejándome de la gente, me he vuelto reservada, distante, dicen que ya no soy la misma, ¿pero que pueden saber ellos de mí?, no saben por lo que estoy pasando, no saben nada, ¡ellos están bien!, tienen quien los amen, los besen, los cuiden, tienen amor en sus vidas, ellos jamás lo entenderían, lo que siento es real.

Aunque no lo haya visto, ni tocado, lo ame, siento cada traición reflejada en sus actuales publicaciones, en cada foto en la que sonríe feliz en brazos de otra chica, cada estado dedicado a ella y a sus iniciales, y ni hablar del día en que ya no pude verlos, me bloqueo no solo de su página sino también de su vida y aunque le sea difícil evitar que le llame, tiene el descaro de negarlo, ¡cobarde!, no estás aquí, jamás me viste, jamás me tocaste y aun así lograste herirme, ¡cobarde!, por tener el descaro de herir un corazón noble a miles de kilómetros de distancia.

Relatos de un corazón frágilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora