El calor que deja la tormenta de mi infancia

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Solo me basto estar contigo en mitad de la lluvia para no sentir frió en ninguna tormenta.

Sentada en aquella silla color marrón de grabado antiguo, frente a esa linda ventana de adorno pintoresco donde la brisa entra libre a cualquier hora del día, tan fresca y pura que logro despertar en mí los más tiernos sentimientos. Me encontraba allí en aquel hermoso paisaje que mis ojos divisaban con tal nostalgia ante aquel divertido recuerdo. Los destellos de mi infancia se asomaban entre los barrotes de tan agradable ventana, como insinuando una leve sonrisa, esa hermosa sonrisa que enmarcaba el pilar de tus ojos, de repente en tan coqueto pensamiento, un trueno alzo su grito en el cielo y soltó una brillante luz pálida, fue cuestión de que mis oídos percibieran aquel familiar sonido para recordar lo mucho que me gusta la lluvia. Gota a gota caen mostrando su relajante melodía. Con que tranquilidad se encuentran las flores que reposan calmadas en el jardín de tan sutil recuerdo, y como ignorar el aroma a cemento mojado. Respiro profundo y cierro mis ojos disfrutando de tan agradable momento, ese que divaga tímido en mi ansiosa cabeza como esperando a que tome marcha la costumbre que tenían tus manos en querer llagar hasta mi cuerpo.

El ruido se hace más fuerte pero no logra opacar mis pensamientos, sonrió sin poder explicarlo, no necesito decir nada, se siente bien recordar la inocencia con que disfrutaba del sonido del agua, ese sonido que traía consigo tan prohibido acto. Me acerque a la ventana para ver de cerca las gotas chocar contra el piso y me fue inevitable pedirle al cielo que esta noche se ausentara la luz. Te busque entre la oscuridad de mis deseos, palpando con calma el espacio vacío que acompañaba tu presencia, escuchando atenta las pistas que dejabas a mi alcance, esas pistas que siempre me llevaban a encontrarte, y sin una sola pizca de esfuerzo me topé con tus tiernos labios chocar con los míos, tus suaves manos iniciar un recorrido lento hacia mis mejillas, en tan apasionado encuentro, disfrutando de las sensaciones que dejaron tan hermoso recuerdo pude percibir el momento preciso en el que abrí de nuevo mis ojos. Sentada en aquella silla color marrón después de que la lluvia seso su ruido y la brisa calmo su suave movimiento, mordí mis labios, lleve mis manos a mis mejillas como queriendo retener el calor del contacto con tu cuerpo, sonreí de nuevo sin poder explicarlo, sin poder explicar cómo la oscuridad de la noche y el ruido de la tormenta me lleva a recordar el ardiente calor de nuestro fugaz encuentro.

Relatos de un corazón frágilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora